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Cataluña paga 60.000 euros por un error médico sin esperar el juicio

Los doctores admiten que pudieron apreciar la leucemia de un enfermo dos años antes

El Servicio Catalán de la Salud ha abonado 60.493 euros por daños y perjuicios a la familia de un hombre de Barcelona que falleció por una leucemia que se le podría haber diagnosticado con más de dos años de antelación, en la primera biopsia que le practicó. De esta manera, el enfermo no recibió el tratamiento médico adecuado y cuando se descubrió la dolencia real que sufría ya era demasiado tarde. El acuerdo se ha producido a instancias de la Generalitat y sin necesidad de llegar a juicio, aunque quien abonará la cantidad será la compañía aseguradora.

Un médico certificó que coincidían las células cancerígenas de las dos biopsias
El diagnóstico inicial del paciente, sarcoma de Ewing, nunca se puso en duda
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El reconocimiento de la responsabilidad patrimonial de la Administración, que es lo que ha ocurrido en este caso, es poco habitual en España. Y mucho menos cuando se trata de casos de mala praxis médica, en los que casi siempre se espera a la sentencia judicial. En el caso de Cataluña existe algún precedente con el Servicio Catalán de la Salud, que gestiona los hospitales concertados.

A esta reducida lista se suma el caso de Arnau García Pérez, que tenía 28 años cuando falleció. La Generalitat catalana ha llegado a un acuerdo económico con su familia ante la evidencia de lo ocurrido y la claridad de los propios informes médicos.

Los hechos arrancan del 3 de octubre de 2000, cuando Arnau acudió al hospital de la Cruz Blanca de Barcelona, un centro concertado. El hombre, que entonces tenía 25, sufría molestias en la ingle izquierda que se aliviaban con anti-inflamatorios. El día 18 del mismo mes y tras la biopsia de la tumoración del hueso se le diagnosticó un "tumor maligno de célula pequeña redonda, que sugiere sarcoma de Ewing". Se trata de una tumoración maligna que es característica de los niños y personas jóvenes con una gran tendencia a producir metástasis pulmonares y óseas.

Con ese diagnóstico y la recomendación de dos médicos del primer centro de que se practicara una segunda biopsia, Arnau fue remitido al servicio de oncología del hospital de Sant Pau. Ingresó el 26 de octubre, nunca se le realizó la biopsia sugerida y el 9 de noviembre de 2000 un informe médico concluyó: "diagnóstico final: tumor de célula pequeña compatible con sarcoma de Ewing". A partir de ahí se sometió a diversas sesiones de quimioterapia y radioterapia, así como un autotrasplante de células.

"Fue muy duro para él. Tenía una gran fortaleza física y por eso lo pudo soportar todo, pero sufrió mucho", recuerda la madre, Rosa María Pérez. Antes de ese autotrasplante, los padres solicitaron una segunda opinión de un especialista del Servicio de Oncología Médica del Instituto Catalán de Oncología, el cual, partiendo del diagnóstico inicial, confirmó que el enfermo estaba recibiendo el tratamiento adecuado. El problema era que el diagnóstico era equivocado.

En junio de 2001 parecía que Arnau había ganado la batalla a la enfermedad y los médicos no le fijaron más controles, hasta que tuvo una recaída el 23 de octubre de 2002 y volvió a ingresar en Sant Pau. Cinco días después se le practicó finalmente la segunda biopsia que habían recomendado los médicos hacía tiempo y el diagnóstico definitivo indica que había sufrido una "recaída leucémica".

"No sé de qué me están hablando. Nunca me habían dicho que mi hijo tuviera leucemia", les espetó la madre a los médicos. Y es que al descubrirse las células cancerígenas de la segunda biopsia se revisó la laminilla de la primera que nunca se había analizado y se demostró que eran idénticas. Otro informe médico realizado durante la tramitación del caso explica que las células del sarcoma de Ewing y de la leucemia son similares, por lo que habitualmente se acude a análisis más detallados. Por eso los primeros médicos recomendaron una segunda biopsia que tardó más de dos años.

Arnau García falleció el 30 de diciembre de 2003. Estaba soltero y era el único hijo de Rosa María Pérez, quien se sigue preguntando una y otra vez "por qué hubo de pasar tanto tiempo para que se le practicase la segunda biopsia".

La mujer está convencida de que, de haber sido así, "probablemente seguiría vivo". La madre admite que quizás es demasiado optimista, pero no se resigna. "En todo caso es mi problema. Los médicos igual tendrán otro".

Rafael Núñez, abogado la familia y especializado en casos de imprudencia médica, entiende que "el acuerdo económico evita al ciudadano tener que sufrir el dilatado proceso judicial". La prueba principal para que el caso acabara en indemnización es el reconocimiento por escrito que hizo un médico del Hospital de Sant Pau de que las células cancerígenas de la segunda biopsia coincidían con las de la primera. Lo solicitó la madre y, según relata ésta, en aquel momento ya le preguntó el facultativo firmante si no iba a utilizar ese informe para emprender acciones legales.

En opinión del abogado, más allá de las especulaciones sobre si la muerte de Arnau García era o no evitable, "lo trascendente es que la Administración ha aceptado abonar una indemnización sin que medie sentencia y con ello está recogiendo la doctrina del Tribunal Supremo de que no sólo debe ser indemnizado el daño corporal, que sería la muerte, sino también la pérdida de expectativas de supervivencia al negársele al paciente el derecho a combatir la enfermedad con eficiencia médica completa".

Rosa María Pérez, la madre del hombre fallecido.
Rosa María Pérez, la madre del hombre fallecido.JOAN SÁNCHEZ

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