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Entrevista:BELINDA TATO

La inventora de árboles

Un bulevar en el barrio madrileño de Vallecas, con tres pabellones bioclimáticos a modo de árboles fabulosos, la ha lanzado a la fama. Su estudio, Ecosistemaurbano, se ha colocado a la vanguardia de la arquitectura española por la visión imaginativa y comprometida de sus proyectos.

Andrés Fernández Rubio

Con un nombre así, no es de extrañar que sea la líder del grupo. El estudio de arquitectos Ecosistemaurbano está compuesto, además, por José Luis Vallejo, Diego García-Setién y Constantino Hurtado. Muchas veces, en sus oficinas del centro de Madrid, alguien llama por teléfono y, no importa quien lo coja, del otro lado de la línea se oye: "¿Está Belinda Tato?". Sobre el carácter pegadizo de su nombre, ella dice: "Lo sé y pienso explotarlo al máximo". Y estalla en una sonora carcajada, algo que se repite con frecuencia y que es el principal indicio de una simpatía arrolladora. Sus compañeros dicen que tiene mucho carácter, y que no es precisamente la mujer en la sombra que dulcifica el ambiente. Estudió en la Escuela de Arquitectura de Madrid y en la Bartlett School of Architecture de Londres. Y es en Madrid donde actualmente Ecosistemaurbano tiene dos proyectos significativos en construcción: el ecobulevar del ensanche de Vallecas, un proyecto en el que el impacto formal de los árboles de aire que emulan un microclima se complementa con una sucesión de brillantes intervenciones superficiales de bajo presupuesto y el empleo de materiales reciclados, y el Museo de la Meteorología en el parque del Retiro, que integrará un bello lucernario-periscopio-caleidoscopio en la cubierta de un edificio histórico de 1848. En el extranjero, fueron el único estudio no estadounidense, de un grupo de cinco, que resultó finalista entre más de 200 candidatos en un concurso convocado para resolver los problemas urbanos de Filadelfia. Y acaban de ganar un primer premio del Concurso Europeo para Jóvenes Arquitectos (Europan) para reconvertir un antiguo vertedero en una ampliación urbana en la ciudad de Maribor (Eslovenia).

"En España te das cuenta de que un piso que vale medio millón de euros no tiene ninguna calidad, ninguna cualidad"
"Nos han hecho creer que la gente lo que demanda es mármol en aseos y cocina, y no un gran ventanal"
"La periferia de las ciudades españolas está creciendo, sin necesidad, de una manera desmesurada y especulativa"
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De las influencias que se reconocen en su trabajo destacan las ideas del arquitecto Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba (Brasil), sobre la acupuntura urbana -"poner las agujas en determinados lugares para aliviar el dolor que soportan", en palabras de Lerner-. También les marca el uso de tecnologías híbridas para conseguir edificios que promuevan el bienestar social, según las propuestas del desaparecido arquitecto británico Cedric Price, y el debate sobre las relaciones entre forma, función y economía actualizado por los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean- Philippe Vassal, quienes en la plaza Ancor de Burdeos propusieron una limpieza a fondo y una reparación de pavimentos, pero se abstuvieron de intervenir, pese a haber recibido el encargo; una actitud que reabre el debate sobre la jerarquización moral en la arquitectura.

En opinión de Ariadna Cantis -la comisaria de la reciente exposición Freshmadrid, dedicada a los jóvenes arquitectos de la última hornada de la Escuela de Madrid y que incluía al equipo comandado por Belinda Tato-, el pensamiento arquitectónico que hay detrás de Ecosistemaurbano en el ecobulevar de Vallecas se resume en la expresión "vivir en comunidad". "La novedad en la postura de este equipo de arquitectos", comenta Ariadna Cantis, "es que incorpora herramientas disciplinares que provienen de la sociología, la política, la antropología, la biología, la economía y la ecología".

De los proyectos de su estudio, quizá el más sorprendente sea el parque con neumáticos que realizaron en Alcalá de Henares (Madrid) en 2004, una acción urbana insólita y baratísima. ¿Qué les llevó a emprenderla?

Nos invitaron a dar un taller en la universidad. Nosotros, encantados, porque nos apuntamos a un bombardeo, y, con una actitud optimista, quisimos aprovechar una oportunidad así. Nos asignaron a 12 estudiantes de arquitectura, y nos propusimos hacer tanto una crítica social como una autocrítica de la profesión. Porque normalmente en estos talleres se proponen cosas, pero luego todo queda en papel mojado.

Y ustedes decidieron pasar a la acción.

Sí. Detectamos que en el plano turístico de Alcalá de Henares figuraba como zona verde un área que era un auténtico barrizal de aparcamiento. Y dijimos: con 12 estudiantes, 400 euros y nuestro entusiasmo y energía vamos a intentar mejorar este espacio y desarrollar en cinco días lo que los políticos llevaban 15 años prometiendo y no habían hecho.

¿Ha quedado algo de esa acción?

Lamentablemente, no. Como todo aquello nos pareció tan estimulante, mandamos un e-mail a Telemadrid, al programa Madrid directo. Les dijimos: vamos a hacer un parque en cinco días. Y ellos le dieron el siguiente tratamiento a la noticia: van a hacer en cinco días lo que el Ayuntamiento lleva prometiendo 15 años. Y cuando se emitió, pues no fue bien recibido, y en cuanto acabó el taller, lo retiraron todo, incluso los bancos. Los árboles es lo único que queda. Sabíamos que no los iban a quitar porque no es políticamente correcto. Por eso los pusimos.

Este tipo de acciones, ¿sirve para algo?

Es una gota, pero es curioso que cuando nos invitan a hablar del proyecto de Vallecas, que ha sido muy publicado, siempre acabamos contando lo de Alcalá de Henares, porque a los estudiantes de arquitectura les entusiasma. Estamos tan acostumbrados al papel cuché de la obra perfecta, a oír hablar de los miles de euros el metro cuadrado, que por eso a la gente joven le encanta algo así. Por las lecturas que tiene: de presupuesto, de energía, de reflexión sobre el espacio público, de crítica a lo institucional. Nos lo pasamos muy bien y fue un taller muy enriquecedor.

Su estudio se acaba de unir a los vecinos de la plaza de Soledad Torres Acosta, en Madrid -muy degradada y donde una prostituta inmigrante murió apuñalada el 23 de junio en plena calle-, para proponer nada menos que una playa.

Sí, se puede ver en la página web laplayademadrid.blogspot.com. Nos interesan las acciones de bajo presupuesto capaces de desencadenar una respuesta por parte de los vecinos. Es como sembrar una semilla para reparar las cosas de una forma menos oficial y sin que se consuman ingentes cantidades de dinero y recursos. En esta propuesta planteamos un nuevo ambiente urbano temporal (Playa Luna) ligado a un entorno wi-fi gratuito.

Todo esto recuerda a las "estrategias subversivas de ocupación urbana" del arquitecto sevillano Santiago Cirugeda.

Claro. Él fue uno de los participantes del taller de Alcalá de Henares.

Precisamente, Cirugeda tiene un proyecto en Basauri de construcción de 35 viviendas sociales para alquilar a jóvenes. Cada vivienda ocupa 46 metros cuadrados, y el coste de las 35 viviendas, todas juntas, es de sólo un millón de euros. Es una propuesta que desafía radicalmente esa locura de los 6.000 euros el metro cuadrado.

Totalmente de acuerdo. Fabuloso. Ojalá lo logre. Lo que se necesita es la implicación y complicidad de las administraciones, que son las que tienen el poder para hacerlo. Una empresa privada es muy difícil que apueste, que arriesgue. Si se llegasen a materializar proyectos como éste, veríamos que es posible desmontar esa vorágine.

Sí, ¿pero cómo?

Se trata de mantener siempre en el horizonte que la arquitectura tiene un fin social; que está muy bien hacer una biblioteca a lo grande, pero que su fin es que pueda ser usada. Y ahora mismo se habla de la obra del arquitecto, pero que no se olvide que es para la gente, y que cuanto mejor hecha esté, y más económica sea, y se pueda conseguir lo máximo con los mínimos recursos, pues mejor.

¿Cómo interpreta que en 2005 se construyeran en España 715.000 viviendas, y que se anuncien 850.000 en 2006?

Esos números demuestran que la periferia de las ciudades está creciendo de una manera desmesurada, especulativa y sin responder a una verdadera necesidad. Casi un tercio de todas las viviendas construidas el pasado año en la Unión Europea se levantaron en la península Ibérica. Las viviendas, cuando están listas, en un alto porcentaje no son ocupadas. Y eso lo pagan los ciudadanos, puesto que para que haya infraestructuras, para que las carreteras y los servicios lleguen a esas viviendas que no van a ser habitadas, se tiene que invertir un dinero que pagamos todos. Y aunque a corto plazo puede parecer que vamos muy bien, en el fondo no es así. No confundamos, como ocurre siempre, desarrollo sostenido con desarrollo sostenible.

¿Qué quiere decir?

Pues que las ciudades españolas están creciendo de un modo insostenible; la ciudad está en manos de políticos y constructores, y no en las de los pensadores de la ciudad y los ciudadanos. Crear ciudad no es solamente resolver un problema de alojamiento cumpliendo la normativa vigente; las propuestas de crecimiento urbano deberían pasar más por la intensificación, o por la recuperación y rehabilitación de tejido urbano que ha perdido cohesión social o intensidad, en vez de crear nuevos barrios que funcionan a medias y que son absolutamente monótonos y carentes de la diversidad y complejidad que son propias de la ciudad. Por no hablar del hecho de que la construcción es uno de los motores económicos de este país, y, claro, hincarle el diente es un problema; decir que eso hay que controlarlo de alguna manera es asumir que puedes generar una crisis. Esta visión a corto plazo es totalmente errónea. Por no hablar de la esclavitud que supone para jóvenes y adultos el régimen de las hipotecas.

Acuérdese de la polvareda que se levantó con la propuesta de los pisos de 30 metros cuadrados para jóvenes.

Un piso de 30 metros cuadrados, bien pensado, puede estar muy bien; pero no olvidemos que esta misma propuesta, en manos del lado oscuro, puede ser muy negativa. En un edificio mixto, con determinados servicios comunes, los 30 metros se expanden. Y hay que medir no en superficie, sino en volumen. Y 30 metros cuadrados, y 100, pueden ser una conejera si te los ponen en un descampado. Porque, una vez más, dentro del debate sobre la vivienda hay que hablar del espacio público.

¿Qué piensa al ver en el Museo de Arte Moderno de Nueva York una exposición que da una imagen muy buena de la arquitectura española actual, y al mismo tiempo comprobar que la mayoría de esos cientos de miles de viviendas que se construyen carecen de interés arquitectónico?

Es curioso. A mí me hace gracia que, cuando estoy con otros arquitectos jóvenes, haya gente que me dice que esos jóvenes son la competencia. Yo respondo: qué va, la competencia no son ellos, ojalá haya 400, o 4.000, porque son estupendos. El problema es otro; el problema es que hay dos mundos paralelos que se ignoran profundamente. Por un lado están los constructores, a los que no les interesa ningún debate sobre la calidad de la vivienda o del espacio público, lo suyo es un tema puramente comercial y especulativo, y por otro lado hay mucha gente joven llena de entusiasmo proponiendo ideas nuevas para nuestras ciudades que lamentablemente, en la mayoría de los casos, se quedan en el papel.

Y esta gente joven, ¿qué es lo que hace?

Pues un ejemplo es que se convoca un concurso de la Empresa Municipal de la Vivienda en Madrid y hay 150 propuestas de estudios que trabajan gratis, y eso significa poner una energía que la mayoría de las veces no va a ninguna parte. Y te preguntas: ¿cómo es posible que esto ocurra? Y en la respuesta también le corresponde una parte de responsabilidad a los propios arquitectos, porque vivimos muy ensimismados, totalmente apartados de los ciudadanos; sólo pendientes de nuestras propias obsesiones, no de hacer un servicio a la sociedad.

Afortunadamente, organismos como la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid dan oportunidades a los jóvenes.

Sí. Están haciendo permanentemente concursos para jóvenes arquitectos. Y, de hecho, si se recorre el nuevo Vallecas, uno se da cuenta enseguida de que los edificios de viviendas públicas tienen una calidad extraordinaria, y los privados responden a patrones exclusivamente lucrativos. Y resulta que lo público vale 20 y lo privado vale 80.

Una diferencia de precio salvaje.

A mí me deprime totalmente. Son viviendas como de hace 100 o 200 años, que no responden a unas condiciones de habitabilidad contemporánea, y encima sin cualidades, ni en el interior de la vivienda, ni en el edificio, ni en su entorno inmediato. Son viviendas a las que se les da un valor como patrón económico en vez de como espacio habitable. Acabo de estar en Berlín y da igual el barrio al que vayas. Por todas partes hay edificios de viviendas asequibles con unas cualidades espléndidas, que crean ciudad porque se piensan poniendo especial énfasis en lo común, en el espacio público.

Da la impresión de que en España estamos acostumbrados a muy poca calidad en lo referente a la vivienda y a nuestro entorno, y que nadie se ocupa, desde los ámbitos verdaderamente influyentes, de que eso cambie.

A mí todo esto me recuerda un poco el tema de la telebasura. ¿Quién es el responsable de la telebasura: que la gente demanda telebasura o quien fabrica y emite la telebasura? Lamentablemente, hay poca tradición de hacer las cosas bien, y nos han hecho creer que la gente lo que demanda es un piso con lo que considera calidades superiores, que es el mármol en aseos y cocina, y parece que no hay otro tipo de valores, que una vivienda con un gran ventanal y pensada para adaptarse a sus usuarios en el tiempo no puede ser mejor que un piso al uso; pero es que, si no has visto nunca esa vivienda, tampoco te planteas que haya otra manera de vivir. Aquí te das cuenta de que un piso que vale medio millón de euros no tiene ninguna calidad, ninguna cualidad, ni el piso, ni el edificio, ni el entorno inmediato.

¿Y qué se puede hacer para implantar esos valores en el menor tiempo posible?

Pues con la educación. E intentando divulgar nuestro trabajo, y buscando que nuestro mundo de arquitectos no sea tan hermético. Creo que las administraciones deberían apostar mucho más, haciendo más vivienda pública. Y sobre eso, ¿cómo se educa a la gente? Pues me imagino que es una cuestión de años, de que vaya calando, y de que también se impliquen los medios de comunicación.

¿En qué sentido?

Por ejemplo, los semanales de los periódicos, que de repente en los últimos años están dando más campo a la arquitectura. Pero hay veces en que eso se convierte en una especie de sección de decoración para ricos. En lo que hay que incidir es en una problemática más social, no en una casa de lujo que será estupenda, con unas mesas de diseño de no sé qué arquitecto, pero todo carísimo, inaccesible al 95% de la población.

¿Cree que Ikea significa algo en todo esto?

Ikea, en cierto modo, ha revolucionado el panorama doméstico. Particularmente me parece increíble que te encuentres a gente de 80 años. Y estoy convencida de que próximamente Ikea va a diversificarse y crear otro tipo de empresas que proporcionen pedazos de vivienda; es decir, que la gente pueda, al igual que ahora se diseña su propia cocina, diseñar su propia casa, o escoger los componentes que formen su propia casa, e incluso intercambiarlos, modificar su propia vivienda de una forma sencilla a lo largo del tiempo. Los jóvenes asistimos a un panorama en el que vemos que la vivienda es totalmente inaccesible. Y la pregunta es: ¿por qué no surgen empresas que puedan apostar por procesos económicos e industrializarlos, y que lleguemos de verdad a soluciones que tengan sentido y que abaraten esta vorágine tan prehistórica de la construcción?

¿A qué se refiere cuando habla de prehistoria?

A ese tipo de construcción que condiciona el futuro. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto tiempo van a durar las nuevas construcciones de ladrillo? ¿Por qué no podemos aspirar a una casa que en determinado momento se pueda desmontar, se pueda reciclar y los que vienen detrás puedan hacer otra cosa?

El equipo francés de Anne Lacaton y Jean- Philippe Vassal va en esa línea.

Sí, son una gente que nos interesa mucho, porque uno de los materiales fundamentales de un proyecto es el presupuesto: saber administrar y gestionar los recursos para dar lo máximo con lo que tienes. En este sentido, Lacaton y Vassal ponen la intensidad en conseguir más espacio pasando de grandes calidades en los materiales, por ejemplo.

Y renunciar al lujo que representa una fachada…

Y renunciar a lo accesorio. El arquitecto con criterio y no con sensibilidad. Se trata de manejar el presupuesto como un material del proyecto; que se dice así como muy rápido, pero que es la clave.

¿No cree que existe el peligro de que esos planteamientos deriven simplemente hacia la vulgaridad de la mala construcción, una pregunta que planteaba Oriol Bohigas en un artículo sobre Lacaton y Vassal?

No debería ser así. Nosotros lo que decimos es que los arquitectos en general estamos formados, y eso es lo que te transmiten en la escuela, para fomentar la parte más creativa de nuestro trabajo. Y eso está muy bien, pero ojalá esa creatividad se conduzca a lo que consideramos que es lo importante; no tanto a ver qué revestimiento me invento, sino a ver qué revestimiento me ofrece la tecnología que sea más económico y eficiente, y para que, además, pueda lograr otras cosas. O sea, mejorar la calidad del producto y no quedarnos exclusivamente, que es lo que suele pasar, en la forma, en la estética; o sea, ir un poquito más allá.

Las nuevas tecnologías que hacen posible todo esto plantean a los arquitectos retos colosales.

La situación actual, desde nuestro punto de vista, conduce a un nuevo tipo de profesional que ya no es el del siglo XIX, como aún se sigue formando en nuestras escuelas. Frente a esa idea del arquitecto-autor que no cedía, surge el equipo que trabaja en sintonía. Nosotros aquí trabajamos con un diálogo continuo, a la par con otros profesionales. Es muy estimulante.

Y una mujer dando la cara en el equipo, ¿qué significa?

Nada, salvo que intentamos sacar lo mejor de todos. Yo no pienso ni que soy una mujer, ni que dejo de serlo. Al trabajar en equipo desaparece la personalidad de uno. Y aunque esto es así, y aunque en este momento en la Escuela de Arquitectura hay más chicas que chicos, más brillantes y con mejores resultados, eso es un hecho, resulta que la realidad es otra, y te encuentras con que hay muchos más jefes que jefas, y muchas más secretarias que secretarios, y más catedráticos que catedráticas; es decir, una desigualdad tremenda.

El ecobulevar de Vallecas destaca por el uso de técnicas muy innovadoras en esa especie de árboles de aire.

Sí, pero esas técnicas no las hemos inventado nosotros. Teníamos un presupuesto muy limitado para levantar esas estructuras, y para ello nos hemos servido de tecnologías ya probadas. Nuestra creatividad se ha canalizado para encontrar la información y compatibilizar los componentes. Por ejemplo, nos hemos valido de patentes de la industria agroalimentaria instaladas en los invernaderos del sur de España, con esas nubes de agua que refrescan el ambiente, o en las pantallas térmicas de control solar que también se utilizan en los invernaderos.

¿Qué son realmente esas estructuras?

Viendo que el lugar era un erial en el que de pronto se levantarían cientos de viviendas, decidimos que la mejor manera de acondicionarlo como bulevar era con un bosque, con un montón de árboles entretejidos que crearan una sensación de confort. Pero como los árboles tardan 15 o 20 años en crecer lo suficiente como para crear ese confort, ideamos tres prótesis temporales que supliesen esas condiciones y al mismo tiempo generasen un espacio de encuentro. Nos gusta decir que son elementos de low-tech [baja tecnología] en vez de high-tech [alta tecnología], porque están pensados para ser fácilmente mantenibles, e incluso para que, mediante la venta de la energía solar producida, puedan financiar su propio mantenimiento.

¿De qué planteamiento partieron?

Uno muy sencillo. ¿Por qué estás a gusto bajo un árbol? Hay una evapotranspiración de las hojas que genera un frescor en el aire. Ese microclima creado busca llamar la atención como espacio bajo el que la gente se reúne y los niños juegan, o se ve un partido en una pantalla. El proyecto es una apuesta por el espacio público como lugar de encuentro, que es la esencia de la ciudad compacta, la ciudad mediterránea.

¿Qué dice la gente al verlos?

La gente te dice: ¡qué invento! Pues no. Todo se reduce a hacer que las corrientes de aire se carguen de humedad, algo que viene de la arquitectura tradicional de Oriente Próximo. Y al final, la gente te dice: pues resulta que esto va a ser como un botijo. Pues sí.

Los miembros del estudio Ecosistemaurbano. En primera fila, José Luis Vallejo, Costantino Hurtado, Belinda Tato y Diego García-Setién, rodeados de su equipo.
Los miembros del estudio Ecosistemaurbano. En primera fila, José Luis Vallejo, Costantino Hurtado, Belinda Tato y Diego García-Setién, rodeados de su equipo.SILVIA VARELA

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