La explosión de adrenalina de Ian McEwan
El escritor británico analiza su literatura en una charla con el mexicano Juan Villoro
El periodista y escritor mexicano Juan Villoro (1956) conversó ayer durante casi una hora con el autor británico Ian McEwan (1949) en el teatro Juan Bravo de Segovia. El público, que llenaba el patio de butacas del lugar y que se desperdigaba incluso por los laterales y la planta primera, siguió con extrema atención un diálogo que trató, básica y fundamentalmente, de literatura. Es cierto que los escritores no tienen más remedio que encharcarse con mucha frecuencia en el barrizal del mundo, pero también es cierto que trabajan con materiales tan complicados como la imaginación o la memoria, y no siempre tiene sentido preguntarles por la realidad más inmediata.
Pudo haber sido ésa la gran tentación de ayer, teniendo en cuenta que Sábado (Anagrama), la última novela de McEwan, entra en ese mundo de pánico-metido-en-los-huesos y de tremenda inseguridad que habitan los ciudadanos desde los atentados del 11-S, y que lo hace además planteando inquietantes dilemas morales. De todo ello se habló, pero después. Antes, Villoro sorteó los peligros y se metió de lleno en la obra del escritor. Empezó a preguntarle por sus relatos: "Fueron para mí una especie de laboratorio que me sirvió para encontrar mi estilo y que me permitió rendir homenaje a algunos de mis maestros".
"Me inclino más hacia la versión de que luchamos contra unos fanáticos totalitarios"
"Lo imprevisible forja el carácter de mis personajes, los pone a prueba"
Tocó luego un punto decisivo de la obra novelística de McEwan: la exploración del lado oscuro. "Dejando de lado las enfermedades, las cosas más terribles suceden súbitamente", contestó el autor de El inocente. "Ante un accidente, no puedes evitar dejar de mirar. Algo ha ocurrido que transforma o anula la vida de alguien y ha ocurrido en mitad de una conversación. No creo en el destino, ni soy religioso y considero que esas situaciones son muy ricas para la ficción: lo imprevisible forja el carácter de mis personajes, los pone a prueba. Me permiten también tomarle el pulso a la escritura, cambiar de marcha, de dirección, me llenan de adrenalina. Entiendo la ficción como una exploración de la naturaleza humana, y es en esas situaciones extremas donde puedes conocerla".
La conversación estuvo llena de referencias concretas. Villoro preguntaba e ilustraba las cuestiones aludiendo a pasajes de Los perros negros, Amor perdurable, Amsterdam, Expiación... Cuando se abordó su concepción de la novela, McEwan dijo: "No la tengo muy clara y sigo las ideas de Henry James. Entendía que existe un contrato entre el escritor y el lector que dice que este último no cuestionará los materiales del primero sino el tratamiento. Ése es el fundamento para comprender la dimensión moral de la novela".
"Nadie puede permitirse hoy estar fuera de la política", comentó McEwan cuando Villoro le preguntó sobre los múltiples puntos de vista que conviven en Sábado, "pero no me interesan esas novelas que defienden una posición concreta". Villoro lo interrumpió: "¿Cree viable escribir una novela con personajes políticos reales?". Aludía a la minúscula aparición de Blair en Sábado cuando felicita al neurocirujano protagonista por unas obras de arte que no ha pintado nunca. McEwan contó la anécdota: "Conocí a Blair, me dio la mano, la apretó con firmeza y me dijo que admiraba mi obra. Y añadió que ahora tenían ya dos de mis cuadros. El caso es que no me soltaba y yo insistía en decirle que no, que había una confusión, pero él interpretó mis palabras como un gesto de modestia. Luego se fue y me abordó un grupo de depredadores (periodistas), y les dije simplemente que había elogiado mi obra. Lo demás me lo guardé para Sábado".
"En el caso de la guerra de Irak", continuó McEwan, "Blair se vio obligado a tirar del carro, nadie estaba demasiado convencido. Y lo que a mí me interesaba es abordar ese momento de la noche en que podría preguntarse '¿estaré equivocado?, ¿será un desastre?'. Poder acercarse a ese momento en que te preguntas en la oscuridad por las consecuencias de lo que estás haciendo produce en la escritura una colisión extraña que resulta muy reveladora".
McEwan habló también de periodismo. Le pidieron que siguiera a Blair durante los difíciles meses de febrero y marzo de 2003 cuando hacía campaña para participar en la guerra de Irak, pero desistió al final porque entonces debía renunciar temporalmente a la escritura de Sábado y todo podría torcerse después. Abordó su método de trabajo. Contó que hubo novelas que empezaron por el final (Los perros negros) y otras que surgieron de anotaciones para el desarrollo de los distintos capítulos (Expiación). Se refirió a la importancia de reunir a varios personajes para plantear una cuestión moral, como ocurre en el episodio del globo de Amor perdurable. Habló de sus colegas escritores: "Nuestro editor español se ha empeñado en llamarnos el Dream Team y no hay manera de convencerlo de que a los británicos el término nos resulta un tanto hortera". Trató del futuro, de la amenaza del terrorismo pero también de los problemas medioambientales: "Puede ser tan terrorífico que igual dentro de unos años se considera que ahora habitamos una suerte de Edad del Oro, con nuestra variedad de restaurantes y nuestra ducha diaria".
Y respondió al público que le preguntó por su posición en el complicado panorama político actual ("me inclinó más hacia la versión de que luchamos contra unos fanáticos totalitarios") y sobre las obras literarias que considera casi perfectas (Madame Bovary, trozos del Ulises, el Herzog de Bellow). Y el Hay enfilaba hacia el final de su primer día confirmando esa vieja certeza: la literatura está llena de ramificaciones.
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