Contra el olvido
Los rostros tristes y melancólicos de este reportaje se observan por millares en los territorios palestinos ocupados. Se trata de personajes anónimos. Sólo si alguno de ellos se reconoce o es reconocido podría averiguarse su identidad. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, en sus siglas inglesas) ha rescatado de los archivos de su sede en Ammán (Jordania) cientos de fotografías y películas. Un material abandonado durante cuatro décadas sobre el que se desconocen los autores de las fotografías y las cintas; se ignora la procedencia de los refugiados, aunque puede aventurarse que marcharon al exilio desde Jericó durante la guerra de los Seis Días, entre el 5 y el 10 de junio de 1967. "Tampoco sabemos dónde fueron captadas muchas de estas imágenes. No se databan. Tratamos de identificar los lugares, pero en muchos casos es casi imposible", comenta una funcionaria de UNRWA en Jerusalén. Ahora llevan a cabo una tarea ímproba: digitalizar todo ese material. Ni siquiera se sabe cuántos rollos hay ni en qué estado se encuentran. "Acabamos de empezar. Esto llevará tiempo".
"Hay que impedir que los árabes regresen. Los viejos morirán, los jóvenes olvidarán", dijo Ben Gurión
Salvo por las tiendas de campaña -que pronto se desmontaron, dadas las perspectivas políticas del momento-, el resto de las instantáneas podría corresponder a épocas muy recientes o incluso al día de hoy. El panorama de las escuelas instaladas por UNRWA en Cisjordania y Gaza apenas ha variado en cuatro décadas. Los campos de refugiados de Jordania -probablemente aparezca el de Baqa en estas imágenes- son muy similares a los levantados en Líbano. Apenas se ha progresado en 40 años. La carencia de recursos es palpable, y la prioridad no ha sido hasta la fecha, ni mucho menos, desempolvar un archivo que refleja cómo el tiempo se ha detenido en los campos.
Y claro, el deseo de los refugiados es dar marcha atrás al reloj. Resulta frecuente en los campos que un joven que jamás ha salido de la franja de Gaza asegure ser de Yaffa, ciudad árabe convertida hoy en suburbio de Tel Aviv. Nunca la ha pisado, pero sus padres fueron expulsados por los soldados israelíes en el año 1948 y ellos siguen considerándola suya. Muchos refugiados se agruparon en los campos de Gaza, Cisjordania, Líbano, Jordania y Siria, según sus lugares de procedencia. Incluso los mujtar, una prestigiosa y tradicional autoridad local, seguía ejerciendo sus funciones entre sus vecinos como si no hubieran tenido que abandonar sus ciudades. Pueblos y aldeas enteros se trasladaron en bloque, al tiempo que sus casas originales eran derruidas. En 1967 -tras la ocupación de Cisjordania, Gaza, el Golán sirio y el Sinaí egipcio- se repitió la historia.
Seguramente, gran parte de estos niños, mujeres y hombres vivirán en Jordania. El 5 de junio de 1967, 180.000 refugiados de la guerra de 1948 se convirtieron -expulsados por Israel- de nuevo en emigrantes. Al menos 20.000 de ellos, menores de edad. La gran mayoría cruzó el puente Allenby -bautizado Al Husein en la ribera jordana- sobre el río Jordán. Con lo puesto y lo que podían cargar.
El 8 de junio, la aviación israelí bombardeó el puente, aunque la gente siguió escapando. Jericó y los campos de refugiados de sus alrededores se quedaron vacíos. El de Nuweime fue destruido. Entonces no se empleaba, para describir los métodos utilizados por el Tsahal, la definición que ahora utiliza el historiador israelí Ilán Pappe, "limpieza étnica". "Hay que impedir que los árabes regresen. Los viejos morirán, los jóvenes olvidarán", había dicho años antes Ben Gurión, fundador del Estado de Israel.
El perfil de quienes marcharon a Jordania es idéntico al de los refugiados que pueblan Gaza, Cisjordania, Siria o Líbano. Los niños de las fotos sobrepasan hoy los 40 años. Muchos ya no vivirán en los campos de refugiados. Del total de 1,8 millones de refugiados palestinos que residen en Jordania, sólo 300.000 habitan los 10 campos montados tras la guerra de los Seis Días. El total alcanza a 58 en todos los países de la región, para una parte de los cuatro millones de refugiados.
Se trasladaron en bloque desde sus pueblos originales en lo que hoy es Israel. La mayoría, con la esperanza de que regresarían pronto. Las tiendas de campaña en medio del desierto permanecieron en pie pocos años. Prohibido el retorno por Israel, comenzó la edificación. Los campos de refugiados constituyen hoy montones de casas de cemento, sin apenas servicios, sucios, habitados por gente depauperada, sin esperanza de una existencia mejor, sin atisbar solución al eterno conflicto.
En los países donde residen -Líbano, Siria y Egipto-, los refugiados no adquieren la nacionalidad, tienen vetado el acceso a numerosos empleos y las trabas burocráticas que afrontan se convierten casi siempre en insalvables. Los palestinos tampoco presionan demasiado para que se les concedan esos derechos. Sería restar fuerza a la llama de su causa. No obstante, las estadísticas apuntan que poco más del 10% de los cuatro millones de refugiados regresaría a Palestina si tuvieran esa opción.
¿Adónde? Israel controla el acceso a los territorios ocupados desde junio de 1967. Y desde 2000, tras el estallido de la segunda Intifada, castiga a la población de Cisjordana, apenas sin libertad de movimientos, y de Gaza, que malvive en un gueto. Son casi sesenta años de trabajo de UNRWA. Todo apunta a que su bandera azul continuará ondeando durante años a las puertas de los colegios, clínicas y centros comunitarios que financia la agencia de la ONU. Y que sus 6.670 empleados seguirán repartiendo alimentos a cientos de miles de personas. En los mismos cuencos, en los mismos centros de distribución desvencijados. Como siempre.
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