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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Embriones: luz ámbar

El difícil acuerdo alcanzado en Bruselas sobre la investigación con células madre no hará que los científicos europeos se pongan a tirar cohetes, pero sí que desempolven el bolígrafo y soliciten dinero para ese tipo de proyectos, cosa que apenas han hecho hasta ahora. La prohibición o autorización de estos experimentos es competencia de cada país -las legislaciones más avanzadas son las de Reino Unido, Bélgica, Suecia y España-, y la financiación también. El nuevo acuerdo permite que Bruselas asuma parte de esos costes entre 2007 y 2013.

No será mucho dinero (rondará el 1% del presupuesto sanitario de la UE), pero, de momento, el gran problema de este campo científico no es la falta de dinero, sino la de voluntad política. El hecho de que Italia y Alemania hayan renunciado a su intención inicial de vetar la aprobación de todos los presupuestos científicos europeos para los próximos siete años es por ello un signo de esperanza o al menos de cordura, que aún no han mostrado sus socios en el rechazo a las células madre (Austria, Polonia, Eslovaquia, Lituania, y Malta), dispuestos a seguir bloqueando el acuerdo de no haber quedado en minoría.

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La adhesión de Italia y Alemania ha requerido excluir explícitamente de la financiación los proyectos que busquen "modificar la herencia genética para todas las futuras generaciones" y "crear embriones humanos con el único objetivo de investigar o para procurarse células madre". Ejemplo de lo primero es el diagnóstico preimplantatorio que acaba de hacer un hospital público de Sevilla para evitar que una niña nazca con una grave y cruel enfermedad hereditaria: ella y todos sus descendientes han visto "modificada su herencia genética", y por tanto no podrían haberse beneficiado de ningún fondo europeo. Sobre esta técnica, los obispos se apresuraron a indicar ayer que "no es una curación", y tienen razón: la ciencia nunca podrá curar una enfermedad que gracias a ella ya no aparece.

El veto financiero a la creación de embriones para investigar excluye la clonación terapéutica y dificulta los demás proyectos con material embrionario. Pero no los impide, puesto que las células se podrán obtener de los embriones con cargo a otras fuentes financieras, y la UE podrá costear las fases posteriores de la investigación. Impedir algo y a la vez financiar sus efectos puede ser una hipocresía, pero permite ponerse a trabajar. La investigación europea con células madre no ha recibido exactamente una luz verde, pero tampoco tan roja como la que Bush infligió la semana pasada a los científicos de su país, ejerciendo por primera vez su derecho a vetar una ley aprobada por el Congreso; o la que desearía la Conferencia Episcopal española, empeñada en considerar hermanos de la niña a los embriones de ocho células descartados en el diagnóstico preimplantatorio de Sevilla. Es sólo una luz ámbar que parpadea: teniendo cuidado, se puede pasar.

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