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54º Festival de San Sebastián

El emotivo testamento cinematográfico de Joaquim Jordà

Murió hace sólo unos meses, pero su pérdida es llorada ahora por cuantos le conocieron, e incluso por algunos más. El cálido homenaje que tributó el Festival de San Sebastián a Joaquim Jordà, que comenzó con la ministra de Cultura entregando, a título póstumo, el Premio Nacional de Cinematografía, concluyó con una cerrada ovación, la gente puesta en pie para aplaudir el talento del cineasta tras la proyección de su película póstuma, Más allá del espejo, en la que Jordà consumió sus últimos días y que terminó su montadora, Núria Esquerra. Y también por la honda humanidad de la principal protagonista de este documental, la joven pedagoga Esther Chumillas, víctima, como lo fuera el propio Jordà, de una agnosia, una disfunción cerebral que impide relacionar los objetos que ven sus ojos con las palabras que usamos todos para designarlos.

Jordà conoció a la chica y durante casi cuatro años la fue filmando, para dar cuenta de su evolución, pero también para contrastar los síntomas de Esther con los suyos propios. Esta relación se amplía, en una película que tiene mucho de obra por terminar de construir, pero con momentos de sobrecogedora inteligencia y emotividad, a otros personajes igualmente víctimas de disfunciones cerebrales, hasta terminar obligando al espectador a mirar(se) en un espejo que devuelve imágenes impensadas. Dónde está la normalidad, parece preguntarnos Jordà: en nuestra satisfecha vida con todos los sentidos, digamos, en funcionamiento o en el extraordinario esfuerzo que ha hecho de estas personas, tal vez no por casualidad todas mujeres, seres magníficos, superadores de sus deficiencias. Como ocurría en Monos como Becky, otro filme suyo, la respuesta corre por cuenta del espectador.

Otro filón

Y si Más allá del espejo se adentra por las vías del documental con intenciones de diagnóstico social, Neil Young: heart of gold, de Jonathan Demme, vista ayer en el apartado de Perlas de Otros Festivales, responde también a otro de los filones del vasto terreno del cine de no ficción -una de las principales bazas de la programación donostiarra de este año-, el de los conciertos filmados. No otra cosa es el filme: Demme y su equipo, con un gusto por el encuadre y el montaje digno de resaltar, pero también con la humildad de no molestar al cantante y a sus venerables acompañantes (entre ellos, Emmylou Harris y músicos que, como Spooner Oldham o Grant Boarwright, llevan 35 años tocando con el canadiense), a quienes filma en el célebre Ryman Auditorium de Nashville, un día de primavera de 2005, durante la promoción de su último trabajo, Prairie wind.

El resultado es una película límpida y directa, un puñado de buenas canciones nuevas y varios temas del repertorio clásico del creador de Harvest, interpretadas, sin ningún corte, por unos músicos a quienes su talento, pero también su dilatado oficio, ha hecho maestros indiscutibles de lo suyo.

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