Artistas de pasarela
Los maquilladores, verdaderas estrellas del 'backstage'. Las marcas, que cuelan sus productos en los desfiles. Y la imaginación de los diseñadores. Así se fraguan las tendencias cosméticas entre las bambalinas de la moda
"¡Tapa los granos y échales polvos blancos a las que tengan las mejillas sonrosadas! El resto, limpio. No quiero nada de nada, sólo ojos". Charlotte Tilbury grita a uno de sus asistentes entre bambalinas para que retire el maquillaje del rostro adolescente de una modelo. El desfile está a punto de empezar. Una veintena de chicas llevan distintos trajes, pero la misma máscara: piel perfecta, sin rubores ni apenas labios, y dos grandes manchas negras sobre los párpados. Raya en medio y melenas aplastadas. "Es un look de chica urbana y sofisticada. Lo podrías llevar tal cual si eres lo suficientemente cool", explica Tilbury a un coro de periodistas de belleza: "Pensad en Nico, pensad rock and roll". Sentada frente a un espejo rodeado de luces, Irina Lazraneau, musa de Nicolas Ghesquière y de Hedi Slimane -ex batería de Babyshambles y coautora con Pete Doherty del tema La belle et la bête (en el que canta Kate Moss)-, es la modelo más rock and roll del momento. "¿Que cómo llamaría a este look?", dice mirándose en el espejo, "¿mapache?". Una maquilladora se ríe y la corrige: "No, es más bien como una mariposa negra posada sobre los ojos". "Camarero, ¡tráigame lo que está tomando ella!", se carcajea la modelo. "La verdad es que me gusta, tenemos pinta de haber salido toda la noche".
Es la presentación (en febrero) de la ropa de Gilles Deacon para este otoño-invierno en la London Fashion Week. Charlotte Tilbury se reunió con él hace dos días para ponerle cara a su colección. "Me encanta la pasarela", dice la maquilladora. "Trabajas muy de cerca con los diseñadores. Además, aquí inventamos los estilos que se verán en la calle".
Puede que sus nombres no sean tan reconocibles como los de los diseñadores, pero los artistas de maquillaje son auténticas estrellas en el backstage de las pasarelas internacionales. Inventan los rostros que aparecerán en las televisiones y revistas de todo el mundo luciendo modelitos. "La pasarela es el culmen de esta profesión", dice Yolanda López, directora de maquillaje de Cibeles desde hace 20 años. "Es donde sueltas todo lo que has ido almacenando en tu disco duro, donde puedes expresar tus ideas con mayor libertad y con mayor repercusión. Está claro que, de lo que hacemos, el cien por cien no llega a la calle, pero algo va calando; aquí se fraguan las tendencias".
Cuando arrancan las semanas internacionales de la moda, las marcas de cosméticos ya han concebido sus propias colecciones para la siguiente temporada. El asunto está en adelantárselas a los maquilladores clave, generalmente profesionales autónomos a los que proporcionan los productos que necesitan. Maquillar en los desfiles es un tema de prestigio, no de dinero; las pasarelas no pagan bien, pero es donde hay que estar si se es alguien en el mundillo. Alex Box lleva seis años publicando en revistas como Another Magazine, i-D o Dazed and Confused con desfiles en la London Fashion Week: "Se trata de crear una fantasía. Es como ir a un salón del automóvil y ver un prototipo del coche del futuro. A la gente le entusiasma aunque no lo pueda conducir. Como cuando eras una chiquilla y veías el maquillaje de los punkies; no podías recrearlo, pero volvías a casa y te ponías un poco más de raya negra sobre los ojos. Apuntamos a la vanguardia".
Los looks que marcarán tendencia surgen entonces de la suma de tres elementos. La mujer que ha concebido el diseñador; las ideas que aporta el maquillador, y, en menor medida, la paleta y las texturas que han propuesto las marcas, y que, con suerte, han inspirado a los maquilladores clave.
"Es básico tener un maquillador de confianza, que te entienda con un par de referencias", dice Jonathan Saunders, uno de los diseñadores que desfilan en la semana de la moda londinense. "A los diseñadores no les gusta demasiado dar explicaciones, por eso suelen repetir con los maquilladores que les entienden", explica Yolanda López. "A mí me han llegado a decir: quiero una ejecutiva que le llore el alma. No pude sino responder: ¿quieres que llore en negro o en blanco?". Saunders es cliente fijo de Val Garland, una de las grandes maquilladoras de moda: "Miramos juntos fotos de Man Ray y le dije que quería algo etéreo y surrealista, sin parecer enfermizo. Lo pilló enseguida; ha hecho algo, pero las chicas están muy guapas". Garland es la última que toca a las modelos antes de desfilar; está justo detrás de las cortinas, armada de brochas, dando los últimos retoques: "La magia de la pasarela es que hay una parte premeditada, pero otra parte del maquillaje surge en las horas previas al show. Hay mucho estrés, pero es muy emocionante creativamente", farfulla con un pincel entre los dientes.
La tercera pata de esa creatividad son las marcas: "Los diseñadores y los maquilladores se reúnen, y nosotros nos reducimos a darles lo que piden", explica Sofia Henkart desde las oficinas de Lancôme en España, patrocinador de la Pasarela Barcelona. "Generalmente lo que piden suele coincidir con nuestras novedades. Las marcas cosméticas, igual que los diseñadores, trabajamos con informes de rastreadores de tendencias que se adelantan dos o tres años a lo que llega a la calle. Estamos en sintonía".
No todas las marcas funcionan igual. Las hay que tienen divisiones de ropa y de maquillaje como Dior o Chanel, que se retroalimentan. Otras están íntimamente ligadas a los desfiles por decisión creativa. Es el caso de Mac, que desde hace 10 años proporciona maquillaje a multitud de artistas independientes. Según explica Gordon Espinet, directivo de la marca en Nueva York, Mac crea en sus oficinas una "historia de color", una paleta que ofrece a los maquilladores clave a los que patrocina: "Se la entregamos esperando que les inspire, y nueve de cada diez veces lo hace". Luego, durante los desfiles, sus equipos, la docena de maquilladores profesionales que recrean la visión del maquillador jefe, toman notas en unos blocs en los que hay dibujada una cara en blanco. Las páginas maquilladas vuelven a las oficinas de la marca, y la compañía las analiza, las agrupa y, basándose en ellas, crea las cuatro o cinco tendencias que venderá a la prensa y al público en el lanzamiento de la siguiente temporada. "Esta colaboración única con el mundo de la moda nos permite, por un lado, estar a la vanguardia de las tendencias, y por otro, testar los productos", explica Espinet. "Los profesionales nos dicen cuáles son perfectos y cuáles tenemos que retocar para que lo sean". Hay, además, otro factor básico en la presencia de las marcas en las pasarelas: tener a los maquilladores de su lado. "En el backstage, la prensa especializada en belleza no habla con los diseñadores, sino con los maquilladores. Ellos se convierten en nuestros portavoces".
En el 'backstage' de Giles en Londres, Charlotte Tilbury lista los productos que ha utilizado para el look mientras las modelos con ojos de mapache /mariposa desfilan. Meses después, cuando arranca la temporada de otoño, Mac venderá esta imagen a los medios para explicar la tendencia new wave: "Looks maximalistas que empujan los límites para alcanzar un dramatismo mayor que la vida", dice su catálogo. Entre los asistentes al desfile está Dita von Teese: "Me inspira mucho el maquillaje de los desfiles; pero, claro, yo puedo ponerme teatral, tengo ocasión para ello", dice, empolvada de blanco y con perfectos labios de pin-up. A su lado, Isabella Blow, gurú fashionista de The Sunday Times, sonríe con una boca fucsia chillón: "El maquillaje es fundamental para crear fantasía en los desfiles. Pero ahora tiene que ver mucho con las marcas. Todo se ha convertido en dinero, todo el mundo intenta venderte algo". Por lo menos, esto es algo que está al alcance de mucha más gente; no te podrás comprar el vestido que lleva la modelo, pero al menos tendrás su pintalabios. Isabella asiente: "El maquillaje se convierte así en un fetiche de moda. ¿Y quién se puede resistir a un buen fetiche?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.