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El debate del estado de la nación

Zapatero defiende su política de inmigración y seguridad con críticas a la herencia de Rajoy

El debate del estado de la nación entre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del PP, Mariano Rajoy, tuvo como asuntos centrales la inmigración y la seguridad ciudadana. Fue Rajoy quien arrastró el carro dialéctico a esta vereda y allí lo esperó Zapatero con datos y reproches, apoyándose en las cifras de los Gobiernos del PP y, en concreto, en las del propio Rajoy mientras fue ministro del Interior en 2001 y 2002.

Los dos líderes fijan brevemente su posición sobre el fin de ETA y eluden la más mínima discusión sobre el problema
El Grupo Popular trató de discutir sobre los tiempos de intervención y pidió que se equiparen con los del Gobierno
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Todo el debate estuvo trufado de datos, algo relativamente frecuente en este tipo de confrontaciones, pero no tanto como en esta ocasión: Zapatero los utilizó de manera constante como dardos contra su adversario. Si sirviese de referencia el entusiasmo que cada orador despierta en su grupo, puede anotarse que el presidente del Gobierno, en su primera intervención, fue interrumpido en 31 ocasiones por sus correligionarios. Rajoy cosechó 13 ovaciones de los suyos y el empate sólo se produjo en la escenificación del aplauso final, puestos en pie los diputados.

La primera intervención del jefe del Ejecutivo, por la mañana, ya apuntó lo que luego fue la tónica dominante de la tarde. Rodríguez Zapatero advirtió de que llegaba para hablar "de la España real, de lo que España es ahora", y a partir de ahí comenzó a desgranar, muy por extenso, las cifras mejores de la situación económica: creación de empleo, tasa de paro, superávit de las cuentas públicas, incremento de las pensiones, aumento del fondo para garantizar estas prestaciones en el futuro.

En medio fue anunciando hasta 12 medidas de apoyo a los jóvenes, que abarcan desde la lucha contra la temporalidad en el empleo hasta el consumo de alcohol, pasando por becas de postgrado y hasta subvenciones de 1.000 euros para estudiar inglés.

Prácticamente un tercio del discurso de Zapatero estuvo dedicado a la economía -10 folios de los 32 que llevaba escritos- y en un momento admitió que la elevada tasa de inflación y el sector exterior son los dos flancos débiles, aunque luego ofreció datos de la mejora en las exportaciones, durante el primer trimestre de este año, a China (34%), India (40%), Rusia (45%) y Estados Unidos (44%).

Mejora educativa

De la economía siguió hablando, en el fondo, cuando dedicó muchos minutos más a la mejora del "capital humano" que, según dijo, supondrá la reforma del sistema educativo y el anuncio de que el Gobierno declarará 2007 como "el año de la ciencia" en homenaje a José Castillejo y a la creación de la Junta de Ampliación de Estudios, a principios del siglo XX. Luego entró a desgranar otros aspectos concretos de la acción de Gobierno y sorprendió con esta frase: "Pronto tendremos en nuestras manos solucionar para siempre la escasez de agua".

Por supuesto, el capítulo de los "derechos civiles y sociales" salió a relucir, incluido el matrimonio entre personas del mismo sexo y el calificativo de "malditos asesinos" para quienes matan a su pareja.

El capítulo de la seguridad ciudadana lo enfocó, desde la mañana, con datos sobre disminución de la delincuencia y aumento de los efectivos de Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía para luchar contra la delincuencia. Aquí introdujo otro anuncio: la reforma del Código Penal, que llegará al Congreso antes del 1 de julio para perfilar mejor algunos tipos penales referidos a las bandas organizadas de delincuentes y endurecer las penas por este tipo de actuaciones.

Antes había asegurado que España tiene una de las tasas de criminalidad "menores de Europa" y que está "20 puntos por debajo de la media de la UE", cuando tenía 15 miembros y por debajo de países como Reino Unido, Alemania o Francia.

La inmigración permitió a Zapatero recibir una de las ovaciones más calurosas de los suyos. Fue cuando dijo que "debemos mantener una actitud ante los que vienen de fuera como la que nosotros hemos exigido históricamente". Y en este capítulo volvió a las cifras y a las comparaciones con los Gobiernos del PP: 2003 supuso la mayor cifra de accesos de inmigrantes irregulares en embarcaciones a las costas de Canarias y Andalucía.

El flanco de la cooperación internacional lo manejó Zapatero con profusión advirtiendo de que en los años ochenta España no había incrementado su presencia diplomática en el área subsahariana y ahora se han creado embajadas y oficinas técnicas de cooperación en Malí, Cabo Verde y Etiopía, entre otros países.

Después de señalar que "paz y cooperación" serán los ejes de la política exterior, acabó su intervención admitiendo que "hay cosas que pueden y deben mejorar", para concluir que el Gobierno no es conformista porque su proyecto "nunca alcanzará la cota de ambición para con España", una de las pocas frases de cierta grandilocuencia que deslizó en su discurso.

Se sabía que Rajoy había pedido evitar en el debate de ayer el tema de las futuras conversaciones con la banda terrorista ETA. El Gobierno anunció que orillaría el asunto y, aunque el secretario general del PP, Ángel Acebes, dio a entender el lunes pasado que se abordaría el tema con amplitud, tanto Zapatero como Rajoy fueron extraordinariamente comedidos.

Generosidad para la paz

El presidente del Gobierno, al acabar su primera intervención, anunció que reafirmaba su determinación "de trabajar para el fin de la violencia, para el fin de ETA", y mostró confianza "en que todos actuemos con generosidad porque a todos nos lo demandan lo españoles", y comprometió "el máximo diálogo para recorrer el camino de la paz".

Rajoy hizo exactamente lo contrario, en cuanto a las formas: arrancó su discurso fijando su posición, admitiendo que "corresponde al Gobierno" dirigir la lucha antiterrorista y exigiendo que el contacto previsto con miembros de ETA sea para "conocer sus intenciones y comprobar si existe una decisión irreversible de abandonar las armas, disolver la banda y pedir perdón a las víctimas". Advirtió también que, de acuerdo con el Pacto Antiterrorista, ETA no puede obtener "ventaja o rédito político alguno".

Pero desde el primer momento, Rajoy destacó que hablaría de ETA "antes de entrar en la materia propia de este debate", con lo que hizo explícito que una de las cuestiones más importantes de la política española en este momento y que más atención suscita entre los ciudadanos quedaba expresamente excluida de la confrontación. De hecho, no hubo ni la más leve mención posterior tanto por parte de Rajoy como de Zapatero.

A partir de ahí quedó claro muy ponto que Rajoy elegía un estilo distinto al del año pasado en este mismo trámite parlamentario: hubo muchas alusiones directas al presidente del Gobierno, pero en muy pocos momentos, prácticamente nunca, alcanzaron la virulencia d aquella ocasión.

Quizás ello explique que, tras el primer aplauso de su grupo, que logró al exigir que no haya ventajas políticas para el terrorismo, fuese cuando fustigó la política de inmigración dijo que era el mejor ejemplo sobre cómo actúa el Gobierno: "Sólo se acuerda de las goteras cuando se inunda la casa" y "se echa la siesta" porque "tiene que atender otras cosas, tales como enredar con la Constitución o perseguir al PP".

En la seguridad ciudadana, Rajoy aseguró que "aumentan los delitos" y no sólo "el espantoso número de mujeres asesinadas", sino que "nos estamos enfrentando a unos tipos de delincuencia que no conocíamos". Esa mención fue la que dio pie a Zapatero a decir que con el Gobierno del PP hubo oleadas de asaltos a domicilios y personas protagonizados por bandas de extranjeros que causan gran alarma, por ejemplo en Madrid y la Comunidad Valenciana.

En política exterior, el líder del PP no eligió la sutileza: "España ha desaparecido del mapa", y luego Zapatero le contestó con titulares elogiosos hacia el Gobierno por parte de importantes periódicos internacionales. Luego entró Rajoy en el debate territorial y acusó a Zapatero de estar "desguazando la Constitución disimuladamente". Negó que España sea "una nación de naciones ni de realidades nacionales ni de culturas ni territorios, sino de ciudadanos", en referencia a las reformas de los Estatutos de Cataluña y Andalucía. El líder del PP concluyó que España está en la "incertidumbre" sobre "el futuro político y económico, laboral y empresarial, nacional e internacional".

La acusación política de mayor calado la formuló Rajoy al asegurar que Zapatero ha decidido corregir la actitud de consenso que se forjó en 1978 con la Constitución y "expulsar de la vida política a la mitad de las personas". Rajoy se refirió a un supuesto intento de excluir al PP: "Ahora hay catalanes y anticatalanes, andaluces y antiandaluces, vascos y antivascos", y aseguró que se trata de "una división sectaria entre propios y ajenos". Luego manejó el llamado Pacto del Tinell como prueba de voluntad excluyente.

Estatutos y bienestar

En cierta forma resumió los puntos de su intervención con esta frase: Zapatero "concentra sus afanes en los nuevos Estatutos, la dispersión del Estado y la reforma taimada de la Constitución, como si de ello dependiera el bienestar de los españoles. Siembra cizaña y extiende la discordia como si de ello dependiera exclusivamente la supervivencia de su Gobierno. En fin, no es capaz de inyectar ánimo ni confianza en la sociedad española porque ha disuelto las certidumbres".

En su réplica, Rajoy trató de suscitar un problema con los tiempos de intervención. El presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín, le dijo que tendría más tiempo que en cualquier otra ocasión similar, y el líder del PP pronunció una frase que los suyos manejaron más tarde: se lamentó de que por primera vez al líder de la oposición "se le expulsa de la tribuna".

Marín, firme, midió el tiempo con generosidad. Rajoy llegó exigir que se equiparase su tiempo al del presidente, en contra de la tradición parlamentaria que no fija límites al Gobierno, y pidió debates monográficos sobre inmigración, seguridad ciudadana y política exterior, algo que diputados del PSOE interpretaban como "el síntoma más claro de que Rajoy ha perdido este debate". Hoy intervendrán PNV, IU, Coalición Canaria y el grupo Mixto. Las resoluciones se debatirán la próxima semana.

José Luis Rodríguez Zapatero escucha a uno de los intervinientes desde su escaño en el banco azul.
José Luis Rodríguez Zapatero escucha a uno de los intervinientes desde su escaño en el banco azul.BERNARDO PÉREZ

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