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Crónica:PALABRA DE MUJER | OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Poco que decir sin el euro

Soledad Gallego-Díaz

La reunión convocada esta semana en Londres por el primer ministro británico, Gordon Brown, fue rara. Sobre todo porque provocó demasiados desaires (al Gobierno español, entre otros) a cambio de muy pocos beneficios. En teoría se trataba de emplazar a los países europeos miembros del G-8 para analizar la crisis financiera provocada por Estados Unidos y para plantear algunas medidas concretas que ayuden a paliarla. Pero prácticamente no hubo propuestas concretas, salvo, quizá, un llamamiento a la necesidad de procurar algo más de transparencia en el funcionamiento de los mercados. Buena ocurrencia, aunque algo tardía, teniendo en cuenta que hace ya bastante tiempo que está claro que los mercados y los engranajes financieros supersofisticados van a tal velocidad que no hay Gobierno ni organismo internacional capaz de dar respuesta o de señalar camino al carajal formado. Basta, si no, con analizar la forma en la que se ha producido el escándalo de la Société Général y los complejos embrollos en los que se metían (¿o se meten?) sus empleados para conseguir las suculentas primas que les ofrecían a cambio de operaciones muy opacas, pero con brutales beneficios. Para saber eso no hace falta convocar una reunión tan polémica ni quedar en deuda con tantos colegas menospreciados.

Brown sabe que en la UE las decisiones económicas más importantes se toman entre quienes tienen la moneda única
Para no desairar a Zapatero debieron, como mínimo, reunirse con él antes de la convocatoria de Londres

Para colmo, ese tipo de medidas (transparencia) nunca nacen de reuniones como el G-8, sino de organismos mucho más precisos como, por ejemplo, el Eurogrupo, es decir, el organismo de la Unión Europea que reúne a los ministros de Economía de la zona euro. Si realmente se trataba de analizar y de predecir las consecuencias de la crisis en Europa, no tiene ningún sentido prescindir de quienes representan la moneda única. Quizá más que el propio presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, quien debió asistir a esa reunión fue Jean-Claude Junker, el ex primer ministro de Luxemburgo, que ocupa de forma estable la presidencia del Eurogrupo desde 2004. Y desde luego, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet. Los dos presidentes, cuyos enfrentamientos son bien conocidos, en estos momentos son referentes necesarios a la hora de promover cualquier análisis de la situación.

Así que lo más probable es que la reunión de Londres fuera más que nada un favor que le hicieron sus colegas francés y alemán a George Brown. Es sabido que Brown, cuando era ministro de Finanzas, ni se molestaba, en muchas ocasiones, en asistir a las reuniones de Ecofin de los 27 países miembros de la Unión, convencido como estaba de que las decisiones importantes ya se habían tomado en los cónclaves previos del Eurogrupo, un lugar que le estaba, precisamente, vedado, puesto que el Reino Unido no forma parte del euro. Al reunir a Merkel y Sarkozy en Londres, Brown soslaya el problema y mantiene la imagen de un Reino Unido miembro del directorio europeo incluso en temas monetarios, aunque sólo sea por el hecho de que Londres es la sede de los principales mercados financieros europeos y porque Gran Bretaña siempre ha tenido un papel relevante en la regulación de ese juego.

El que la reunión no haya tenido gran alcance práctico no quita para que haya molestado mucho. Objetivamente, la ausencia del presidente del Gobierno español, por mucho que se justifique de manera formal, es un mal trago político. Es cierto que José Luis Rodríguez Zapatero nunca se ha distinguido por su inclinación a estar en todas las salsas de la Unión Europea, pero también lo es que, a pocas semanas de unas elecciones como las del 9 de marzo, sus colegas eran perfectamente conscientes de la mala situación en la que le dejaban. Como mínimo, hubiera sido de esperar una reunión previa con él de alguno de los participantes, Angela Merkel o Nicolas Sarkozy, para recabar su opinión. Al reunirse con Rodríguez Zapatero a posteriori quedaba claro que el objetivo de la entrevista era informarle y no pedirle su opinión. Como en la UE nada resulta gratis, lo lógico sería esperar a ver en qué se cobra la descortesía la diplomacia española, llegado el momento.

En cualquier caso, los asesores de Rodríguez Zapatero tienen ya bastante claro que el presidente del Gobierno español no puede mantener, en una hipotética segunda legislatura, su actual desapego por la política internacional. Y desde luego que estará obligado a reenfocar su papel y su participación directa en el escenario de la UE. No sólo para prevenir situaciones como la de esta semana, sino, sobre todo, porque si vamos a atravesar turbulencias económicas, lo que haya que hacer sólo podrá hacerse dentro del marco de la eurozona. Y ahí deberíamos tener más voz que Brown.

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