ADN al servicio de la sociedad
El Banco de ADN de la UPV investiga sobre patologías como el cáncer y ofrece diagnósticos y pruebas de paternidad
Gestionar las muestras de ADN y ponerlas al servicio de la comunidad científica es el principal objetivo del Banco de ADN de la Universidad del País Vasco (UPV). Desde 2005, su equipo estudia en el campus de Álava el diagnóstico precoz del cáncer, la enfermedad de Alzheimer y el párkinson, entre otras líneas de investigación. Paralelamente, el banco ofrece a empresas, instituciones y particulares asesoría, diagnósticos, pruebas de paternidad y cursos de formación, entre otros servicios, con los que se trata de "retornar a la sociedad" su inversión en investigación, como destaca su responsable, Marian Martínez de Pancorbo.
Empresas, instituciones y grupos de investigación -cuyo proyecto sea aprobado por un comité científico y otro ético- pueden solicitar muestras por un precio simbólico, y, si la colección requerida no existe, proponer crear una. "Así han surgido colecciones muy útiles, como una de ADN de personas centenarias y nonagenarias", apunta Martínez de Pancorbo. El equipamiento se adquiere mediante convocatorias públicas de los gobiernos vasco y español. El servicio cuenta con tres técnicos de alto nivel en plantilla y un equipo de biólogos y bioquímicos becarios, además del apoyo de personal sanitario, químicos, matemáticos, técnicos de laboratorio y personal de administración.
Se investigan también las mutaciones genéticas que permiten prever el desarrollo del Alzheimer y del párkinson
El cáncer centra una de las principales líneas de investigación. El objetivo es realizar un diagnóstico precoz en cáncer oral, hepático y de mama, detectando alteraciones antes de que las células se hayan transformado en tumorales. "Estamos teniendo buenos resultados, sobre todo con el cáncer oral", afirma la bióloga. Se trabaja también con muestras de enfermos de Alzheimer y párkinson para hallar las mutaciones genéticas que permiten prever su desarrollo. Una de las áreas de mayor utilidad, destaca Martínez de Pancorbo, es la de farmacogenética, que pretende discernir qué características genéticas favorecen la aparición de una enfermedad.
Las pruebas de parentesco se realizan a petición de jueces y de cualquier particular. En este caso, el interesado debe pagar 350 euros y tener el consentimiento de los familiares que se van a analizar. Antes, para identificarle, se comprueba su huella dactilar. "Si no, un presunto padre podría mandar a un amigo", aclara la investigadora. El Banco de ADN colabora en casos penales, como asesinatos, analizando los vestigios de animales. "Un pelo de la mascota del sospechoso en el cuerpo de la víctima puede ayudar a hallar el culpable". El análisis de vestigios animales también se realiza para demostrar ante las compañías de seguros que un accidente de tráfico ha sido causado por la colisión con un animal salvaje, por ejemplo. Además, el banco participa en proyectos de recuperación de la memoria histórica, analizando los huesos de fosas comunes de la guerra civil. Esta especialidad se debe a la experiencia adquirida con un proyecto de arqueogenética sobre la evolución de la población del Cantábrico. "Es un trabajo complicado, porque el ADN de los huesos de hasta cuatro mil años de antigüedad se encuentra deteriorado, contaminado, y muchas cuevas están bajo el mar", señala.
Además de desarrollar otras líneas de investigación -calidad de alimentos y veterinaria, entre otras-, el Banco de ADN ofrece asesoramiento a empresas y particulares, realiza auditorías de calidad, y ofrece cursos prácticos de formación continua a profesionales.
Del donante al ordenador
Para que la colección sea representativa, el Banco de ADN obtiene las muestras de distintos hospitales del norte de la península. Recaba muestras de referencia -donantes sanos, a modo de control- y de patologías, en cuyo caso los médicos seleccionan a los pacientes idóneos. El donante puede cambiar de idea y retirar la muestra pero, si no lo hace durante un periodo de tiempo, su identidad se sustituye por un código para respetar su anonimato. De esa manera, ni el personal del banco sabrá a quién pertenecen las muestras y el donante no podrá conocer las conclusiones extraídas del análisis de las suyas, que, en caso de ser negativas, podrían perjudicarle.Para que nunca se acaben las muestras, el Banco de ADN inmortaliza las células guardadas. Se trata de infectarlas con un virus que hace que se multipliquen hasta el infinito. Ya obtenida la muestra, se separa el ADN que contiene mediante fuerza centrífuga y se mide la cantidad. Unas máquinas suben y bajan la temperatura de la muestra para provocar unas reacciones por las que la cantidad se multiplica. Las muestras se almacenan en congeladores a temperaturas de 20, 80 ó 170 grados bajo cero, y en un armario se conserva a temperatura ambiente una mancha de sangre de cada una como reserva, por si un apagón eléctrico echa a perder la colección congelada. Por último, una máquina conectada a un programa informático analiza el ADN mediante láser y el ordenador muestra el gráfico de picos que permite comparar dos muestras.En todo el proceso interviene un equipamiento de vanguardia cuyo precio total asciende al millón de euros. Todos los bancos de ADN del mundo -en España hay unos cuarenta- cumplen los mismos estándares de calidad, para que un investigador pueda utilizar muestras y comercializar los resultados en distintos países.
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