Una cuestión de peso
La epidemia de obesidad que nos invade y sus riesgos para la salud reclaman la prevención del exceso de peso, así como evitar que engorden los pacientes obesos que han conseguido adelgazar con una dieta. Objetivos aparentemente sencillos, pero difíciles de conseguir. No basta con aconsejar a la gente obesa que coma menos y haga más ejercicio.
Hemos llegado a convencernos de que es posible ejercer un control sobre el apetito y la regulación del peso corporal. Esto no es así en la mayoría de los casos, pues de ser cierto no existirían personas con sobrepeso. No he conocido a ningún paciente obeso que haya tenido que esforzarse por convertirse en gordo y mantenerse obeso. Si nuestros sistemas reguladores previenen la desnutrición, los que reducen el apetito y aumentan el gasto energético durante periodos de exceso alimentario quedan superados por la palatabilidad y los aspectos sociales y psicosociales de recompensa de la comida.
Mantenerse delgado era posible hace unos años comiendo prácticamente cualquier cosa. Hacíamos ejercicio al ir a trabajar, el número de ascensores y mandos a distancia era reducido, los niños podían jugar tranquilamente en la calle y el tiempo de ocio no se gastaba frente a un ordenador o la televisión.
Actualmente, debido a la escasísima actividad física generalizada, se come en exceso incluso ingiriendo poca cantidad de alimentos. Una persona activa necesita unas 2.500 kilocalorías diarias y es fácil preparar comidas sabrosas y buenas para su metabolismo. Lo complicado es hacerlo con una persona sedentaria que necesita sólo 1.800 kilocalorías. El objetivo actual de la ciencia de la nutrición es aumentar el poder saciante de la dieta de manera que podamos sentirnos llenos comiendo menos.
Ante los actuales y peligrosos casos de obesidad se ha recomendado reducir la ingesta de grasas. Sin embargo, debido a la disminución de las necesidades energéticas, esta reducción ha resultado insuficiente para prevenir la ganancia de peso.
Soluciones alternativas. Las dietas alternativas, a menudo sin base científica, han gozado de popularidad gracias a la publicidad. Las hiperproteicas como Atkins, South Beach o Zona no restringen las calorías totales, pero aumentan el aporte de proteínas y disminuyen el de hidratos de carbono. El alto contenido proteínico puede justificar su éxito en la pérdida de peso, a pesar de no restringir las calorías totales. La depleción de los depósitos de carbohidratos que realiza la dieta Atkins produce una situación de cetosis (acidosis) -nada aconsejable- que disminuye el apetito. Salvo esta excepción, no cabe argumentar que las dietas hiperproteicas sean nocivas para la salud.
Un reciente articulo publicado en el American Journal of Clinical Nutrition explica cómo el aumento en la ingesta de proteínas, unido a una reducción de grasas, produce una disminución de más de 400 kilocalorías. Se pierde peso -alrededor de cinco kilos- sin necesidad de restringir la cantidad de alimentos.
El aumento de proteínas es proporcional al de la saciedad, aunque todavía se desconoce a través de qué mecanismos. Si llega a confirmarse científicamente, puede que las recomendaciones nutricionales cambien en un futuro no muy lejano.
Pilar Riobó es jefe de endocrinología y nutrición en la Fundación Jiménez Díaz.
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