La 'huella dactilar' de todo resto biológico
Una lágrima, una gota de sangre, un resto de sudor, la piel de un labio que se queda en una colilla o un vaso, un resto de esperma o incluso la caspa. Todas las células que proceden de un mismo individuo comparten el ADN, el material genético, único para cada persona, que condiciona desde su color de pelo hasta su estatura, su sexo o predisposición a tener diabetes.
Esta valiosa información está en el núcleo de todas las células de una persona, desde las que forman las capas más externas de la piel, el pelo y las uñas hasta las de la médula ósea o los líquidos orgánicos. En un 99% es común a todos los seres humanos -por eso nos reconocemos como miembros de la misma especie-. Pero hay una pequeña parte, probablemente menor al 1%, que difiere y que es única para cada individuo. Es la causa de que no haya dos personas iguales, salvo los llamados gemelos idénticos.
Toda esa información genética se encuentra repartida en 46 cadenas de genes, los llamados cromosomas, que son equivalentes dos a dos. Por eso el ser humano tiene 23 pares de cromosomas. Uno de los miembros de ese par viene del padre, y el otro, de la madre. Vistos en un microscopio, los cromosomas pueden agruparse como un conjunto de pares de 'X', cada pareja de un tamaño y con rasgos diferentes (brazos más o menos largos), menos la pareja que define el sexo, que puede ser una 'XX' (mujer) o una 'XY' (hombre).
Regiones únicas
Pero lo importante desde el punto de vista policial es que ya hay identificadas algunas regiones dentro de algunos cromosomas que son únicas para cada persona. Actualmente se conocen una veintena de estos lugares. Su estudio y comparación con una muestra anterior -el banco de ADN que se quiere crear- permiten identificar a cada individuo. Es similar a una base de datos de huellas digitales, pero que no depende de que un delincuente despistado apoye el dedo en una superficie.
El sistema es prácticamente infalible. Puede haber dudas en el caso de parientes muy cercanos (padre/hijo o hermanos). El caso extremo es el ya apuntado de los gemelos idénticos. Estos hermanos se desarrollaron a partir de un mismo óvulo -con material genético de la madre- y espermatozoide -con el ADN del padre-. Por eso su huella genética es idéntica.
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