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Reportaje:

Respirar historia

Un onubense presenta a los 93 años una tesis doctoral sobre la sociedad, educación, política y economía españolas en el siglo XX

Manuel Domínguez transpira siglo XX. Nació en Paterna del Campo (Huelva) en 1913, en el seno de una familia socialista que le fomentó el interés por la lectura, la curiosidad y el conocimiento. Interés que no ha perdido en sus 93 años de vida y que ha llevado a este economista y catedrático en Contabilidad por la Universidad de Sevilla a convertirse en la persona de más edad en España que defiende una tesis doctoral. Lo hizo poco antes de Semana Santa en la Universidad de Huelva, obteniendo la calificación de cum laude.

Manuel había realizado los cursos del doctorado en la Universidad Complutense de Madrid entre 1971 y 1973, pero no pudo continuar por circunstancias personales. Por ello, completó los créditos que le faltaban en la Universidad de Huelva, entre 2003 y 2005. Créditos necesarios para completar su tesis, titulada Evolución socio-económica y educativa de España durante el siglo XX.

"Son mis vivencias. He querido escribir lo que he visto. Sin consultar libros ni nada"

"Se trata de mis vivencias. He querido escribir lo que he visto. Sin consultar libros ni nada. Algo puramente personal y objetivo. Y todo, para hablar de cuatro aspectos de un siglo entero: política, economía, sociedad y educación", explica el anciano en su casa, en una habitación repleta de fotos de su familia -su mujer, de 90 años que vive con él, sus dos hijas y sus cuatro nietos-, así como de galardones de reconocimiento por una vida de la que recuerda fotográficamente hechos y detalles. Una vida que ha plasmado en la tesis doctoral de más de 300 páginas. Desde los gobiernos de Alfonso XIII a la actual democracia, pasando por la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

Antes de convertirse en economista, Manuel fue maestro de escuela. "Yo empecé a estudiar Magisterio en 1928 y terminé en 1932", comenta. "Mi intención era irme para Madrid a estudiar en la Escuela Superior de Pedagogía y terminar formando a maestros. Con el advenimiento de la República, en 1931, el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes -que ahora sería Educa-ción-, Marcelino Domingo, suprimió esta escuela superior y la integró en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Y allí fui", explica sin dudar un segundo en fechas o nombres.

¿Cómo hacer para mantener un cerebro tan ágil a su edad? "Hay un aforismo, que nos repetían los profesores en la Universidad y que decía así: 'Mente que no se ejercita, no sólo no se desarrolla, sino que se atrofia'. Y tenían razón. El cerebro es un órgano que hay que cuidar", afirma Manuel. Él se levanta todos los días hacia las 9.00. Desayuna. Lee los periódicos -"lo he hecho siempre, porque hay que estar al corriente de todo"-, y se sienta a escribir. "Ahora, como estoy un poco delicado de la vista, se lo dicto a una becaria de la Universidad de Huelva", aclara. Manuel nunca ha dejado de trabajar, escribir y dar conferencias y actualmente se encuentra escribiendo su próximo libro, que se titulará Si los antepasados levantasen la cabeza.

"Pero le estaba explicando lo de mi llegada a Madrid en 1932", recuerda. "Allí tuve la suerte de tener un profesorado excepcional. A Ortega y Gasset en Metafísica y a Julián Besteiro en Derecho, por ejemplo. Y un condiscípulo mío fue Julián Marías, que tenía mi edad". Y en sus frecuentes visitas a la Residencia de Estudiantes, Manuel tuvo la oportunidad de asistir a charlas y conferencias de García Lorca, Salvador Dalí o Rafael Alberti.

La Guerra Civil lo truncó todo y debió abandonar los estudios de Pedagogía. Manuel se escondió en su pueblo natal, con su familia, ya que su padre, socialista, ocupaba un puesto de alta responsabilidad en la Diputación. Tras la contienda, logró rehacer su vida en el mundo de silencios y miedos en el que se había convertido la España de la posguerra. Así, trabajó como maestro en Huelva. "Hasta que en 1944 abrieron la escuela de Comercio y me matriculé". Y ahí empezó una carrera de economista meteórica.

Desde la atalaya que le otorgan sus 93 años, Manuel ve la evolución de España con asombro. "En los avances sociales, por ejemplo, nunca me hubiera imaginado cosas como las bodas entre homosexuales, aunque tengo mis reservas en cuanto a que puedan adoptar niños, no lo veo bien", dice. En todo caso, su optimismo prevalece. "Nunca hemos estado mejor que ahora. Y creo que, a pesar de los problemas que surjan, iremos a mejor, tengo fe en el género humano".

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