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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gobierno de Hamás

El primer problema a resolver en el frente político de Oriente Próximo es la formación de un Gobierno palestino bajo la dirección o la presencia decisiva de Hamás, que obtuvo mayoría absoluta en las elecciones del 25 de enero; y el segundo, que no cese la ayuda económica a la Autoridad Palestina (AP), cuyo presidente, Mahmud Abbas, jefe de Fatah, fue el gran derrotado en aquellos comicios. Mientras no haya Gobierno no puede comenzar la operación de domesticación del movimiento terrorista, como pretenden la UE y Estados Unidos. Y si no hay financiación occidental, la AP entrará en quiebra en no más de dos meses.

En el primer frente, los líderes de Hamás se reúnen desde ayer en El Cairo con la esperanza de formar un gabinete de unión nacional en el que estén representadas varias formaciones menores para subrayar que el movimiento radical no quiere el poder por el poder. El problema radica en que esa unidad será gravemente incompleta si Fatah no participa, y el presidente Abbas no da muestras de querer guardar las espaldas a quien tan severo correctivo electoral le infligió.

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En el segundo, es una buena noticia que el Gobierno israelí de Ehud Olmert anuncie la entrega a la AP de 44 millones de euros en concepto de derramas por exportaciones palestinas que comercializa Jerusalén. Pero harían falta unos 180 millones más tan sólo para cubrir el presupuesto de los próximos dos meses, y cerca de 700, a seis meses vista. La UE y Estados Unidos, aunque con matices diferentes, exigen para que continúe la ayuda que Hamás renuncie a la violencia y muestre su voluntad de reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel.

Es esencial que la ayuda siga fluyendo, porque el vacío podría llenarlo el Irán radicalizado de Ahmadinejad, que ha apelado a "borrar del mapa" a Israel. Lo que los tiempos piden, en cualquier caso, es que el nuevo Gobierno palestino negocie con la UE un modus vivendi económico, a cambio, cuando menos, de una abjuración formal y pública por Hamás de la violencia. Y que Israel deje de rechazar la posibilidad de tratar con un Ejecutivo palestino en el que esté incluido Hamás, si el movimiento da garantías. Ése sí sería un nuevo comienzo.

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