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Berlusconi acusa a la oposición de hacer negocios

Enric González

El caso Unipol ha creado en Italia una rara paradoja: Berlusconi, presidente del Gobierno y el hombre más rico del país, encarnación del conflicto de intereses entre lo público y lo privado, puede permitirse acusar a la oposición de utilizar la política para hacer negocios. El prestigio del Partido de los Demócratas de Izquierda (PDS) se erosiona con cada nuevo descubrimiento sobre los métodos financieros de Unipol, cúpula del movimiento cooperativo ligado al partido.

Los demócratas de izquierda apostaron con gran entusiasmo a favor de la OPA de Unipol sobre Banca Nazionale del Lavoro, la entidad romana que pretendía también el BBVA. La irrupción del movimiento cooperativo en el sector bancario era un viejo proyecto de Massimo d'Alema, presidente del partido; los sentimientos de identidad entre partido y cooperativas, por otro lado, eran antiguos e intensos. Una conversación telefónica interceptada por la policía entre el presidente de Unipol, Giovanni Consorte, y el secretario general del PDS, Piero Fassino, ofreció un lapsus revelador. Cuando Consorte comentó que la OPA iba adelante y que los rivales españoles del BBVA se retiraban, Fassino dijo: "Entonces somos dueños de un banco". "Bueno, sois los dueños de un banco", se corrigió.

Las investigaciones de los fiscales desvelaron que Consorte había acumulado una notable fortuna especulando en Bolsa de forma presuntamente fraudulenta, y que para lanzar la OPA se había aliado en secreto con el banquero Gianpiero Fiorani, creador de una formidable maraña de corrupción que empieza a desenredarse.

La investigación sobre Unipol, con sede en Bolonia la roja, concretamente en la calle Stalingrado, abrió un boquete muy tentador en las defensas del centro-izquierda. Los medios de comunicación de Berlusconi aprovecharon para atacar al PDS y, con él, al conjunto de la Unión, la coalición de centro-izquierda presidida por Romano Prodi. "Yo nunca he mezclado los negocios con la política", proclamó Berlusconi, con notable sangre fría. "Lo escandaloso es el movimiento cooperativo: los ayuntamientos rojos dan contratos públicos a las cooperativas, que no pagan impuestos y entregan sus beneficios a los partidos rojos", acusó, tras hablar de Unipol y de la presunta corresponsabilidad del PDS en los actos de Consorte.

Prodi, que el próximo 9 de abril deberá enfrentarse a Berlusconi como aspirante a la presidencia del Gobierno, decidió reconocer la gravedad de la crisis y envió una carta al PDS sobre la necesidad de "abrir una reflexión" sobre las relaciones entre negocios y política. Massimo d'Alema se indignó ante lo que consideró una acusación velada y amenazó con romper la coalición. Desde La Margarita, en el flanco centrista de la coalición, surgieron nuevas críticas contra el PDS y la torpeza de sus relaciones con Unipol; hasta cierto punto, el PDS (ex PCI) estaba pagando por la "superioridad moral" de que presumió durante los años de Tangentópolis. El secretario general, Piero Fassino, convocó varias reuniones para la semana próxima con el fin de evitar que la coalición sufriera un desgarro definitivo.

El peor daño, sin embargo, podría estar ya hecho. El centro-izquierda necesita una fuerte movilización de su electorado para imponerse en las elecciones de abril. Los simpatizantes del PDS, que a la vez suelen ser socios del movimiento cooperativo, son los más decepcionados al comprobar cómo funcionan las modélicas cooperativas rojas, y su decepción podría traducirse en un alto nivel de abstencionismo.

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