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Reportaje:

Cuestión de suelas

Francesco Manetto

Loris Stefani es chófer. Se pasa el día conduciendo entre el aeropuerto de Venecia y los pueblos de la provincia de Treviso, en el noreste de Italia. Pero tiene muy claro qué le gusta hacer en su tiempo libre: lo primero, quitarse los zapatos. "Caminar descalzo en medio de la hierba, o en la arena. No hay nada más relajante. Sientes que el cuerpo está en armonía con la naturaleza. Es otra manera de respirar". Loris ama pasear, exactamente igual que otro ciudadano de Montebelluna, su pueblo. Sin embargo, hay una diferencia: para él es sólo una afición. El productor de vinos Mario Moretti Polegato, en cambio, ha convertido esa pasión en un negocio millonario.

Así nació Geox, hace 12 años. La firma de los "zapatos que respiran" surgió de una caminata por las Montañas Rocosas, en el Estado norteamericano de Nevada. "No entendía por qué mis pies tenían que sufrir a cada paso. Hasta que un día me dije basta. Quería disfrutar de esa excursión, cogí una navaja suiza y agujereé la suela de mis zapatillas deportivas. Entonces me di cuenta de que caminar podía ser incluso un alivio. Sólo había un problema. Cuando llovía entraba agua. Así que empecé a darle vueltas al asunto", explica Moretti Polegato. Geox es hoy la primera empresa productora de calzado clásico e informal en Italia, con 612 millones de euros en beneficios, y cuenta con más de 500 tiendas y unos 10.000 puntos de ventas repartidos por el mundo. En España ha crecido el 500% desde 2001 y el año pasado vendió dos millones de pares de zapatos para mujeres, hombres y niños. Todo gracias a una corazonada a la que había que añadir otro invento: la membrana transpirante.

En los laboratorios de Geox, a menos de 15 kilómetros de las factorías de Benetton, todos buscan el secreto de la membrana perfecta

Y es que en los laboratorios de la firma, situados a menos de 15 kilómetros de la factoría de Luciano Benetton, todo el mundo está volcado en la búsqueda de la membrana perfecta. Los cerca de 700 trabajadores de la sede central no producen zapatos en cadena. Diseñan, cortan, manipulan y experimentan con nuevos materiales, terminan con mucho mimo unos 200 prototipos al día. Roberto Cavallini corta las pieles, Mauro Toffanin supervisa el proceso de perforación de las suelas, algunos jóvenes observan pensativos las pantallas de sus ordenadores antes de aportar algunas modificaciones a un nuevo modelo? Mientras tanto, un equipo de ingenieros intenta mejorar las prestaciones de los zapatos como si de neumáticos de fórmula 1 se tratara.

Rodeados de curiosos aparatos y máquinas antropomorfas, una decena de expertos comprueban que todo funcione. Dos robustas piernas mecánicas someten a los prototipos a la más severa prueba de resistencia: un paseo de 200 kilómetros cada día, durante una semana; una especie de incubadora humedece los zapatos para testar su grado de impermeabilidad, y un pequeño radiador ubicado en el interior de un modelo simula el estado del pie cuando está bajo esfuerzo, para comprobar el umbral de transpiración de la suela. "La membrana funciona", apostilla Cristian Marcon después de acercar un pañuelo blanco a la punta del zapato. "El vapor ha salido y ha empapado el pañuelo", explica.

Moretti Polegato empezó a estudiar el comportamiento de los materiales transpirantes en 1993. Solicitó créditos a algunos bancos, pese a ser de familia acaudalada, y pidió ayuda a investigadores de las universidades de Milán, Múnich y Oslo, donde existe un centro especializado en el movimiento del calor en el cuerpo humano. Así fabricó su primera membrana. Una capa de fibras sintéticas muy sutil atravesada por millones de minúsculos agujeros mucho más pequeños que las gotas de agua. ¿Dónde está el truco? ¿Cómo puede la membrana expulsar el vapor e impedir al agua entrar? Cuestión de tamaños. "El vapor que mana de los pies y las manos es 700 veces más pequeño que las normales gotas de líquido", apunta Alessandro Sacilotto, responsable de los laboratorios.

"Fui el primero en conseguirlo en el mundo", asegura orgulloso el presidente de Geox, quien también presume públicamente de ocupar la quinta posición en el ranking de los empresarios más ricos de Italia (en el sector de la moda sólo le gana Giorgio Armani). "Este año he superado a Luciano Benetton", confiesa satisfecho. Geox aplica ahora esta tecnología a sus primeras líneas de ropa pensadas para el ocio y el tiempo libre. Camisetas, chaquetas, cazadoras, sudaderas? Todas con membrana, por supuesto. Aunque, esta vez, ubicadas encima de los hombros.

¿Fue de verdad el primero? Al menos en Montebelluna, donde Polegato posee Villa Sandi, una mansión del XVII, no parece importar la pregunta. Todos dirán que sí. Y es que los colegios de este pueblo, en el que viven unas 30.000 personas que casi no conocen el paro, los niños estudian la historia de Geox como si se tratara de la Revolución Francesa. Primero aprenden que "una idea vale más que una fábrica", el sencillo lema que el presidente repite hasta la saciedad. Después, que para triunfar hay que saber protegerse. Lo que, traducido en el mercado, significa registrar productos e inventos ante las sociedades de derechos de autor de medio mundo. Como la idea del zapato que respira. "Intenté venderla a las principales empresas italianas, alemanas, americanas y españolas. Adidas, Puma, Nike, Kelme?", cuenta Moretti Polegato. "No creyeron en mí, así que registré mis patentes en más de cien países. Incluso en China. Muchas empresas inventan una tecnología, pero no la registran. Es un error", zanja el inventor de Geox.

Es suficiente, sin embargo, dar un paseo por la cercana Treviso para comprobar que las mujeres parecen elegir los tacones de aguja, que Geox no contempla entre sus modelos, mientras que muchos jóvenes lucen zapatillas de marcas anglosajonas. ¿No les preocupa la imagen, el diseño? "Todo lo contrario", se defienden en los laboratorios. "Las líneas han cambiado muchísimo desde los primeros modelos. Eran más feúchos, muy serios. Ahora hay de todo", apuntan al unísono dos jóvenes ocupadas en coser una tela de color verde.

Y Moretti Polegato concluye: "Aquí tenemos la oportunidad de utilizar todos los recursos de la moda italiana. Y tengo una obsesión, integrar moda y tecnología en una franja de precios medio-alta, para toda la familia. Así, millones de personas pueden acceder al mundo de Geox". Una firma que mezcla ya en su propio nombre el concepto de tierra (geo) y sugiere la idea de innovación tecnológica (representada por la letra x). Porque, como recuerda el chófer Loris Stefani, lo más importante es sentir los pies en contacto con la tierra. "Si no puedes caminar en una playa, esto es lo más parecido a la libertad", comenta mientras observa un campo labrado. Aunque sólo se trate de libertad de los pies. "Yo me conformo".

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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