Una batalla campal en Santiago se salda con 100 detenidos y 43 policías heridos
Los incidentes en el centro de la capital fueron provocados por grupos de jóvenes radicales
El centro de la capital chilena amaneció ayer con numerosos escaparates rotos y restos de las barricadas incendiadas durante los violentos disturbios que se produjeron en la madrugada de ayer durante las celebraciones por la muerte de Augusto Pinochet. Los enfrentamientos entre grupos de manifestantes descontrolados y fuerzas de los carabineros (policía militarizada) se saldaron con un total de 43 agentes heridos -uno de ellos de gravedad tras sufrir una fractura craneoencefálica-, casi un centenar de detenidos y decenas de negocios destrozados o saqueados.
A pesar de que miles de personas, entre ellas numerosas familias, se manifestaban de forma pacífica tras conocer la noticia del fallecimiento del dictador, a medida que la marcha avanzaba desde la plaza Italia por la emblemática avenida de la Alameda hasta el palacio de la Moneda -sede oficial del Gobierno chileno-, grupos de jóvenes comenzaron a romper escaparates, cruzar coches y contenedores de basura e incluso provocar un conato de incendio en una gasolinera, cuyo supermercado fue asaltado.
La Fuerza de Carabineros intervino entonces con material antidisturbios y comenzó a practicar detenciones, mientras militantes de las Juventudes Comunistas y de Izquierda Cristiana, que participaban en la manifestación, trataban de evitar que los descontrolados atacaran a botellazos a las patrullas policiales, a las que sorprendían en inferioridad numérica. Las carreras se prolongaron hasta bien entrada la madrugada y durante varias horas se vivieron situaciones de gran tensión.
Grupos de jóvenes incendiaron neumáticos en medio de la calzada. Según la policía, estas barricadas ardientes llevaban preparadas desde las seis de la tarde. Algunos de los carabineros heridos aseguraron ayer haber sufrido "una verdadera lluvia de piedras". Tres de los policías hospitalizados presentaban heridas causadas por perdigones.
A medida que avanzaban las horas y la situación comenzaba a quedar bajo control en el centro, los actos vandálicos se trasladaron a la periferia de la capital; en algunas poblaciones (barrios populares) de Santiago, comercios como panaderías o peluquerías resultaron saqueados. Hubo una notable excepción: La Victoria, conocida por ser un lugar de manifestaciones bajo la dictadura contra el régimen de Pinochet, celebró una noche de carnaval caracterizada por la ausencia de incidentes.
Como medida de prevención, la guardia presidencial decidió cerrar las puertas del palacio de la Moneda, que permanecen normalmente abiertas por orden del presidente Ricardo Lagos (que gobernó Chile entre 2000 y 2006). Mientras, varios helicópteros sobrevolaban el centro de la capital. La zona presentaba ayer un tráfico sensiblemente inferior al de un lunes normal. "Si es que parece un domingo", señalaba un profesional que trabaja allí. "Todos tienen el derecho a manifestarse, pero que lo hagan de acuerdo con las normas", subrayó Juan Bernales, general jefe de Carabineros, cuyo cuerpo había puesto en marcha un dispositivo de seguridad similar al de cada 11 de septiembre, aniversario del golpe de Augusto Pinochet contra el presidente constitucional Salvador Allende.
Aunque durante la jornada de ayer los incidentes bajaron sensiblemente de intensidad, la tensión entre partidarios y detractores del dictador chileno afloró de manera constante, especialmente en las inmediaciones de la Escuela Militar, donde se velaban los restos de Pinochet.
"¡Que muera el asesino!"
Varias personas que aguardan a ingresar en el recinto atacaron un edificio en obras desde el que los obreros lanzaban gritos de "¡Que muera el asesino!". Los partidarios del dictador, entre ellos uno que lucía numerosas cruces esvásticas en su mochila, causaron graves destrozos en un local comercial situado en los bajos. La policía detuvo a una mujer. Una par de horas después, y en el mismo lugar, aparecieron varias personas vestidas con camisetas con la efigie del Che Guevara. Volaron los puñetazos y los carabineros tuvieron que efectuar otra detención.
En otro punto de la ciudad, una marcha no autorizada y convocada por víctimas de Pinochet que intentaba aproximarse a la tumba de Salvador Allende, situada junto al palacio de la Moneda, para dejarle flores, fue reprimida por la policía con agua a presión y gases lacrimógenos. Hubo ocho detenidos, entre los cuales se encontraba la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, Lorena Pizarro. Los incidentes continuaban pasadas las dos de la madrugada en la España peninsular, cuatro horas menos en Chile.
Los diversos encontronazos no sólo se produjeron en Santiago. En la localidad de Iquique (a 1.850 kilómetros al norte de Santiago), un sacerdote se negó a decir misa ante un gran retrato de Pinochet que portaron varios simpatizantes al interior de la iglesia. La trifulca se saldó con la intervención de mandos militares, insultos al cura y el abandono del templo por parte de los pinochetistas.
"Lo que hemos visto son hechos de división que no nos gustan", apuntó ayer la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, como única referencia a los incidentes que se han venido produciendo desde la muerte del dictador. El subsecretario de Interior, Felipe Harboe, calificó como "hechos aislados" los enfrentamientos.
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