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Crítica:Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Puerta grande

"Al final me he quedado seis o siete, y las de las novilladas. Entre que no puedo ir a todas, que si el curro, que los compromisos... y que, oye, que son muchas corridas ya para mí. Eso sí, las novilladas no me las quitan ni a tiros". Son palabras inconfundibles en un aficionado madrileño, mil veces oídas cuando de analizar la feria, repartir o compartir entradas se trate y son muestra y síntoma de lo que las novilladas suponen en este ciclo festivo: un acontecimiento valioso; un chorro de frescura y de interés, nombres deseosos de triunfar, dispuestos a extremar las condiciones de valor o de volcar al completo el cubo donde guardan todos sus secretos técnicos y artísticos. También la comparecencia de los utreros más lustrosos de cada hierro, que prometen, normalmente bien cumplidos de kilos, movilidad y bravura. Añadamos a esto el privilegio del descubrimiento -"Sí, sí, yo lo vi desde novillero"; "De novillero puso la plaza boca bajo, luego ya..." - y comprenderemos que las novilladas, en San Isidro, no son plato de relleno.

Guadaira / Justo, Mota, Moral

Novillos de Guadaira. Bravos y con casta. Pegajoso y con peligro el 4º, y soso el 5º. Tres de ellos se resistieron a morir. Emilo de Justo: estocada (saludos); estocada algo trasera (silencio). Pérez Mota: estocada caída (vuelta); estocada (silencio). Pepe Moral: estocada pelín caída y dos descabellos (oreja); pinchazo y estocada (oreja). Salió por la Puerta Grande. Plaza de Las Ventas, 14 de mayo. 5ª corrida de abono. Casi lleno.

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Legionario II, el tercero, salió disparado de toriles, y a Pepe Moral, que se había arrodillado para recibirle en la puerta, apenas le dio tiempo de cambiar la larga. Sin embargo, ya asentado en el centro, le dio verónicas de mucho empaque, lentas, bien embebido el toro en el percal, con cadencia de sombra. Brindó, se fue al centro, y airoso, lo recibió cambiando. Le puso una firma larga y empezó a dar redondos templados, lamiendo el suelo, hipnotizado el toro tras la tela entre los jaleos de la plaza. Probó el izquierdo, que era peor, y volvió a la diestra a confirmar lo hecho en otra serie grande. Ya con la espada buena, lo llamó al molinete y volvió a sonar un ole en el redondo, al compás de la cintura, alegre como la estocada que, con verduguillo y todo, le valió un trofeo. Pero quería Puerta Grande, y a la puerta de toriles volvió a por el sexto. El picador Cancelo puso con él a prueba su tonelaje: dejó que el novillo se arrancara, metiera la cabeza bajo el peto y, sin ponerle la vara, esperó a ver si podía levantar caballo y caballero: empresa inútil que luego premió el piquero apenas señalándole. Llegó la muleta, un buen doblón, un completo de pecho, y en los derechazos el toro hizo tierra breve con rodillas y cuartos. Vio Moral que el pitón era el otro y, menos violentado, fluyendo suave y templado, creó una serie de naturales hondos y largos que pusieron en grito a la parda afición. Era la izquierda, y ya no le dejó salir de allí; se sucedieron las series, y antes del pinchazo y la estocada, chirriando los goznes de la puerta grande, se pidió silencio.

El segundo novillo se iba suelto, y Pérez Mota se lió a darle largas, que para eso están. Lo persiguió, la pierna flexionada para dar más capote, y lo fue recogiendo hasta el caballo. Cosas de novillero cuajado, no todo pueden ser verónicas. El buen trasteo con doblones y airosos remates atrincherados nos trasladó al Bosque gaditano, entre palmitos y truchas, la sierra blanca que esconde aire marino. Las fuerzas justas del animal le hacían puntear sin entregarse, y la muleta fácil del torero, que brillaba a veces, arrastrada y curva, se hizo soberbia en el pecho y la trinchera. Tras la estocada caída, el toro imitó "la muerte del toro" de Benllure, y media plaza sacó el pañuelo. El quinto fue soso y perezoso a los engaños, y Pérez Mota, demostró que está placeado: bulló y le anduvo muy bien con el capote. En la muleta se había hecho un silencio extraño en la plaza, más oscura en las gradas que otros días por el frescor del tiempo, y pareció llegarle el vaho al torero que, voluntarioso, sólo arrancó unas palmas liofilizadas.

De Justo estuvo como su apellido. En el primero, sin terminar de acoplarse, lo embarcó a derecha e izquierda y llenó la tarde de pases sin alma, de los que sólo brillaron trincherillas. En su segundo, con un público frío y severo, se las vio con buen oficio con un novillo que derrotaba, peligroso y violento, y buscaba con malicia. Hasta le sacó algún pase.

Pepe Moral, saliendo por la Puerta Grande tras la quinta corrida de la Feria de San Isidro.
Pepe Moral, saliendo por la Puerta Grande tras la quinta corrida de la Feria de San Isidro.CLAUDIO ÁLVAREZ

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