"En dos horas ha cambiado toda mi vida literaria"
Luis Leante quiere saludar al periodista, obedecer al fotógrafo y atender al móvil, y todo con exquisita amabilidad. Está nervioso y radiante. Acaba de ganar el Premio Alfaguara y su vida transitará a partir de ahora "por otro carril", comenta este profesor de latín mientras con un gesto despistado se ajusta las gafas cerca de sus casi dos metros de altura.
Pregunta. Dice su jefa de estudios del instituto El Pla de Alicante que está muy contenta. Ha puesto un cartel en la sala de profesores para anunciar y celebrar el premio.
Respuesta. ¿Ah, sí? ¡Qué bien!, porque, además, supongo que tendré que pedirle un año de excedencia para la promoción del libro.
P. ¿Puede sintetizar el argumento del libro?
"Con la globalización da igual vivir perdido en las montañas de Aragón que en Alicante. El acceso a las grandes editoriales es igual de difícil"
"Hay una literatura paralela a la comercial, la que llega a las librerías, casi desconocida por el público, con muchos autores y obras interesantes"
R. Veamos: es la vida de una mujer de unos 50 años que tiene una crisis de identidad por un divorcio y la muerte de una hija. Por un accidente de pronto descubre la fotografía de un antiguo novio de la adolescencia que ella creía muerto. En su huida hacia adelante, decide averiguar qué fue de aquel novio. Y eso la lleva hasta el Sáhara, hasta campamentos de refugiados. Al mismo tiempo, se cuenta la historia de ellos en la Barcelona de 1975; sus diferencias de clase social y la huida de él como legionario al Sáhara, donde le pilló la Marcha Verde y el Frente Polisario.
P. Usted, profesor de latín, también fue al Sáhara con un ex legionario.
R. Se daba un contrapunto, sí. Pero primero fui en 2002 con un grupo de alumnos para llevar material escolar y medicinas. Ya me enamoré de aquello. Y volví al año siguiente con un ex legionario que había estado, precisamente, dando palos a los saharauis, y a los que ahora llevaba ayuda. Me enseñó otra cara del Frente Polisario y del pueblo saharaui. Pero el meollo del libro no es el problema del Sáhara, sino la historia de amor. También un grito de denuncia, de atención. En ese viaje ya tenía la intención de escribir. Mi literatura bebe de las experiencias que me cuentan, y también de las que vivo y de las cosas que leo, claro.
P. ¿Y de su trabajo diario en un instituto?
R. Hasta ahora, no. Tengo muy claro la separación entre lo que es la literatura y mi trabajo. A veces dan ganas porque también tiene muchas cosas para denunciar y contar.
P. Hace siete años escribió una carta en EL PAÍS en la que respondía a unos padres, críticos con los profesores, a los que pedían puntualidad y buenos modales. Señalaba entonces el mal estado de la educación. ¿Ha mejorado?
R. No, incluso en casos ha empeorado. La educación de los niños se ha dejado en mano de las escuelas por razones sociales, laborales... Se da una responsabilidad a los profesores y los padres se la quitan. La educación tiene que ir de la mano del profesor y de los padres, pero más del 75% corresponde a la familia. Hay una dejación de funciones. A nosotros nos exigen años de estudios universitarios, de oposiciones larguísimas, para enseñar a niños de 12 a 18 años, y para ser padre no se necesita nada.
P. Usted es padre de una niña.
R. Y sé lo duro que es la educación, tanto en el instituto como en la familia. Pero nunca dejaría la educación de mi hija sólo en manos de los profesores.
P. ¿El latín ha influido en su estilo?
R. Al principio tenía mucha influencia la sintaxis de Cicerón, la forma de construir las oraciones subordinadas. Me ha costado mucho quitármela. Pero el dominio que tengo del castellano se lo debo al latín.
P. ¿Cuáles son sus principales influencias y gustos literarios?
R. Crecí con la literatura latinoamericana. Mario Vargas Llosa, García Márquez... Los leí a los 18 o 19 años. Me dejaron una marca que creo reconocer en mi obra: pasión por los argumentos, por la forma, el uso del lenguaje tan distinto a la península.
P. ¿Y de autores españoles actuales?
R. Hay varios, pero dos especialmente, Luis Landero y Almudena Grandes.
P. ¿Cómo empezó a escribir?
R. Empecé a leer por curiosidad y aburrimiento novelas de aventuras. Y al mismo tiempo iba creciendo en mí el ansia de imitar a esos escritores. Recuerdo Los 5, de Blyton. Con 12 años lo leía e intentaba imitarlo.
P. Ha ganado 17 galardones literarios [en Crevillente, Teruel, Albacete, Irún, etcétera], ¿no?
R. No sé cuantos. Algunos son de relato, otros de novela, de poesía. Pero me considero sobre todo un narrador.
P. Pero no han tenido distribución nacional, ¿por qué?
R. Los premios no siempre llevan detrás un reconocimiento. Hay una literatura paralela a la comercial, casi desconocida por el público, con muchos autores y obras interesantes. Pero parece que está desconectada de los cauces comerciales porque no llega a las librerías.
P. ¿Cree que le ha perjudicado escribir desde la periferia, en Alicante, fuera de los centros editoriales de Madrid o Barcelona?
R. No. Con la globalización, da igual vivir perdido en las montañas de Aragón o en Alicante. El acceso a las editoriales grandes sería igual de difícil. La periferia hoy es un concepto perdido.
P. ¿Qué le supone el Premio Alfaguara?
R. Con este premio paso de un carril a otro sin transición. Lo más importante es que me permite acceder a un gran número de lectores y a otros circuitos distintos a los acostumbrados.
P. También ha llevado al cine sus relatos.
R. Sí, un par. El más conocido es El criador de canarios. Lo adaptó Esteban López Judería, Pimpi, un director de Teruel con el que he escrito guiones como Póker de jotas, que se va a estrenar pronto. Son cortometrajes.
P. ¿Qué va a hacer con el dinero del premio, 133.000 euros?
R. No he tenido tiempo de pensarlo. Tengo cosas que hacer en la casa, como cambiar el suelo de la cocina y el cuarto de baño, pero supongo que dará para más. No quiero pensarlo mucho, me da un poco de vértigo.
P. ¿Piensa dejar la enseñanza para dedicarse sólo a escribir?
R. Seguiré, porque es lo que me gusta. Y a saber qué pasa.
P. ¿Cómo ha reaccionado su mujer?
R. Ha intentado darme tranquilidad, porque soy muy nervioso. En dos horas ha cambiado mi vida literaria.
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