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SPIELBERG AGITA EL DEBATE SOBRE EL TERRORISMO

Entre Dios y el diablo

La crítica y la comunidad judía en EE UU polemizan sobre el filme

El estreno de Múnich, la última realización de Steven Spielberg, en diciembre en Estados Unidos estuvo acompañado de una polémica que desbordó el marco de las críticas cinematográficas. Los especialistas se dividieron al valorar los méritos de Múnich y lo mismo ocurrió con las opiniones históricas y políticas. Después del fracaso del filme en el palmarés de los Globos de Oro y a la espera de los Oscar, la película, que se estrenó en 532 cines el fin de semana del 24 y 25 de diciembre, y se colocó en el número 10, se ha mantenido relativamente bien, aunque por debajo de otros estrenos como Brokeback Mountain y King Kong.

"Creo que podemos aprender algo importante sobre el trágico callejón sin salida en el que nos encontramos al ver cómo la implacable resolución de esos hombres para llevar a cabo su misión dio paso lentamente a las angustiosas dudas sobre lo que estaban haciendo". Así explicó Steven Spielberg su propósito. El director declaró a Time que había hecho un filme sobre los costes humanos del conflicto árabe-israelí "y por eso esta película es una oración por la paz".

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La revista Premiere, por su parte, advirtió a los espectadores desde el principio: "Tienen que verla. Podrían no estar en absoluto de acuerdo con algunos de los temas que plantea, incluso quizá la odien. Pero, a diferencia de tantas 'películas para las navidades', ésta es una exploración cinematográfica de un asunto real".

Variety también anticipó polémica y "consternación en ambos lados del conflicto palestino-israelí", pero añadió que los espectadores quizá iban a estar más pendientes del reloj -por la duración de la película, 164 minutos- que de la paz en el mundo, y que "será difícil que la audiencia más joven se sienta interesada".

Para David Edelstein, crítico de Slate, Múnich es "la película más potente, más vital, la mejor del año". Pero Anthony Lane, en The New Yorker, señaló que "aunque es raro para alguien como Spielberg" no lograr el interés del espectador, "la premisa de esta película, el que la violencia simplemente genera más violencia, juega en contra de lo que ven los espectadores, sobre todo cuando el personaje central, el único del que se aportan detalles personales, es sencillamente poco atractivo".

Uno de los primeros comentarios que desbordaron la crítica cinematográfica fue el del columnista conservador moderado David Brooks en The New York Times: "Al elegir un hecho que ocurrió en 1972, Spielberg se permite ignorar el radicalismo islamista, el núcleo venenoso que contamina Oriente Próximo. En el Oriente Próximo de Spielberg no existe Hamás ni la Yihad Islámica; no hay antisemitas furibundos, no figuran los que niegan el Holocausto, como el presidente de Irán, ni los que quieren exterminar a Israel. Y, sobre todo, no existe el mal". Con mayor dureza, el neoconservador Charles Krauthammer dijo en The Washington Post que "la única parte verdadera de la historia es la de los pocos minutos de la masacre. El resto es invención". Para Krauthammer, los atletas son "extras cinematográficos, sin historia, sin contexto, sin relaciones... Están allí para morir. Los palestinos que planean la masacre y son luego perseguidos por Israel tienen textura, humanidad, profundidad, historia".

El debate alcanzó también a la comunidad judía en EE UU, en donde se planteó con intensidad tanto la defensa como el ataque de Spielberg, autor de La lista de Schindler y que ha financiado, entre otros, el Museo del Recuerdo del Holocausto en Los Ángeles. La Organización Sionista de América (ZOA) condenó duramente Múnich por "hacer pasar ficción por hechos" y por "defender la equivalencia moral entre terroristas árabes e israelíes".

La citada ZOA hizo un llamamiento global de boicoteo de la película y su presidente, Morton Klein, lo explicó así: "Tenemos que enviar a Spielberg el mensaje de que no respaldaremos una película que denigra a Israel y humaniza a estos fanáticos asesinos". "Ahórrese los 10 dólares de la entrada y quédese en casa. Este segundo Múnich, como el de Chamberlain, sólo promueve el apaciguamiento de terroristas y enemigos de las democracias civilizadas".

Pero Abraham Forman, director de la potente Liga Anti-Difamación, lo vio de manera completamente distinta: "Creemos que no es un ataque contra Israel. Creemos que no es una película de equidistancia moral. Lo que hace es demostrar con respeto y comprensión la necesidad de responder al terrorismo". En un artículo escrito en USA Today, Forman añadió que la película "presenta los asuntos con un enfoque sensato".

Y en The Jewish Journal de Los Ángeles, David Lehrer y Michael Berenbaum denunciaron que "desde primeros de diciembre ha habido una venenosa e inquietante campaña contra la última película de Steven Spielberg" y señalaron que el director de cine no ha creado el debate que se refleja en la película, "sino que lo ha reflejado", y que las mismas cuestiones se discuten "en Israel y en otras democracias".

Imagen de <i>Múnich,</i> de Steven Spielberg.
Imagen de Múnich, de Steven Spielberg.
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