El mundo de Felipe
Es uno de los mejores poetas contemporáneos. Heredero del simbolismo y de la poesía meditativa, su palabra no necesita buscar paraísos extraños para hacernos sentir la profundidad de un mundo vivo, particular, ajeno y siempre ingobernable. Su mirada sólo necesita el mar de la bahía de Cádiz, o los escenarios de la infancia, o el amor verdadero, o el paso de las desconocidas por las calles de la ciudad, o los rincones de la noche y del amanecer, para advertirnos de que la existencia es una caja de sorpresas con triple fondo y que la literatura debe correr, conmoverse, quedarse casi sin respiración para ordenar el sentido de la realidad y convertirlo en un estilo preciso. Va de Antonio y Manuel Machado a Luis Cernuda o a Jaime Gil de Biedma para hacerse Benítez Reyes. Libros como Los vanos mundos (1985) o Escaparate de venenos (2000) ya forman parte de la historia de la literatura española.
Es un novelista excelente. Personajes como Walter Arias o Yéremi Alvarado nos han enseñado a imaginar disparates y a vivir realidades, haciendo que la realidad sea un pozo sin fondo, porque los sentimientos y los deseos son siempre un pozo sin fondo, una obsesión, igual que la memoria y las insatisfacciones. A través del humor y de la certeza expresiva, el amante de la literatura aprende a respetar la vida, a conocerla, en un viaje que va de Dickens a Chesterton, o de Galdós a Marsé, sin olvidarse por el camino de Valle-Inclán o de Gómez de la Serna. Novelas como El novio del mundo (1998) o El pensamiento de los monstruos (2002) han conformado una personalidad original y deslumbrante en la narrativa española.
Como columnista, ensayista, novelista y poeta, Felipe es una literatura. Semejante calificación suele ser peligrosa, porque se puede afirmar que conforman una literatura tanto los que hacen muchas cosas sin alcanzar calidad decisiva en ningún sitio como los que consiguen devolverle las mayúsculas a las distintas fronteras del arte literario. Felipe es una literatura en el mejor sentido de la expresión. Ha conseguido fundar un mundo e impone sus reglas en el pacto literario. Al abrir un libro de Felipe Benítez Reyes, el lector sabe que está entrando en una literatura personal que forma parte de la literatura. Y por eso el autor tiene razón cuando duda, se ríe, ironiza, busca metáforas, se equivoca y sale del peor de los atolladeros.
Pensarán ustedes que éste es un artículo excesivo. Tienen razón. Pero es que estoy muy contento con el premio que se le ha concedido a Felipe. Y muy seguro de mi admiración. Hace años que aprendí que es mejor, para no morirse de envidia, saber disfrutar con los éxitos de los amigos. Y Felipe toca la guitarra como Dios, y sabe beber como nadie en las noches de verano.
Luis García Montero es poeta.
Babelia
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