"Tomo una foto y me la llevo porque no sé cuándo volveré"

El tenor Roberto Alagna, célebre por haber plantado al público de la Scala en plena representación de Aida, se presentó el jueves por la noche ante el teatro. Habría debido interpretar de nuevo al faraón Radamés si la dirección de la Scala no hubiera decidido que su gesto suponía una rescisión de contrato. Alagna sabía que no le dejarían entrar, y no lo intentó: se plantó en mitad de la plaza, rodeado por los fotógrafos que había convocado y por algunos curiosos, y entonó unas frases de Madame Butterfly.

Luego sacó el teléfono móvil y fotografió la fachada de la institución milanesa. "Tomo una foto y me la llevo, porque no sé cuándo volveré a ver este teatro", proclamó. "Lo he amado mucho; aquí interpreté una Bohème dos días después de morir mi primera esposa".

El tenor franco-siciliano insistió en que el domingo por la noche, cuando se produjo el incidente, sufría una hipoglucemia y se sentía mal. Según él, el malestar le obligó a abandonar el escenario, justo después de escuchar los abucheos. Su explicación podía resultar verosímil para cualquiera que no hubiera visto su gesto de rabia, su puño alzado y la energía con la que se marchó al camerino.

El abogado de Alagna, Marco Rocchini, aprovechó la ocasión para anunciar que ya había presentado una demanda contra la Scala: "Mi cliente cedió a un impulso, es cierto, pero el teatro podía haberle defendido; además, se encontraba mal", explicó el abogado.

Roberto Alagna incrementó las sospechas de que su espantada tuvo fines publicitarios (como la propia comparecencia nocturna ante el teatro) al declarar su intención de iniciar una carrera como cantante ligero. Confirmó que participaría en la próxima edición del Festival de San Remo, como concursante y no como invitado ("aún no soy lo bastante famoso", explicó), y que, tras su disco con romanzas popularizadas por Luis Mariano, grabaría otro con temas populares contemporáneos. "Comencé en el cabaré, todo esto no es una novedad", aclaró.