Jardines de autor
En tiempos de sequía, hablar de jardines puede resultar instructivo. Cuatro paisajistas revisan las claves que hay que tener en cuenta en el momento de diseñarlos para conseguir el equilibrio.
Puede parecer inoportuno o incluso frívolo hablar de jardines en un momento en que la falta de agua plantea problemas más acuciantes. Y, sin embargo, no hay mejor pretexto que la sequía para recordar que el jardín es un invento de los habitantes del desierto. Un oasis artificial de agua y palmeras datileras -el árbol de las 36 utilidades del que habla Estrabón-. Un recinto cerrado, pairidaeza en persa antiguo, creado junto a las dunas gracias a una elaborada red de canales de irrigación. La sequía no es un problema nuevo en los jardines españoles, sino más bien un factor inherente con el que siempre hay que contar. Y puede tener su lado positivo si nos sirve para corregir errores. A través de la experiencia de estos cuatro paisajistas vamos a revisar algunos puntos clave.
El lugar. Los cuatro coinciden en resaltar la importancia como punto de partida de la valoración previa del lugar. Una prueba tan sutil como subjetiva para la que no existen reglas universales y que cada uno formula a su manera. "El proyecto", comenta Bet Figueras, "es la reordenación de un lugar al que se infieren nuevos usos y formas. A través del jardín se busca un ideal de naturaleza, es como una reinterpretación del paraíso terrenal". En la misma línea, aunque con distintas palabras, se expresa Lucía Serredi: "Me interesa mucho captar el genius loci, la esencia, el espíritu del lugar, y poder atraparlo en espacios arquitectónicos en plena unidad con la casa". "Lo importante", añade María Medina, "es lograr una gran atmósfera y ello se consigue con medios muy elementales donde la sabiduría acumulada por la cultura tradicional también nos puede servir de inspiración". Por su parte, Luis Vallejo hace además hincapié en los aspectos prácticos, esto es, en el uso que se va a hacer del espacio, ya que no se debe resolver de igual forma un jardín donde van a jugar niños pequeños que otro puramente contemplativo o un huerto de fin de semana. Se trataría, pues, de establecer una alianza entre lo que nos ofrece el lugar y el nuevo uso que pretendemos darle. Así, el jardín de una segunda vivienda debería ser, por lógica, mucho más funcional que el de nuestro domicilio habitual; lo mismo que el paisaje urbano exige un tratamiento distinto que el de un entorno rural.
La sostenibilidad. Según Bet Figueras: "Conceptos como sostenibilidad y equilibrio ecológico podrían parecer la antítesis de la artificiosidad y el exotismo que se busca en los jardines, pero, de hecho, los mejores son aquellos que se adecuan a las posibilidades del lugar haciendo de los inconvenientes virtud". Así nace, por ejemplo, el patio ajardinado: "Tan arraigado en nuestra cultura", recuerda María Medina. "El patio ha trascendido nuestras fronteras, y aunque se ha adaptado a otras modas, ha conservado sus señas de identidad y su nombre. En mi opinión, sigue siendo un modelo muy válido".
Desde el punto de vista de los recursos, el elemento más controvertido es el césped, por la cantidad de agua que consume. El error respecto a su uso parte de una mala imitación de los jardines ingleses, por lo general los más admirados. En Gran Bretaña, como en otras muchas zonas del norte de Europa donde llueve incluso en verano, la hierba es la solución más barata y fácil de mantener, ya que la tierra desnuda se convertiría en un barrizal, y cualquier otro pavimento permanecería permanentemente encharcado planteando engorrosos problemas de drenaje. Algo parecido ocurre en Galicia y en toda la cornisa cantábrica. No así en el resto de la Península, donde Lucía Serredi aconseja sustituir las praderas por tierra y grava, dos elementos clásicos de los jardines mediterráneos: "De niña me despertaba con el sonido del rastrillo peinando la grava; es uno de los recuerdos más agradables y evocadores que tengo de mi infancia". No se trata de eliminar el césped, sino de utilizarlo como un recurso más de diseño: "Tratarlo como un tapiz verde, siempre enmarcado", añade Serredi, es decir, de forma puntual y en un área limitada. Porque otro de los inconvenientes del césped, que en verano necesita agua a diario, es que obliga a regar árboles y arbustos que no requieren tanta humedad. "En cualquier caso", resume Luis Vallejo, "el riego de jardines tiene una incidencia mínima en el conjunto del consumo y prohibirlo no soluciona el problema, sino que lo agrava porque las plantas también generan clima. Hoy día existen además sistemas muy avanzados, tanto de aspersión como de goteo, que minimizan el gasto de agua".
Las plantas. "La vegetación es lo que imprime carácter a estos pequeños espacios. En ningún jardín debe faltar un gran árbol de hoja caduca que lo cubra con su sombra en verano y deje filtrar el sol en invierno". Es la opinión de María Medina, que pone el énfasis en las posibilidades del árbol como elemento compositivo, un tema que lleva años analizando. El jardín no puede responder sólo a criterios estéticos, debe funcionar también como un pequeño ecosistema. "Es fundamental", opina Lucía Serredi, "dar sentido a cada planta. Todo lo que es pura decoración, por muy fotogénico que resulte, tiene una vida efímera". Luis Vallejo se refiere a los tres aspectos: funcional, espacial y cromático, que hay que tener en cuenta a la hora de elegir las plantas, y nos recuerda que mientras el primero está condicionado por razones objetivas de clima y suelo, los otros dos requieren la experiencia y creatividad de un profesional. Y como concluye Bet Figueras: "El papel del paisajista es también buscar soluciones que faciliten el mantenimiento".
Luis Vallejo: piedras que hablan
A principios de los años ochenta, Luis Vallejo era uno de los pocos europeos expertos en bonsáis, por eso no es de extrañar que la colección que Felipe González inició en La Moncloa creciera bajo su tutela. Formado en la empresa familiar Viveros Francisco Vallejo, abrió su propio estudio en 1986. Su trabajo como paisajista se identifica por un uso muy personal de la piedra, que trata como un elemento orgánico más que mineral. No le agrada, sin embargo, que le encasillen en el jardín japonés porque, aunque lo conoce mejor que nadie, le gusta expresarse en distintos estilos. Afortunadamente su trabajo se lo permite; el hecho de tener como clientes a importantes empresarios y financieros de renombre le brinda la oportunidad de abordar proyectos muy diferentes, tanto privados como públicos. Entre ellos hay que destacar el campus financiero del Banco Santander Central Hispano en Boadilla del Monte; el hospital de Fuenlabrada, premiado en un concurso internacional de paisajismo, y el Royal Hotel, en Marraquech.
Lucía Serredi: música de cámara
Proyectados con rigor arquitectónico y realizados con admirable esmero, sus jardines son refinadas piezas de artesanía donde hasta los detalles aparentemente insignificantes pasan un minucioso control de calidad. Grandes o pequeños, pero asentados siempre sobre una sólida arquitectura de ejes, bancales, caminos, escaleras y pérgolas, los jardines de esta paisajista nacida en Toscana están hechos a escala humana, tienen un fuerte carácter latino y nos hablan del mundo clásico con un lenguaje muy actual, aunque siempre al margen de modas pasajeras. Como ella misma suele decir, "el jardín debe ser música de cámara". Entre su primer proyecto, realizado en 1979 para el pintor Julián Grau Santos, y el del Canal de Isabel II en la madrileña plaza de Castilla, inaugurado el año pasado, hay también un riguroso trabajo de investigación plasmado en publicaciones: Estudio histórico del palacio de Boadilla. Restauraciones: los jardines del Rey, en Aranjuez, y los museos Sorolla y Cerralbo, en Madrid, y la recreación del patio del Museo de América, también en la capital.
María Medina: con los cinco sentidos
La personalidad de esta paisajista sevillana, su sensibilidad para reinterpretar y poner al día fórmulas tradicionales cargadas de sabiduría y eficacia, han ejercido una evidente influencia sobre otros diseñadores ya desde sus primeros trabajos: el jardín de Adolfo Domínguez, en Ourense, y el Cigarral de Menores, en Toledo. Su estilo se recrea en los juegos de luces, el perfume, los sonidos, las floraciones, y acapara toda la sensualidad que debe acompañar al mundo del jardín. Desde 1996 colabora con Patrimonio Nacional, y a ella se debe el plan director de los jardines de La Granja, en Segovia. Ha realizado también el jardín de los príncipes de Asturias. Pero tan brillante trayectoria no estaría completa sin dos importantes publicaciones realizadas junto al arquitecto José Martínez Sarandeses: Árboles en la ciudad y Guía de diseño urbano. Los patios del Museo Picasso, en Malaga, uno de sus trabajos públicos más recientes.
Bet Figueras: cómplice de la naturaleza
Formada en las universidades de Berkeley, California, y Edimburgo (Reino Unido), es colaboradora habitual de los grandes arquitectos catalanes y profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Abierta siempre a las nuevas tendencias, sus proyectos hablan también de una gran versatilidad. Así lo demuestran dos trabajos, aparentemente tan dispares como son el Jardín Botánico de Barcelona, realizado junto al equipo Ferrater / Canosa y ganador del Premio FAD de espacios exteriores en 1999, y la rosaleda Cervantes de esta misma ciudad, con una original puesta al día de un parque de los años sesenta. Desde que en 1982 inició su andadura profesional en el estudio de Oriol Bohigas, ha realizado proyectos de primera línea, como el jardín privado de Óscar Tusquets; el de Bodegas Bilbaínas, en Haro (La Rioja); el restaurante El Bulli, en Roses, y los hoteles La Florida y Omm, en la Ciudad Condal.
Bet Figueras: 933 02 01 24; betfigueras@infonegocio.com. María Medina: 912 10 19 67; mariamedina@inicia.es. Lucía Serredi: 669 62 24 18; luciaserred@hotmail.com. Luis Vallejo: 916 57 09 54; paisajismo@luisvallejo.com.
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