El Kremlin opta por mantener el diálogo "mientras haya esperanza"
Los dirigentes rusos se pasean por el filo de la navaja en dos temas candentes de la política internacional como son el empeño de Irán por desarrollar su programa nuclear y el rumbo del conflicto palestino-israelí tras la llegada al poder del movimiento radical Hamás. Sin gran éxito hasta ahora, el Kremlin ha asumido un papel de mediador e intérprete entre los iraníes y los palestinos, por una parte, y los países occidentales.
Moscú tiene razones de sobra para intentar que no surja una nueva potencia nuclear desestabilizadora cerca de sus fronteras meridionales y las tiene también para condenar el terrorismo, del que ha sido víctima reiteradamente. Tanto ante Teherán como ante Hamás, el Kremlin se rige por el principio de mantener el diálogo "mientras haya esperanza", y no se cansa de dar consejos.
A los iraníes Moscú les ha recomendado que se sometan a las exigencias del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y renuncien a enriquecer el uranio. Hasta ahora, Irán no ha aprovechado la oferta de constituir una empresa mixta para enriquecer uranio en suelo ruso. A diferencia de EE UU, Rusia está en contra de las sanciones a Teherán.
El pasado martes, durante una visita a Pekín, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Ivanov, introdujo un nuevo elemento en el juego, al opinar que el problema iraní podría ser resuelto por la Organización de Cooperación de Shanghai (un grupo de varios países asiáticos encabezado por Rusia y China). Irán es un observador en esta entidad, deseosa de un mayor protagonismo internacional.
Intereses distintos
Las motivaciones e intereses de Rusia ante Irán y Hamás son diferentes, en opinión de Alexéi Arbátov, director del Centro de Seguridad Internacional de la Academia de Ciencias. "Los intereses de Rusia en Palestina son simbólicos" y lo que Moscú desea en aquella región es "participar en el proceso de pacificación, que ve como una operación de prestigio". En Irán, Rusia tiene motivaciones más complejas, que incluyen factores políticos, económicos -construye la central de Busher, al sur de Teherán- y de seguridad regional, opina Arbátov. Según él, "la oferta de una empresa mixta para enriquecer uranio iraní en Rusia no estaba totalmente elaborada". Rusia, sin embargo, puso a prueba a Irán. "Al no aceptar la propuesta rusa, Irán se desenmascara en sus intenciones", señaló.
"Si Irán rompe sus relaciones con el OIEA, Rusia debería amenazar con no oponerse a las sanciones en el Consejo de Seguridad y decirle a los dirigentes iraníes que no va a defenderlos de las sanciones de la ONU", señala Arbátov, aunque reconoce que su país no está de momento preparado para adoptar esa posición.
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