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La cumbre del G-8

Moscú se postula como el gran proveedor de energía del mundo

El anfitrión de la reunión del G-8 también pretende vender gas licuado a los países ricos

Rusia está a un paso de conseguir que la cumbre del G-8 acepte una parte sustancial de su plan para garantizar la "seguridad energética global", a cambio de aceptar el respeto por los principios del mercado. Los países más reticentes -Reino Unido, EE UU y Canadá- sostenían que la intervención gubernamental puede provocar más daño que ayuda en los suministros energéticos. Rusia logró ayer desbloquear su plan con una acuerdo con Canadá en el que se incluyen ambos conceptos.

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Aunque en los encuentros bilaterales entre jefes de Estado y de Gobierno dominan los asuntos de último minuto de la política internacional, Rusia está sacando adelante su principal objetivo, aquél por el cual será juzgado el éxito o fracaso de esta cumbre: el de alcanzar un pacto para garantizar la seguridad energética mundial. En el alma de esta idea yace un concepto fundamental: el reconocimiento de Rusia como superpotencia capaz de actuar en una eventual crisis internacional.

El equipo de Vladímir Putin quiere que Rusia interprete un doble papel: el de la seguridad en la oferta que siempre recae en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el de la seguridad de la demanda, corporizada en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Si el G-8 avanza en esta dirección, se podría superar la histórica incapacidad para reaccionar ante una crisis imprevista, como ocurre en la actualidad, en la que existe una reducción de la capacidad excedentaria de los países productores al tiempo que se mantiene una fuerte demanda de los países industrializados y China.

Una parte del G-8 no se fiaba del concepto de seguridad energética ruso por razones obvias. El poderío energético ruso es un poderío de Estado. Países como EE UU, Reino Unido y Canadá, veían tras la iniciativa rusa una limitación de los mercados mundiales de energía. El uso de la palabra "seguridad" y el concepto de "seguridad de demanda" escondían, según estos países, una participación demasiado activa del Estado. El acuerdo anunciado ayer por el presidente Vladímir Putín y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, pavimenta el camino hacia la aceptación de la propuesta rusa y ha sido interpretado en el Kremlin como el prólogo del final feliz del G-8.

"Canadá y Rusia tienen muchos intereses en común en el desarrollo de los sectores nacionales de energía y en el respaldo al buen funcionamiento de los mercados energéticos. Nuestros dos países son grandes productores de energía y juegan un importante papel en aumentar la seguridad energética global", dice el comunicado conjunto. Y añade: "Vamos a respetar los principios del mercado y asegurar que existan una política abierta, clara y previsible y marcos regulatorios. También vamos a asegurar la existencia de una fiscalidad transparente y condiciones legales y comerciales para eliminar las barreras al comercio e impulsar inversiones mutuas en la industria energética". El acuerdo también incluye una propuesta rusa para convertirse en suministrador del G-8: dar un impulso a la producción de gas natural licuado (LNG) que puede ser transportado por mar.

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Policías antidisturbios rusos desalojan a los manifestantes que ayer protestaron contra la cumbre del G-8 en San Petersburgo. La marcha fue organizada por varios movimientos de la oposición, incluyendo el de los comunistas, y los movimientos antiglobalización.

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