Carácter de tempranillo

Impresionante la labor de Íñigo Sáez de Samaniego, el benjamín de una familia de cosecheros con pudor que ha sabido evolucionar en el diseño de sus vinos sin perder de vista los orígenes. Así, su maceración carbónica sigue teniendo el carácter de esta tipología cuando una peligrosa tendencia a la concentración está desvirtuándola. Su crianza, ahora comercializado como vino de añada, ha ganado en profundidad y sutileza. Y el Gloria de Ostatu, del que ya tuvimos ocasión de hablar hace un par de años, mejora con cada añada. Ahora sacan un vino de viñedo, Laderas del Portillo, elaborado con las uvas de una excelente parcela a 620 metros de altitud, en pendiente orientada al sur, y protegida por pequeñas montañas que la abrazan. La excelente tempranillo, que se selecciona en el viñedo -dónde mejor-, fermenta en pequeños tinos de roble francés y hace la maloláctica en barrica. Todo con el objetivo de preservar el fuerte carácter de la uva. Y eso es lo que atrapa desde el primer sorbo: un tinto de elegante personalidad, pleno de fruta fresca que se integra en el ámbito tostado y especiado de la madera, para evolucionar en boca con la soltura y persistencia de los grandes vinos singulares. Enhorabuena.