Ciclón Shakira
Es la estrella del momento. Ha vendido 26 millones de discos y está a punto de comenzar una gira mundial. Subió por primera vez a un escenario a los cuatro años, se hizo profesional a los 10 y arrasó en EE UU a los 24. Es una mujer llena de contradicciones que siempre quiso triunfar
Soy una hormiga obrera que coge cada día su terrón de azúcar y lo arrastra despacito hasta su hormiguero. Unas veces no me cuesta nada; pero otras, es demasiado pesado para mí. Y me entra miedo. De no llegar. De que todo haya sido un sueño. Y despertar. Con todo, me gusta ser una obrera de la música. No me imagino siendo otra cosa. He nacido para esto. Recuerdo una tarde, en Barranquilla, descalza, sentada al sol a la puerta de mi casa, imaginando el futuro. Y llámalo intuición, pero supe que iba a ser una figura. Famosa. Que iba a llenar estadios".
-¿Y el día que no los llene?
-Sería ridículo pensar que esto va a durar siempre. Mi reinado no será eterno, el éxito es volátil. Hasta el Imperio Romano tuvo su caída. Aceptaré la mía dignamente. El día que no tenga éxito, no sé qué pasará, pero espero que el dinero que llevo gastado en psicoanálisis me sirva de algo.
"Mi reinado no será eterno; hasta el Imperio Romano tuvo su caída"
"Conozco bien la fama; es una vieja amiga que a veces me quiere lastimar"
"Alejandro Sanz y yo somos los iguales, hemos empezado de cero"
Shakira es especialista en elaborar bellas sentencias que luego repite hasta la saciedad con voz suave y gesto tímido en el centenar de entrevistas que concede cada año. Y el caso es que resulta convincente. Quizá sea esa actitud de niña buena y soñadora. Envasada en un cuerpo menudo, casi de adolescente: piel dorada, pecho breve y trasero contundente. Su rostro angelical y esa actitud amable constituyen el blindaje más difícil de perforar. Su estrategia es no torcer nunca el gesto ante un periodista. Jamás rehúye una cuestión delicada. Incluso se adelanta a ellas. Dispara más rápido. Saca a relucir a su novio, Antonio de la Rúa, hijo de un ex presidente de Argentina, con el que comparte vida y trabajo desde 2001, antes de que se le pregunte por él. A continuación suelta la espesa tinta de calamar de sus frases hechas. Y da el asunto por concluido.
Es su estrategia. Y no es nueva. Ya nos lo advirtió su compatriota el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez en un perfil que realizó a la cantante en junio de 1999: "Shakira tiene ideas propias sobre el arte, la vida terrenal y la eterna, la existencia de Dios, el amor o la muerte. Sin embargo, sus entrevistadores se han empeñado tanto en que las explique, que la han vuelto experta en respuestas fugitivas, más útiles para escamotear que para revelar".
Estamos en Barcelona, en una tarde bochornosa de primavera. En el estudio del fotógrafo Jaume de Laiguana: un espacio amplio, silencioso y muy cool. Laiguana es el director artístico de su tour mundial -"mi socio creativo"-. La capital catalana ha sido el cuartel general secreto de la cantante desde comienzos de mayo hasta el pasado día 24, en que se desplazó a Lisboa para cantar en el Rock in Río. El 9 de julio actuará en el estadio Olímpico de Berlín, en la clausura del mundial de fútbol. A continuación, Zaragoza, para poner a punto la gira que se inicia en esa ciudad el 14 de junio, recorrerá 13 ciudades españolas y terminará en Latinoamérica en febrero.
A un metro, Shakira Isabel Mebarak Ripoll no se parece a Shakira. Es más discreta y pausada. Mira continuamente hacia el suelo. Apenas 1,60. Lleva el pelo recogido, una camiseta, pantalón cargo y sobadas botas con ocho centímetros de cuña. Tiene las manos pequeñas y el esmalte de uñas primorosamente descascarillado. Detrás de su aparente tranquilidad, casi zen, algunos tics -retorcerse la coleta, mordisquear un sobre de azúcar, pellizcarse una herida- indican que algo bulle dentro.
Cuando, en el primer minuto del encuentro, el periodista le recuerda la descripción de su amigo Gabo (García Márquez), por fin se ríe a carcajadas. Y se sonroja. Y asiente. "Experta en respuestas fugitivas". Es una buena definición de su personalidad: mostrar todo sin que se vea nada -"en el fondo soy muy recatada"-, pero dando la sensación al interlocutor de que le está haciendo una confesión íntima.
Porque Shakira se las sabe todas. Es una profesional. Dicen que tan metódica en su profesión como desorganizada en su vida privada. Su aproximación al trabajo es compulsiva. No sólo compone y canta. No sólo es la responsable artística de sus trabajos. No sólo vende su imagen en discos, zapatillas deportivas y refrescos. También se encarga de los mínimos detalles de su carrera: desde el vestuario y las coreografías hasta las luces del escenario. Incluso ha colaborado en la edición de sus últimos vídeos. Después de empaparse en la materia. "El ojo del amo engorda al caballo", dice.
"Es especialista en dar el último cuarto de vuelta a la tuerca en el último segundo", describe Jaume de Laiguana. "Su angustia es que le faltan horas, que no tiene el tiempo que considera necesario para hacerlo realmente bien. Es la tipa más exigente que he conocido. Una enferma de la perfección". Una opinión que comparte el guitarrista Tim Mitchell, que ha coproducido algunos de sus trabajos discográficos: "Es muy exigente, pero también muy suave; cuando algo no funciona se enfada con ella, no con los demás. Lo ve como algo personal. Es una carrera continua. Pero para ser una gran estrella no hay otro camino".
Tiene 29 años y lleva en el negocio desde los 10. Desde que ganó 50 dólares y una bicicleta en un concurso televisivo, Buscando artista infantil. En Telecaribe. Interpretó una racial balada de María Conchita Alonso, O ella, o yo. "Ya tenía una voz grave, de adulta; no me querían las monjas en el coro", recuerda. "Mi madre vio lo del concurso en el periódico y me sugirió que me presentara. Yo le pedí pensármelo. Siempre he sido muy metódica. Y sabía que, si me metía en esto, el futuro se me venía encima. Va a cambiar mi vida, pensé. Mis sueños se aproximaban. Y me daba pánico. Pero decidí concursar. Y gané. Ahí comenzó todo. Era 1988".
En realidad, Shakira duda haber sido niña alguna vez. "Bueno sí, lo fui; una chiquilla socialmente adaptada e hiperactiva, con demasiada energía; indisciplinada en el colegio, con buena aptitud para las artes y que odiaba las matemáticas. Pero a veces me da la sensación de que tengo 80 años por la cantidad de cosas que me han pasado. A los 14 ya era adulta, estaba totalmente centrada en mi objetivo".
Toda la biografía de Shakira es la historia de una obsesión. La de probarse a sí misma. Ser querida. Destacar. Se confiesa una enferma de la responsabilidad. "Es mi tortura. Soy una perfeccionista en fase de recuperación; estoy intentando aplacar ese monstruo interior que me obliga a hacerlo todo bien. Siempre he sido la única responsable de mi carrera. De los aciertos y los desaciertos. Y también he tenido un enorme sentido de la responsabilidad hacia el futuro de mis padres y hermanos. Es un maratón que me he impuesto: conseguir que mi madre estuviera orgullosa, que mi padre estuviera feliz; entregar algo a mi tierra; hacer cosas por los huérfanos de Colombia. Usar mi talento para ayudar a los demás. Convertir la tristeza de la gente en alegría. Comunicarme. No entretener por entretener, que es divertido, sino acercarme a la gente de una forma más emocional, conectar mi emoción con la de otros. Por eso me tomo todo muy en serio. Hasta los chistes. A veces me gustaría quitarme ese peso de encima, pero no puedo".
-¿Por qué?
-Porque cada paso que he dado me ha costado mucho esfuerzo. El doble que a otros. Porque yo he arrastrado un sentido de culpa muy propio de la religión católica; todo eso de que hay que sufrir para alcanzar el cielo. Y que esto es un valle de lágrimas.
La religión es el único asunto por el que Shakira pasa de puntillas. Simplemente agacha la cabeza. Al mismo tiempo, está presente en toda la conversación. Hija de un libanés católico, educada en colegios de monjas, admiradora de Juan Pablo II; unas imágenes rezando en su camerino (melena rubia y ceñidísimo pantalón de cuero) junto a sus padres, sobre una Biblia, antes de salir al escenario, dan idea del intenso fervor religioso en el hogar de los Mebarak. Ella reconoce que el catolicismo ha pesado incluso en su aproximación a la sexualidad. "En algún momento llegué a caer en las garras del moralismo. Algo muy típico de la mujer latina, por haber vivido en una cultura de represión. Pensaba que tenía todas las respuestas, estaba llena de juicios previos. Hoy me siento más liberada y abierta. Soy más tolerante. Respeto las ideas diferentes a las mías. El moralismo es una enfermedad. No tiene que ver exactamente con la religión , pero es verdad que mi visión de la religión también ha cambiado últimamente".
Para Shakira, todo su ascenso al estrellato ha seguido un desarrollo lógico. Bien diseñado. "Yo soy la persona más lógica que te puedas encontrar. Y estaba escrito que iba triunfar, sucesivamente, en mi ciudad, en mi país, en mi continente y después en el mercado en americano. Y en el mundo. Paso a paso. Despacio. Porque yo saco un trabajo cada tres años. Es el tiempo mínimo que necesito". A los 13 grabó su primer disco. Fue estrella de culebrón a los 15. Número uno en ventas en su país a los 18. Conquistó el inalcanzable mercado estadounidense a los 24 cantando en inglés. Y a los 27 se atrevió con dos discos distintos, uno en inglés y otro en español: Fijación oral / Oral fixaction. El primero salió hace cerca de un año; el segundo, hace seis meses. "El problema para un artista es que la vorágine de esta profesión devora su ser artístico. La estrella devora al artista. Y yo decidí defender mi integridad como artista. En 2003 me puse a escribir en una finca cercana a Madrid, en Alcalá de Henares. Con mucho vértigo. El nuevo disco me daba terror. Era volverme a probar a mí misma. Probarme que soy buena en esto".
-Pero estaría satisfecha, había vendido 13 millones de copias del anterior
-Sí, pero vender no prueba nada. Pudo ser una cuestión de suerte. Los 13 millones de discos que vendí de Servicio de lavandería no significan nada cuando me encuentro sola frente a un lienzo en blanco. Ahí no hay santo que valga. Ahí no te puede ayudar nadie. Te lanzas al vacío. Cuando escribo me sale del alma. Reflejo mis dudas, alegrías, quejas, victorias y derrotas; es un proceso terapéutico. Yo ante mi reflejo. Ante mi fragilidad. Me salieron 60 temas. Hice 50 demos. Elegí 20. Los ejecutivos de la compañía [Epic, del grupo Sony] no los escucharon hasta el último día. Hasta que el pan estaba cocido. Siempre lo he hecho así. Soy la chef de mi cocina.
A los cuatro años, ya bailaba cada fin de semana la danza del vientre en el teatro de las Misioneras de María, en Barranquilla. Como en su casa no abundaba el dinero (su padre había perdido su negocio de joyería), una de sus hermanas cosió flecos a uno de sus vestidos para darle aire de odalisca. Un vídeo de aquella época muestra a una cría pequeñita, con una sonrisa triste, de pelo negro como un tizón, que mueve compulsivamente sus escurridas caderas al ritmo del dumbek. En cuanto empezó a leer comenzó a componer. Desde entonces han sido suyas todas las canciones que ha interpretado en su carrera. "Es algo inseparable de mí, como la piel de los huesos".
Shakira tiene en común con la generación de estrellas latinas que han protagonizado desde 1999 el asalto al mercado estadounidense el haberse estrenado en la industria como niña prodigio. También lo hicieron Ricky Martin, Luis Miguel, Marc Anthony, Talía o Paulina Rubio. Todos han triunfado. La diferencia es que Shakira compone. En inglés y en español. Lo que le proporciona un estatus musical más elevado, y un perfil más orgánico, sincero, pegado a la tierra. Letras de un amor no convencional. Y con un etéreo compromiso social. Algo que vende. Un fenómeno similar al del cantante colombiano Juanes. El público confía en ellos. Son reales. El percusionista, compositor y productor Archi Peña, que ha trabajado con Alejandro Sanz y Gloria Estefan y que conoce a Shakira desde hace 10 años, confirma la personalidad creativa de la cantante: "Lo principal para ella es sacar lo que tiene dentro, luego vienen la fama y la fortuna".
"Para mí, el rol de compositora es tan importante como el de cantante. Mi carrera es una forma de aprender y de descubrir. Y escribir es positivo en esa búsqueda". Ese intenso elemento creativo, junto a un hábil manejo (puro marketing) de sus raíces árabes y colombianas, y una bien diseñada imagen rockera, que un crítico describe como "underground blanco", la han convertido en un producto imparable.
Ella relativiza. Al menos de boquilla. Aunque, es cierto, sabe lo que es estar arriba y abajo. Recorrer polvorientos festivales de provincias para niños artistas. "Y perder". Y también sabe lo que es arrasar en el mercado anglosajón. Con su primer disco, Magia, vendió un millar de ejemplares. Poco más con el segundo, Peligro. Con el tercero se lo jugó a una carta. Era su última oportunidad. Y acertó. De su último trabajo se han vendido más de cinco millones. Con el mérito añadido de haberlo logrado en el peor momento de la industria. Para un crítico musical, "aquello de la ambición rubia que se aplicaba a Madonna, se ha quedado en mantillas ante la ambición Shakira".
"Es cierto, me gusta el éxito; cuanto más, mejor. No tener ni un minuto libre. Soy así. Desde la primera vez que me subí a un escenario, esto se convirtió en una adicción. Cuando la gente te presta atención se vuelve algo adictivo. Incluso me encantan las entrevistas. Son como visitas guiadas por el interior de tu cerebro. Un psicoanálisis gratuito".
-¿No la estresa este ritmo de vida?
-Soy una celebridad, y esta industria es así. Y lo tomo con humor. Lo único que pido es que cuando me piden un autógrafo esperen a que me saque la cuchara de la boca. Estoy acostumbrada desde niña a la popularidad. Para mí es natural. No soy una chica que acaba de salir de Operación Triunfo. Lo mío es un proceso mucho más largo trabajando bajo el sol. Como desde niña me imaginaba esto, cuando me pasó de verdad no me sorprendió: era una cita ya establecida. Conozco bien la fama. Es una vieja amiga. A veces me quiere lastimar, pero en general es muy amable.
Una obrera de la música. Sharika Mebarak, 26 millones de discos vendidos en todo el mundo; quizá la estrella femenina más importante de la actualidad (con permiso de Madonna y Mariah Carey), achaca su triunfo al tesón. Al hambre de éxito. "En eso, Alejandro Sanz y yo somos iguales. Hemos empezado de cero. Venimos de familias sin dinero, poder, influencia. Lo hemos conseguido a base de esfuerzo. Y Alejandro me inspira mucho en ese sentido".
Otro punto de conexión entre Shakira y la generación de músicos latinos que han protagonizado el fenómeno crossover (la técnica que permite a un artista de una minoría étnica, la latina, triunfar entre el público masivo, anglosajón, cantando en inglés) en Estados Unidos es haber pasado por la poderosa factoría de Emilio y Gloria Estefan, en Miami. Como Jennifer López, Talía o Ricky Martin, Shakira se puso en manos del matrimonio Estefan para que gestionara su carrera americana. En 1998 salía a la luz ¿Dónde están los ladrones? Un auténtico bombazo. Lo mejor estaba aún por llegar.
"Estábamos en Miami, en la puerta de EE UU, y ellos vieron que el reto era que cantara en inglés. Yo apenas lo hablaba y menos aún lo escribía. Intuía que era el siguiente paso, pero no me sentía lista. No me dieron tiempo a pensarlo. No tuve opción. Pensé: si éstos dicen que voy a ser capaz, es que voy a ser capaz. Primero me dijeron que el disco lo escribían ellos. Pero no me cuadraba. Porque para mí, el rol como compositora es tan importante como ser cantante. Y me lancé al agua fría sin pensármelo: decidí componerlo yo".
Fueron dos años de trabajo concienzudo. Encerrada en una granja en Punta del Este (Uruguay). Armada de diccionarios y profesores de inglés. El resultado, Laundry service: 13 millones de discos vendidos. Su consagración.
Todo en su vida, incluso la evolución de su imagen, es resultado de esa férrea voluntad. Y una intensa búsqueda. La de una eterna insegura. Un repaso a las fotografías de sus comienzos refleja a una adolescente morena, rellenita, mellada, de cejas poderosas y pesado maquillaje. "Tenía buenos cachetes aquí [se toca los carrillos] y aquí [se toca el culo]. Yo creo que era grasa infantil". Shakira odia verse en aquellos vídeos. "Estaba gordita, con barrigota. Nunca me ha gustado verme. Me da vergüenza". En 1998, su impresionante melena aún era negra y rizada; en 1999, rojiza y lisa; en 2000, rubia y rizada, y rubia y lisa; en 2001, rubia rizada con mechas negras; en 2002, rubia cobriza rizada; en 2003, rubia con raíces negras; en 2004, rizada y platino.
El año 2005 es el del cambio. Adiós al maquillaje de telenovela y el pelo frito. "Antes me escondía, ya no. No quiero esconderme de mis propios rasgos". Shakira es hoy razonablemente rubia, delgada, y lleva la cara lavada. Un cambio físico que responde también a un cambio vital, y en el que Laiguana tiene mucho que ver. "Hemos buscado una imagen más cruda; en sus fotografías no se ha usado apenas maquillaje, ni hemos tapado, por ejemplo, una cicatriz que tiene en la frente. Importa su actitud, no los fondos o la ropa que le pongas". Un concepto minimalista que se está trasplantando a toda su imagen artística. Empezando por sus conciertos. Según el guitarrista Tim Mitchell, "cada tour supone una tormenta de ideas, una buena ocasión para poner tu carrera al día. Hay que reinventarse, evolucionar, para que los fans perciban que sigues adelante". Algo que también se está aplicando a la puesta en escena de la gira, que busca una estética similar a la de los conciertos de rock de los ochenta, con gran despliegue de luces, un papel secundario del atrezzo y un protagonismo total de la estrella: Shakira.
En nuestra segunda conversación viste camiseta, pantalón de chándal, deportivas y una gorra de los Yankees bajo la que relucen sus impresionantes ojos negros. Ensaya su gira mundial. Entona con su inconfundible voz. Los falsetes marca de la casa. Canta de corazón. Con sentimiento. Dirige con sus brazos. Una vez, y otra, y otra, y otra. Hasta la madrugada. Está cansada y con las piernas doloridas. A régimen. La fruta ha sustituido a los dulces. Tiene miedo. "Estoy trabajando 12 horas al día, y me preocupa no llegar a la gira con la suficiente energía. Ayer tuve un mal día. Tengo miedo de que no esté todo perfecto". Miedo, pero sin tensión aparente. "Sólo me pongo insoportable ciertos días de cada mes". Se ríe. Su actitud es cariñosa con todo el mundo.
Al final de su perfil, García Márquez describía a Shakira como "inteligente, insegura, recatada, golosa, evasiva, intensa". Dio en el clavo. Ella añade: "Neurótica y obsesiva, un terremotico". Y hace un repaso a sus contradicciones: valiente y cobarde, moralista y liberada, tímida y arrojada, joven y vieja, realista e idealista. Enganchada al chocolate, el psicoanálisis y Antonio de la Rúa, "el descanso de la guerrera". Shakira Mebarak Ripoll -colombiana, de 29 años, dueña de tres perros, aficionada a la jardinería y residente en Bahamas- se despide con un abrazo y una sonrisa triste. Recuerda a una niña desvalida.
El 14 de junio inicia su gira. www.shakira.com. www.granviamusical.com. www.fundacionpiesdescalzos.com.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.