"Debíamos ser atendidos como cualquiera"
Beatriz (nombre supuesto) presume de ser una mujer afortunada: tiene dos niños sanos y un marido al que admira por su fortaleza y optimismo, pese a sufir la enfermedad. Su segundo hijo nació hace pocas semanas y en su casa se les acumula el trabajo. Oculta celosa sus datos personales para que su familia no se vea marcada por el sida que hace mucho contrajo su pareja. Es la primera compañera de un seropositivo que ha dado a luz en Euskadi tras someterse en el Hospital de Galdakao a un tratamiento de inseminación artificial con lavado de semen. Engrendó a su anterior hijo en una clínica barcelonesa, cuando Osakidetza no había implantado la técnica.
Gracias a los avances médicos, esta familia ha visto cumplido su sueño de convertirse en padres biológicos. "Mi marido tiene la suerte de tener muy buena salud. Para los que le rodeamos, ni está enfermo, ni se siente enfermo, pero él siempre repite que hace unos años, si le hubieran dicho que ésta iba a ser la vida que iba a tener, no se lo hubiese creído", dice.
"Algo de miedo al contagio te queda, pero confiaba en el equipo muchísimo"
Aunque el riesgo de contagio durante la inseminación es nulo, Beatriz confiesa que siempre temió un posible fallo: "Un pequeño miedo sí que te queda, pero tenía muchísima confianza en el equipo de Osakidetza y, sobre todo, en que no se había producido ningún caso de contagio anterior".
Tras pasar por una clínica privada y por el Hospital de Galdakao, destaca que las ventajas de la red pública son evidentes: "Además del dinero que te ahorras en el coste del tratamiento, el alojamiento y los desplazamientos al centro médico, también está la confianza que me da Osakidetza".
Tanto ella como su marido tenían claro que no deseaban recurrir a un donante anónimo sano para ser padres. Tampoco se plantearon la adopción: "Además, no sé si seríamos una pareja apta, porque creo que tienes que certificar que no tienes enfermedades graves, entre ellas el sida".
Hace varios años, solicitaron al Ararteko que instase a Osakidetza a ofrecer entre sus prestaciones el lavado de semen para seropositivos. Ante la falta de respuesta de Sanidad, optaron por una clínica privada. Para ellos y para las organizaciones de lucha contra el sida, el que la sanidad pública vasca ofrezca este servicio resulta de justicia. "Nosotros llevamos una vida absolutamente normal y sólo nos faltaba poder tener hijos. Pensamos que debíamos ser atendidos como cualquier otra pareja que acude a técnicas de reproducción asistida porque tiene una disfunción", reivindica.
El matrimonio ha asistido a la veloz mejora en el tratamiento del sida que supuso la introducción de los fármacos antirretrovirales. "En pocos años, la infección se ha convertido en una enfermedad crónica, en la que el paciente necesita una medicación continua que tiene efectos secundarios que pueden ser más o menos desagradables, pero que le permiten llevar una vida normal".
Ahora opina que es la sociedad la que debe dar el último paso y aceptar con naturalidad que se puede ser feliz, a pesar del VIH: "Yo no cuento que mi marido tiene sida, como otra mujer puede explicar que el suyo sufrió en su día un ataque al corazón".
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