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[ 25 AÑOS DE LOS PREMIOS PRÍNCIPE DE ASTURIAS ]

"Nuestro patrimonio son los premiados"

Este número especial, que conmemora un cuarto de siglo de los Premios, reúne los testimonios de algunos de sus protagonistas, desde Woody Allen y Fernando Alonso hasta Oscar Niemeyer, Pedro Almodóvar o Claudio Magris

A gradezco cordialmente al diario El País la feliz iniciativa de dedicar este suplemento extraordinario al XXV Aniversario de los "Premios Príncipe de Asturias" y de permitirme con este motivo dirigirme a sus lectores.

Al hacerlo, quiero expresar antes de nada mi profunda gratitud a todos los que han hecho posible que los "Premios Príncipe de Asturias" hayan constituido desde su inicio una realidad fecunda, como la que contemplamos veinticinco años después. Dirijo mi mayor agradecimiento a los directivos y a los que forman o han formado parte del equipo de la Fundación Príncipe de Asturias, a los Miembros del Patronato, Miembros Protectores, a los Jurados, al personal de la Fundación, a los medios de comunicación y a cuantos han contribuido, directa o indirectamente, a lograr los resultados alcanzados.

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Ellos han buscado el triunfo de lo permanente sobre lo efímero, para que siempre se sientan acompañados, no sólo quienes luchan por superarse a sí mismos en la investigación científica y técnica, el arte, las humanidades, el deporte, sino también quienes promueven la solidaridad, la comunicación y la concordia, como portadores de los valores en que se asienta la convivencia. Se han propuesto, al mismo tiempo, que en los galardonados podamos reconocer a los innumerables ciudadanos que, ajenos al destello de los focos, hacen crecer nuestro mundo con su esfuerzo cotidiano y silencioso, asumiendo responsabilidades y avivando ilusiones.

Los Premiados representan de algún modo a todos ellos y, en no pocas ocasiones, también a quienes más allá de nuestras fronteras carecen de voz propia. Así lo expresaba Claudio Magris, cuando, al recibir su galardón, anotaba: "Debería compartir este Premio con todos los coautores de lo que he escrito, hombres y mujeres que han compartido mi existencia y forman parte de mí".

En suma, el fruto más valioso de la Fundación Príncipe de Asturias, nuestro mayor patrimonio, son nuestros Premiados. Sería imposible poner de relieve ahora sus méritos pormenorizados, pero sí quiero destacar la estrecha relación y la honda admiración que nos unen a ellos, así como la generosidad con que acuden a nuestra llamada. Y con ellos queremos continuar esta apasionante tarea. Porque de ellos y con ellos extraemos la razón de nuestra actividad; y con su obra transmitimos nuestro mensaje a la humanidad.

A lo largo de estos veinticinco años he estado personalmente comprometido con la amplia actividad de la Fundación, reflejada en convocatorias de congresos y de reuniones científicas, en el impulso a su área musical, en la celebración de conferencias de particular interés y en tantas otras iniciativas que manifiestan durante todo el año su dinamismo y que encuentran su máxima expresión en la selección de los Premios anuales por prestigiosos jurados independientes. Mi aprecio, vinculación y compromiso aumentaban conforme por edad asumía y comprendía mejor la importancia de su labor; al tiempo que aprendía de los Premiados lecciones para la vida y para mi trabajo. He podido constatar asimismo con gran satisfacción que, en la Fundación Príncipe de Asturias, se reconoce un elemento relevante del gran patrimonio cultural de España y de su proyección internacional. Dos vertientes que expresan con claridad el crecimiento de su apoyo social, de su madurez y su arraigo y de su prestigio.

El nacimiento y el importante desarrollo de la Fundación se vieron alentados por la dinámica de modernización, estabilidad y progreso sin precedentes que nos ha proporcionado en España el marco de convivencia en democracia y libertad que asegura nuestra Constitución.

Destaca el impulso permanente de las autoridades del Principado de Asturias, así como la ayuda de la Administración General del Estado, de los Patronos y otras entidades de la sociedad civil que interpretan así el sentir de una amplia mayoría de nuestros ciudadanos.

Asturias, como bien sabemos, ha sabido hacer de su rica historia un motor de modernidad; de su cultura, de su paisaje, de sus deportes y de su gastronomía, una razón de legítimo orgullo para todos los españoles; y de su hospitalidad, el fundamento de su relación con los demás, que deja una huella permanente de afecto y agradecimiento. Todo un conjunto de cualidades que marcan el trabajo de la Fundación y la Ceremonia de entrega de Premios en Oviedo. A Asturias y a todos los asturianos dirijo mi afecto y mi gratitud.

En los Premios, en todos los premios, se mezclan asimismo muchas vivencias personales, también algunas mías, desde aquel 24 de septiembre de 1980 en que, como Heredero de la Corona, asistí en Oviedo a la constitución de la Fundación Príncipe de Asturias, acompañado por los Reyes. Un Acto en el que empecé a comprender hasta qué punto la Corona promueve los anhelos, las esperanzas y los empeños de cuantos luchan por lograr una obra acabada y bien hecha, que a todos nos sirva de referencia. Hoy no puedo sino ratificarme en aquellas primeras percepciones, que me llevan a manifestar una vez más mi homenaje de respeto y cariño a S. M. el Rey, por su enseñanza, su impulso y su decidida voluntad de hacer del mérito personal y colectivo un factor determinante del progreso de España.

Sin duda, entre los muchos momentos con relieve propio, vividos con ocasión de la entrega de los Premios, destaca la ceremonia del año 2004, en la que por primera vez me acompañaba la Princesa de Asturias, unida a mí desde nuestro matrimonio en el ilusionado afán de servicio a España. Retengo con especial emoción y agradecimiento el cálido aplauso con que los asistentes quisieron recibir a la Princesa, en su tierra asturiana.

He preferido dejar para este momento un recuerdo que los lectores, sin duda, reconocerán. Entre los constantes e importantes respaldos con que cuentan los Premios, destaca el de S. M. la Reina, que ha tenido la amable atención de asistir cada año a la bien conocida Ceremonia en el Teatro Campoamor. Deseo dirigirle desde estas páginas toda mi gratitud, que se suma a la de cuantos han colaborado en hacer realidad tan fértil iniciativa.

El núcleo último del espíritu de la Fundación y de los Premios Príncipe de Asturias es para mí, necesariamente, de servicio. De servicio a España, a los españoles y a nuestra presencia en el mundo.

José Hierro afirmaba en su discurso de recepción del Premio que "después de dar las gracias al Jurado, a la Fundación y a los hombres de una tierra que hacen posible una hermosa aventura cultural, se hace necesario dar las gracias al aire. El aire, apartándonos ya del resbaladizo terreno de la metáfora y las alegorías, se llama libertad, la libertad preciosa de nuestro clásico: el aire que tenemos que respirar cuantos creamos".

Crear, superarse, promover la concordia, fomentar la solidaridad y el espíritu de servicio. Y todo ello, en libertad. Así puedo definir, en síntesis apretada, estos primeros XXV años de existencia de los Premios Príncipe de Asturias. Ese es también el sustrato de la ilusión con la que abordamos su presente y afrontamos su futuro.

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