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Reportaje:Un inmenso fraude sanitario

El calvario de Iris Chambers

Una mujer de 66 años apenas puede caminar tras iniciar un tratamiento por un simple resfriado

Iris Chambers, una mulata de 66 años, se recuesta sobre la corpulencia de su hijo Roberto, pastor evangelista, para desplazarse por su casa en la Plaza 5 de Mayo, en pleno centro de la capital panameña. Apenas puede caminar, habla con un hilo de voz y su rostro sólo expresa desesperación y tristeza.

Su imagen actual nada tiene que ver con la señora Iris fuerte e incansable que describen sus hijos y de la que da fe una fotografía en el comedor, cuando la mujer tenía un aspecto saludable. Hoy es poco menos que un esqueleto andante, que carga una bolsa conectada a una sonda para la orina y que es incapaz de recordar nada del calvario pasado en el complejo hospitalario del Seguro Social.

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La doctora Giselle Rodríguez describe el caso de doña Iris Chambers como el más impactante de todos los pacientes afectados por el temible Síndrome de Insuficiencia Renal Aguda (SIRA), que ha provocado 104 muertes, según la asociación de familiares de víctimas, y ha extendido el pánico en el país centroamericano. "Ingresó dos días antes de que descubriéramos la causa de la intoxicación masiva como una paciente hipertensa. Presentaba una afección renal que le impedía orinar y una gran debilidad en las extremidades. Entró en diálisis de urgencia", explica la doctora.

En cuestión de cinco días, quedó en coma profundo, perdió toda comunicación con los médicos que iban a evaluarla y necesitó un respirador artificial. Además de "una depresión severa del sistema nervioso", tuvo dos paros cardíacos. "El pronóstico era cada vez peor. La dábamos por una paciente perdida", recuerda la doctora Rodríguez.

Su hija Gladys explica que el único medicamento que tomaba doña Iris antes de acudir al hospital era la píldora para la hipertensión hasta que acudió al Seguro Social para que le practicaran una biopsia en un ganglio sospechoso en el cuello. Se resfrió y le dieron el jarabe fatídico para calmar la tos. En mala hora. Lo tomó durante 15 días, tiempo que resultó más que suficiente para que el veneno del dietileno-glicol hiciera estragos.

"Empezaron los dolores de espalda, vómitos y dejó de orinar", dice Gladys, que trabaja como vendedora ambulante. "Ingresó por primera vez en el hospital el 30 de agosto y no salió hasta el 20 de diciembre. Los médicos la declararon muerta en varias ocasiones", cuenta.

La familia Chambers -la madre y siete hijos- recibe una ayuda mensual del Estado de 360 dólares (casi 270 euros). "Únicamente en medicamentos ya gastamos 200 dólares cada mes", dice Roberto. "Nos ha cambiado la vida totalmente. Pero tenemos que apoyar a nuestra madre. Estamos esperando", añade, sin mayores precisiones.

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