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Cinco años después del 11-S
Columna
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La hidra

Andrés Ortega

Cinco años después del 11-S, Al Qaeda ha mutado. De base (el significado de su nombre) pasó a un sistema de franquicias o incluso a una metástasis de este terrorismo yihadista por el mundo entero, y especialmente en Europa. Para hacer daño, a lo que quede de centro en Al Qaeda no le hace falta siquiera organizar nada, aunque probablemente algo haga. Al Qaeda se ha convertido esencialmente en una ideología de odio, acrecentado por los excesos de la guerra contra el terrorismo de Bush, incluida la guerra de Irak que nada tuvo que ver en su origen con el 11-S pero que ha logrado hacer de ese país la mejor escuela mundial de terroristas. Y así su mortal hálito ha llegado a yihadistas locales, autofinanciados e incluso nacionales, como se vio en Casablanca, Bali, Madrid y Londres, entre otros lugares.

La forma en que se ha perseguido a Al Qaeda le ha llevado a cambiar de forma. Como la hidra a la que en cada cabeza cortada le crecían dos (habiendo una inmortal que fue la que acabó consiguiendo Heracles), Al Qaeda ha ido generando tentáculos; o mejor dicho, éstos se han autogenerado. Aunque Bin Laden siempre fue reticente a usar personalmente medios electrónicos para no delatar su posición (pero sí la televisión e Internet para difundir sus mensajes), su organización supo utilizar a fondo las oportunidades de los nuevos medios: móviles, la Red, correos electrónicos, y transferencias financieras. El seguimiento de estos rastros por los servicios de inteligencia de Estados Unidos y otros países permitió durante un tiempo tras el 11-S, éxitos notorios en la lucha antiterrorista. La inteligencia de señales y de finanzas dio resultados. Incluso la humana, con algún topo. Pero Al Qaeda y muchos de los otros grupos, o grupillos, yihadistas se percataron de ello, y al saberse vigilados volvieron a usar los contactos más personales y el envío de fondos físicamente o a través de la hawala, la red financiera informal musulmana, para trasladar dinero.

En su libro The one percent doctrine, un ensayo esencial para saber qué pasó en la Administración de Bush, Ron Suskind cita a un alto funcionario americano de inteligencia que se sorprendió de que los terroristas hubieran tardado tanto en reaccionar. Pero han reaccionado, han evolucionado y la lección a sacar es que "con un enemigo adaptable y paciente, una victoria a veces crea el siguiente conjunto de retos". En estos estamos.

Es una visión menos triunfalista que la que sugiere el reciente informe de la Casa Blanca sobre la Estrategia nacional para combatir el terrorismo (www.whitehouse.gov/nsc/nsct/2006/) que sólo menciona una vez a Bin Laden -para recordar que venía de una familia pudiente-, olvidando que cinco años después la cabeza central de la hidra sigue viva. La Casa Blanca rebaja la amenaza de Al Qaeda que considera que ha logrado degradar "capturando a sus jefes clave, suprimiendo santuarios e interrumpiendo sus líneas de apoyo", para concluir que "América está más segura, pero no estamos aún seguros". ¿Está el resto del mundo más seguro? No, justamente porque ha surgido ese "movimiento transnacional de organizaciones extremistas" que menciona el informe. Este terrorismo se ha movido hacia otros puntos, sea Irak, Afganistán, Atocha, o el metro de Londres, aunque las últimas alertas de este verano indican que la amenaza real o virtual contra EE UU sigue.

Al Qaeda, como centro, como organización, puede seguir siendo importante, según un estudio de Bruce Hoffman de la RAND. Podemos descubrirlo cuando sea demasiado tarde. Sigue funcionando como base al menos desde las montañas de Afganistán y Pakistán. Es gente que planea sus atentados sin prisa, aunque cada vez lo tengan más difícil. Las medidas de protección contra, y persecución de, este tipo de terrorismo son necesarias, pero no suficientes. La seguridad total no es posible. Y para acabar con esta hidra se necesitarán otras iniciativas globales y locales; y muchos Heracles. aortega@elpais.es

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