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Reportaje:

Jartum vive el mayor auge de su historia

Sudán crece por encima del 10% pese a las sanciones de Estados Unidos

Cuando Osman regresó a Sudán tras años en el extranjero, descubrió con asombro que su cuenta de PayPal, el método más extendido de pago por Internet, no funcionaba como consecuencia de las sanciones impuestas por EE UU. Creyó que el país se venía abajo. Pero un año después, Jartum vive el mayor auge económico de su historia, la inversión llega en masa atraída por el petróleo y toda la ciudad está patas arriba con proyectos faraónicos que auguran una modernización sin precedentes.

Sudán lleva varios años encadenando un crecimiento anual superior al 10% pese a que Estados Unidos decretó sanciones económicas contra el régimen islamista en 1997, que ha ido reforzando con el paso de los años, especialmente desde que estalló en 2003 el conflicto de Darfur. Pero el crecimiento oficial superior al 10% (ahora en torno al 12%, el mayor de África) parece incluso por debajo de la vibrante realidad de Jartum: la polvorienta capital del país a orillas del Nilo, la emblemática ciudad que las tropas del Mahdi arrebataron al general británico Gordon en 1885, está cambiando su fisonomía a gran velocidad.

"Aquí corren los contratos y el dinero", dice una fuente diplomática
"Las cosas marchan. Vendo como nunca. Y tengo móvil", dice un comerciante

Un espectacular hotel de lujo con forma de huevo está a punto de inaugurarse. Lo financió Libia. Esta semana se ha abierto un gran puente que conecta el centro con Jartum Norte. Lo han construido los turcos. En la confluencia entre el Nilo Blanco y el Nilo Azul está en marcha el mayor centro de negocios de África, cuyos primeros rascacielos empiezan a insinuarse y que albergará oficinas para 60.000 trabajadores, 6.000 viviendas, campos de golf... El capital es árabe y chino, y el modelo, Dubai. El nuevo aeropuerto está en construcción y supondrá un salto de siglos en el tiempo.

"Todos están encantados con las sanciones de EE UU. Los occidentales no son competencia y aquí corren los contratos y el dinero. El Gobierno está muy contento con la situación", explican fuentes diplomáticas occidentales. El presidente, Omar al Bashir, se regodea de la situación a la más mínima ocasión. "No me interesan las sanciones de EE UU, sólo luchar contra la pobreza", dijo con sarcasmo en la inauguración del nuevo puente construido con capital turco.

Las primeras sanciones económicas estadounidenses se establecieron en 1997. En aquella época, el poder en la sombra en Jartum se llamaba Hassan al Turabi, ideólogo del islamismo radical que ofreció cobijo a Osama Bin Laden cuando todavía era un extraño empresario cargado de dinero y de proyectos antioccidentales. En plena crisis por el caso Lewinsky, Bill Clinton bombardeó una fábrica de medicinas creyendo que era una factoría de armas químicas. La tensión creció a partir de 2003, con el estallido de la guerra en Darfur, que la Administración estadounidense define como genocidio de árabes contra africanos.

El PayPal quedó entonces bloqueado. Pero el régimen contaba con el petróleo, una industria que nunca había despegado por la guerra entre Jartum y el Sur, finalizada en 2005. En 1999, el país producía apenas 15.000 barriles al día. Ahora, 450.000, y subiendo. Los chinos han llegado en masa, hambrientos de petróleo. Aprovechando las sanciones estadounidenses ha llegado medio mundo con maletas repletas de dólares: Turquía, los emiratos del Golfo, India, Myanmar. Todos, salvo los occidentales.

El auge tiene su reverso en la inflación, por encima del 10%. "En medio año, el azúcar ha subido el 25%; la harina, el 40%, los precios de los pisos en el centro se han doblado", se queja un restaurador del elegante barrio de Amarat. El incremento de precios ha lanzado alguna gente a la calle, pero las mejoras se dejan ver también fuera del centro. Incluso en el populoso barrio de Omdurman, atiborrado de mercados y de vida. "Las cosas marchan bien. Vendo como nunca. Y tengo móvil", explica Ahmed, que vende camellos justo donde Omdurman se convierte en desierto.

Las sanciones económicas no han asustado al capital. Y tampoco la inestabilidad que vive el país. Salvo Jartum, todo amenaza con venirse abajo. En Darfur (oeste) sigue la violencia y los 2,5 millones de refugiados suponen el 40% de habitantes de la región. La paz con el Sur tras una guerra terrible de 21 años y que costó dos millones de vidas parece más frágil que nunca tras la decisión del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM), el partido con más arraigo en el Sur, de suspender su participación en el Gobierno nacional. En el norte soplan vientos revueltos: grupos de oposición están amasando armas al considerarse maltratados por Jartum. En el este, el proceso de paz está estancado. Y en el centro, conflictos atávicos entre tribus han vuelto a activarse. Entre los nubarrones del pasado y los que se intuyen en el futuro, el sol luce ahora en Jartum. Y aunque rige la sharia, todos parecen lanzados al carpe diem.

Un viejo taxi pasa por delante del lujoso hotel Al Fatih, uno de los nuevos edificios de Jartum.
Un viejo taxi pasa por delante del lujoso hotel Al Fatih, uno de los nuevos edificios de Jartum.ap

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