Recuperar la alegría de leer y escribir
El Hay Festival cierra una nueva edición demostrando su cercanía con el lector
Lucero González viajó ocho horas en autobús y luego en avión para llegar a Cartagena de Indias y asistir al Hay Festival, que terminó el domingo. Quería conocer escritores, oírlos, aprender de ellos trucos para que sus alumnos de literatura de una pequeña población de la Orinoquia (una inmensa llanura al otro lado del país) le tomen gusto a leer y escribir.
Es el encanto mayor de este festival: baja del pedestal a los escritores y los pone a dialogar con los ciudadanos de a pie, sus lectores. Lucero regresó con medio cuaderno de colegiala lleno de apuntes y de frases que en la calle le regalaron los escritores: "La poesía es la salud del lenguaje", escribió Juan Manuel Roca, el poeta colombiano que acaba de recibir el Premio José Lezama Lima, de Casa de las Américas. "Una obra no termina hasta que otro no la lea", escribió la cubana Ana Mercedes Menéndez luego de participar en la charla Tres narradores hispanos en Estados Unidos junto al dominicano Junot Díaz y al español Eduardo Lago, premio Nadal 2006 y director del Instituto Cervantes de Nueva York.
Los tres conmovieron con sus historias. Junot Díaz llegó a los seis años a Estados Unidos. Pasó de vivir en una casa donde el agua la tenían que traer de lejos, a un apartamento bien equipado en Nueva Jersey: "Yo no entendía nada". Encontró en la lectura la única patria a su alcance. "Leer me hizo humano", dijo. En Drown, su libro de cuentos escrito en inglés, retrata, dicen los críticos, el mundo de los inmigrantes. Él no acepta esta interpretación de su obra: "La literatura no refleja comunidades".
La charla de DBC Pierre -Dirty But Clean (Sucio Pero Limpio), apodo que salió de un personaje de dibujos animados- fue hermosa. Contó su vida: australiano, de padres ingleses, vivió muchos años en México y de tenerlo todo, se hundió en un hueco de drogas, excesos y miseria. "Fui a una fiesta a los 16 años y desperté a los 28", resumió. Después, empezó a escribir "porque era barato". Ganó el Broker Prize de 2003 con su primera novela Vernon Dios little, "una novela latinoamericana originada en inglés", contó. Confiesa sin sonrojos que no lee y que escribió su novela en cinco semanas: "Luego me demoré 16 meses corrigiendo, dándole estructura".
En la lista de los que se bajaron del pedestal y contaron historias sencillas figuran también el cubano Pedro Juan Gutiérrez -habló con la periodista y escritora Alma Guillermo Prieto-, y el español Manuel Rivas. Rivas hizo sonar el caracol, recitó en gallego y contó que su tío, que vendía azafrán y era pequeño, tenía una máquina de escribir también tan pequeña que él, de niño, la miraba y pensaba: "Tengo que hacer poesía, no puedo hacer prosa, no cabe en la máquina".
En la recta final empezaron los balances: Wole Soyinka, -el Nobel nigeriano- fue elegido por los invitados como el escritor de la segunda versión cartagenera de este festival informal. Soyinka, además de participar en coloquios y galas de poesía, se colocó a la altura de un grupo de niños jóvenes de un barrio pobre de esta ciudad y les dio un consejo: "Miren a sus padres, a sus abuelos, a sus hermanos, miren lo que los rodea y escriban, escriban y escriban...".
La librería Ábaco, que cambia su horario en estos cuatro días de fiesta (abre de siete de la mañana a medianoche), triplicó sus ventas. Los escritores que más vendieron fueron la noruega Asne Seierstad y Jorge Volpi, el mexicano de 38 años que empezó a escribir a los 15 por influencia de un amigo que hablaba con pasión de la literatura. Volpi es el primer elegido de un ramillete de escritores latinoamericanos que, en los próximos años, formarán una biblioteca virtual. Es un proyecto del Hay Festival con la Fundación Mapfre, una de las entidades que apoyan este evento junto a la Fundación Carolina, el Ministerio de Cultura español y el Banco Santander.
¿Qué dejan esos cuatro días de fiesta literaria donde en cualquier esquina era posible encontrarse con un escritor y peguntarle sus secretos? Ricardo Lago, considerado por el periódico de esta ciudad, como uno de los "indispensables" en el ramillete de 50 escritores invitados, lo resume en una frase: "Devuelve a la literatura la alegría que nunca debió perder".
Babelia
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