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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Retraso europeo

En la cumbre de Lisboa de 2000, los gobernantes de la Unión Europea establecieron un objetivo tan ambicioso como necesario para mantener e incrementar la competitividad de la economía europea y la prosperidad a largo plazo de su población: lograr en 2010 el liderazgo mundial en investigación, desarrollo e innovación, así como un decidido impulso a la enseñanza y a todo lo relacionado con el conocimiento. Seis años después, el balance es preocupante, especialmente para los países de la Europa central y meridional. Un reciente estudio, destinado a evaluar los progresos realizados hacia los objetivos de Lisboa, revela que la distancia con EE UU y Japón, en el campo de la enseñanza universitaria, sigue aumentando en lugar de disminuir.

Un primer indicador básico, el de la financiación por alumno universitario, muestra que ésta es el doble en las universidades americanas respecto de las europeas, con excepción de las situadas en los países nórdicos. El hecho de que sólo dos universidades europeas, las dos del Reino Unido, Oxford y Cambridge, se encuentren entre las 20 primeras del mundo, según baremos aceptados internacionalmente, y que 17 de esas veinte sean estadounidenses es un dato demoledor; especialmente para países con una esplendorosa tradición universitaria. No es éste el caso de España, que nunca ha tenido un sistema universitario moderno de cierta entidad, y que, a pesar de los progresos registrados en las últimas décadas, no acaba de salir de la mediocridad y que ni siquiera ha llegado todavía a la altura de la mayoría de sus socios en la Unión Europea.

Pero la financiación, con ser el factor primordial, no es el único. También juegan la estructura general del sistema universitario, la autonomía y la flexibilidad de sus centros, la calidad de los profesores y el sistema de selección de éstos y de los alumnos, entre otros factores. Además, en contra de una percepción muy generalizada, el buen funcionamiento de los sistemas universitarios, incluyendo su financiación, redunda también en una mayor igualdad de oportunidades para todos los jóvenes, independientemente del poder adquisitivo de sus familias. En Estados Unidos es más fácil que un joven procedente de la clase trabajadora termine sus estudios universitarios que en una Europa que se enorgullece justamente de sus preocupaciones sociales. Todo esto debería hacer reflexionar a los gobernantes europeos para rectificar lo que no se está haciendo bien.

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