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Cuba: no hay mal que por bien no venga

Las crisis provocan la búsqueda de solución a los problemas acumulados; de ahí el refrán: lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo. Pero desafortunadamente suele requerirse un golpe contundente para que se comprenda la urgencia del cambio, sobre todo si el poder absoluto, las ambiciones personales, los ilimitados egoísmos y el desprecio por el dolor ajeno han persistido durante décadas, destruido un país y establecido peligrosos compromisos coyunturales.

El no en el referéndum realizado el 2 de diciembre en Venezuela para modificar la Constitución de 1999, adoptada también bajo el mandato del presidente Hugo Chávez, ha evidenciado la reacción de la población de ese país ante las amenazas implícitas en la reelección ilimitada y los amplísimos poderes que hubiera conferido al máximo mandatario, así como la coartación de las libertades fundamentales. No le bastaron a Chávez las campañas propagandísticas, la limitación a los medios de comunicación privados y extranjeros, los miles de médicos, dentistas, maestros, entrenadores deportivos y otro personal cubano presente en Venezuela ni las promesas de una jornada laboral de 6 horas diarias, entre otras cuestiones.

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Chávez se empleó a fondo cultivando el populismo y el nacionalismo, pero eso pudo haberse tornado en su contra. La exorbitante presencia de cubanos -y los viajes de venezolanos a Cuba- posiblemente sirvieron de contrapropaganda, porque las calamidades económicas y sociales, las inmensas restricciones y la represión de Cuba se conocieron así en Venezuela. Los insultos a los dignatarios españoles y de otros países como parte de la campaña para la votación de su referéndum y, sobre todo, las amenazas a las empresas extranjeras, demostraron su irrefrenada ambición y el peligro a la extendida propiedad privada nacional. El presidente se sintió verdaderamente el sucesor de Fidel Castro, que lo ayudó a pasar de teniente coronel golpista a jefe de Estado. Quizás ahora comprenda que su tertulia satírica Aló presidente, con cantos, mofa y bufonadas, sólo gusta a los adulones propios y extranjeros. La sagacidad no se imita, nace, y los tiempos son otros.

Tampoco le ayuda a Chávez la interferencia en los asuntos internos de naciones vecinas como Colombia, donde su supuesta asistencia ha demostrado intenciones mezquinas, o Bolivia, inmersa en un cisma de consecuencias posiblemente catastróficas. Sus amistades peligrosas llegan hasta el lejano Irán, donde encontró un alma gemela. Ambos con sus petrodólares y fuerte incidencia en la producción y el precio del petróleo contribuyen a desestabilizar la economía mundial, con repercusiones nefastas para los países del Tercer Mundo, a los que pretenden manipular en sus ansias de desequilibrar a las naciones más ricas y desarrolladas e imponerse con sus cantos de sirenas a los más débiles.

Desploman ellos mismos la teoría del socialismo del siglo XXI y la lucha contra el egoísta capitalismo salvaje. Tanto la venta de petróleo a precios muy ventajosos y pagos dilatados como el ALBA para supuestamente alcanzar la unidad de América Latina y el Caribe comportan riesgo a la soberanía y la respetabilidad de gobernantes y pueblos. La integración avanza en todo el mundo, pero en pie de igualdad y con beneficios para disminuir las diferencias. No es para sustituir tutelas y expoliadores.

En ese terreno movedizo, el Gobierno de Cuba se ha insertado, con su incapacidad de ser económicamente eficiente, debido al voluntarismo y la conculcación de las potencialidades creativas del pueblo. Parásito de la Unión Soviética y sus satélites hasta 1989 fundamentalmente, se convirtió en la garrapata de Venezuela. Parece que Chávez no sólo desea el legado político de Fidel Castro, sino que aspira anexarse el archipiélago cubano, algo que ningún país había podido lograr realmente. Baste recordar que el imperialismo yankee es acusado de ser culpable de todas las desgracias ocurridas en Cuba. Pero... quien paga manda. Bochornosamente, algunos altos funcionarios de La Habana hacen la corte al heredero de Doña Bárbara y hasta han hablado de cesión de la soberanía y la bandera. Increíble en un país donde se atiza el nacionalismo y se han tenido ínfulas de gran potencia.

Como no hay mal que por bien no venga, el golpe extraordinario recibido por Chávez con el resultado del referendo que, contrario al fortalecimiento esperado, evidenció su debilidad por el despertar del pueblo, notoriamente de los jóvenes, debe tener preocupados a los dirigentes cubanos. Quizás el bolivariano no pueda seguir destinando tantos recursos a Cuba, sino que los desvíe para enfrentar los problemas y el desarrollo de Venezuela.

Desde hace casi año y medio los cubanos esperan que comiencen movimientos liberalizadores. Raúl Castro anunció cambios estructurales el 26 de julio pasado, que no ha realizado. El tiempo se está acabando para los inmovilistas. El pueblo no se merece la miseria material, intelectual y moral. Además, si el gobierno perdiera Venezuela, no tendría para dónde virarse, pues está en pugna con casi todo el mundo. Es hora de echar a andar realmente independientes, democráticos y con respeto a los derechos humanos.

Óscar Espinosa Chepe es economista y periodista cubano.

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