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Escalada militar en Oriente Próximo

El Gobierno de Líbano reconoce su impotencia para controlar a Hezbolá

El primer ministro, Siniora, quiere extender su autoridad a las zonas controladas por la guerrilla

Ángeles Espinosa

La impotencia del Gobierno de Líbano ante el enfrentamiento entre Israel y Hezbolá quedó ayer patente en las declaraciones de su primer ministro, Fuad Siniora, y de su ministro de Defensa, Elías Murr, cuyas posiciones políticas son muy distintas. Siniora expresó su determinación a extender la autoridad de su Gobierno a la región fronteriza con Israel controlada por Hezbolá en cuanto acabe la guerra. Murr, por su parte, aseguró que el Ejército libanés se opondrá a una invasión. Ambos carecen de capacidad política y militar para cumplir su palabra.

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"Debemos trabajar juntos para impedir que se inflija una calamidad aún mayor", declaró ayer el primer ministro libanés en una entrevista con la cadena estadounidense CNN en la que volvió a pedir la ayuda de la comunidad internacional. Siniora subrayó que la situación que afronta su país es "un desastre" y criticó a Israel por los ataques dirigidos contra el movimiento chií Hezbolá.

De momento, incluso los libaneses que consideran que la captura de dos soldados israelíes por parte de Hezbolá fue "una aventura" están mostrando solidaridad frente a la desproporcionada reacción israelí. "Israel no puede protegerse librando guerras", añadió Siniora antes de recordar que su vecino del sur ha estado involucrado en una decena de conflictos desde su creación.

"Lo que ha ocurrido ha puesto al país de rodillas y reconstruirlo va a llevar años", había lamentado poco antes en una entrevista con el diario británico Financial Times. El primer ministro libanés aseguró no obstante que los bombardeos israelíes no van a lograr eliminar a Hezbolá y advirtió de que su Gobierno no se cruzará de brazos si Israel inicia una operación militar terrestre. El temor a la misma aumentó después de que la aviación judía lanzara octavillas al sur del río Litani pidiendo a la población que abandone la zona y de que los militares llamaran a filas a una nueva tanda de reservistas.

"El Ejército libanés, y subrayo el Ejército libanés, resistirá, defenderá y probará que es un Ejército que merece respeto", anunció el ministro de Defensa de Líbano, Elías Murr. Sus palabras, en una entrevista con la cadena árabe Al Yazira, sonaron huecas. Hasta ahora, igual que sucediera en 1978 y durante la invasión de 1982, las Fuerzas Armadas libanesas se han mantenido pasivas ante la violencia, a pesar de que una veintena de soldados han muerto en los bombardeos contra sus cuarteles.

Esa pasividad tiene más que ver con la parálisis política libanesa que con la evidente falta de medios del Ejército. El Gobierno está integrado por representantes de cada una de las principales comunidades religiosas (hay hasta 16 entre distintas ramas de cristianos y musulmanes), según un pacto no escrito que se actualizó con los acuerdos de Taif que pusieron fin a la guerra civil en 1990. Ese equilibrio ha impedido superar las viejas estructuras políticas basadas en la fidelidad a la comunidad, manteniendo débil al Estado, incluidas sus Fuerzas Armadas. "El Ejército no puede funcionar sin consenso político y entendimiento nacional", señala Sharkis Naoun, columnista del diario An Nahar. Sin embargo, no todos los observadores están de acuerdo con la visión generalizada de que el Ejército se ha quedado al margen del actual conflicto. "Ha intervenido. Está implicado entre bambalinas", afirma Ahmad Yatim, un médico chií que participa en un grupo de reflexión intercomunitario. Yatim pone como ejemplo el cohete lanzado contra un barco de guerra israelí el pasado día 14 y que dejó cuatro marinos muertos.

"Hezbolá no dispone de la infraestructura de radares necesaria para disparar un misil a 18 kilómetros", explica este analista. En su opinión, el ataque israelí contra el cuartel de Jamhur tampoco fue casual. Aunque ese pequeño acantonamiento alberga una unidad de ingenieros, sin capacidad de combate, aparentemente dejaron pasar un misil con destino a Hezbolá. En cualquier caso, habría sido una implicación pasiva. Los militares libaneses tampoco tienen capacidad para más.

A la vista de lo cual, el ministro de Cultura, Tarek Mitri, hizo un llamamiento ayer al director general de la Unesco, Koichiro Matsuura, para que su organización proteja los sitios arqueológicos de Baalbeck y Tiro, ambos patrimonio mundial de la humanidad. Su aviso coincidió con un violento bombardeo sobre Baalbeck, el feudo de Hezbolá en el este del país.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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