Todos los grupos, excepto el PP, aceptan la tramitación de la reforma del Estatuto catalán
Zapatero da la bienvenida a la iniciativa, aunque anuncia importantes correcciones al texto
El proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña será tramitado en el Congreso de los Diputados, ya que sólo el Grupo Popular se opuso a su tramitación durante el debate celebrado en el pleno de la Cámara baja. La votación se produjo anoche, pasada la 1.15, y arrojó 197 síes, 146 noes y una abstención. La jornada, que había comenzado a la una de la tarde, tuvo tres etapas fundamentales: la presentación del texto por parte de los tres comisionados del Parlamento catalán, en tono conciliador y convocando al pacto; una intervención del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, formalmente suave y en la que evitó reproches a los legisladores catalanes, pero anunció cambios importantes; y la de Mariano Rajoy, en nombre del PP, pidiendo que no se tramitase el proyecto y que se le diese al texto de reforma el mismo tratamiento que al plan Ibarretxe, es decir, su devolución a la Cámara autonómica.
El tono de los comisionados del Parlamento catalán -Mas (CiU), De Madre (PSC) y Carod Rovira (ERC)- fue de concordia y defensa del proyecto
Zapatero asegura que "el centro derecha debe estar en el debate y mantener sus posiciones artículo por artículo; todas serán escuchadas"
Rajoy comparó el texto con el 'plan Ibarretxe' y descartó enmendarlo. "Sería como pretender hacerle la permanente a un puercoespín", ironizó
Más de 10 horas de debate cobraron su mayor intensidad de madrugada: a partir de la intervención de Zapatero tras el turno de réplicas. El presidente del Gobierno citó extensa y elogiosamente una intervención del hoy presidente de la Comisión Constitucional, el socialista Alfonso Guerra, que habló en 1979, cuando se debatió el actual Estatuto catalán, de España como "nación de naciones" y de la "identidad nacional de los catalanes", la misma fórmula que en su primera intervención había utilizado Zapatero sugiriendo que será la que acoja el nuevo Estatuto de Cataluña.
Citó también al diputado Antonio de Senillosa, de Coalición Democrática, grupo que lideraba Manuel Fraga y que habló de "nación catalana". Zapatero se preguntó por qué si entonces se habló con "tanta naturalidad de todas estas cosas, la derecha ha estrechado su capacidad de diálogo".
Entonces invitó con insistencia al PP para que participe en el debate del nuevo Estatuto: "Debe estar el centro derecha, mantener sus posiciones, artículo por artículo; todas serán escuchadas".
La jornada tuvo el aire de las grandes solemnidades parlamentarias, con las tribunas repletas de políticos catalanes, encabezados por el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, el ex presidente Jordi Pujol, miembros del tripartito, diputados de todos los grupos del Parlamento autónomo, el alcalde de Barcelona, Joan Clos, ex diputados y ex senadores; por la tarde, la concurrencia nacionalista se vio reforzada desde el PNV, con la presencia del presidente del partido, Josu Jon Imaz.
Hubo seguridad severa en torno al Congreso, con corte de circulación y prohibición de paso a los viandantes y un minúsculo grupo de unos 20 manifestantes, alejados en la plaza de Neptuno. En este ambiente se abrió la sesión a la una de la tarde, con las intervenciones de Artur Mas (CiU), Manuela de Madre (PSC) y Josep Lluís Carod (ERC), como comisionados del Parlamento catalán para defender el proyecto.
El tono general fue de concordia y llamada al pacto, pero sin la menor fisura en defensa de lo aprobado en el Parlamento catalán. Ni la más leve alusión a cualquier tacha de inconstitucionalidad.
Mas adoptó abiertamente el papel de representante de Cataluña, y con ese carácter se dirigió a Zapatero para decirle que "Cataluña espera que se cumplan los compromisos con ella contraídos", y para pedirle que "no le falle a Cataluña quedándose a medio camino. No tenga miedo a que España se reconozca tal como es". Manuela de Madre, por los socialistas catalanes, volvió a asumir la representación de Cataluña, en el sentido parlamentario de la aplastante mayoría que allí ha aprobado el proyecto, pero se apresuró a dejar claro cuál será el talante de los socialistas catalanes durante la tramitación: "Cataluña ha hablado. Cataluña viene a escuchar, a negociar, a cambiar si es preciso". A adecuar el proyecto "a nuevos y más amplios consensos políticos". "No les pedimos la adhesión", les dijo a los diputados, "les pido su implicación para que sea el Estatuto de todos los españoles".
La diputada socialista mezcló política y sentimientos con un recorrido por su condición de andaluza de Huelva y "expulsada por el franquismo" para buscar mejores medios de vida en Cataluña. De Madre se presentó, sin decirlo, como paradigma de la integración en una sociedad catalana plural.
Carod Rovira arrancó con una cita de Azorín, escrita, dijo, hace casi 100 años en Abc: "En España existe un Estado y hay varias naciones", y ocupó buena parte de su discurso en lamentar lo que podría llamarse anticatalanismo histórico. Apeló a una lectura de la prensa de los años 10, 20 y 30 del siglo pasado para rastrear lo que llamó "catalanofobia", y se lamentó en tono victimista: "¡Qué decepción! ¡Qué fatiga!".
El líder independentista, sin ninguna proclama en esta dirección, marcó una clara frontera entre dos realidades que él diferenció con insistencia: "¿Para qué nos quiere España a los catalanes, si nos tiene casi siempre bajo sospecha?". "¿Cómo nos quiere España?". Carod se aproximó a Mas para exigirle a Zapatero que "cumpla la palabra dada" y que "sea valiente".
Los miembros del Gobierno -ausente por la mañana el titular de Defensa, José Bono- y un buen número de diputados socialistas y del resto de los grupos aplaudieron las intervenciones de los tres comisionados catalanes. Con un significativo silencio en los escaños del PNV cuando terminó la intervención Manuela de Madre.
Zapatero abrió la tarde parlamentaria con un discurso muy medido, en el que destacó la ausencia de cualquier reproche directo a los legisladores catalanes, un canto a la España plural, una exaltación de los beneficios de la descentralización en todos los ámbitos y en todos los países que la practican y advertencias de recortes en el contenido del proyecto de Estatuto, revestidas con ropaje jurídico.
El presidente optó por evitar la confrontación política, pero colocó varias balizas que, si prosperan en la negociación que se avecina, supondrán recortes muy serios a las pretensiones del proyecto:
Los impuestos fundamentales los seguirá recaudando el Estado; las competencias exclusivas del Estado no serán transferidas; la Ley Orgánica del Poder Judicial seguirá su tramitación y no será el Estatuto quién la altere; las cuestiones de Estado y que afecten a todas las comunidades tendrán un tratamiento multilateral y no se decidirán de manera bilateral entre el Gobierno central y la Generalitat.
El asunto que ha provocado mayor controversia, la denominación de Cataluña como nación, fue tratado por Zapatero igual que las cuestiones anteriores, es decir, no optó por la negación, sino por ofrecer una fórmula positiva que consistió en otorgar una definición como "identidad nacional", que sería, dijo, plenamente constitucional, y defendió el apartado segundo del artículo 1 del proyecto, que especifica que "Cataluña ejerce su autogobierno mediante instituciones propias, constituida como comunidad autónoma de acuerdo con la Constitución".
Zapatero apoyó abiertamente la reforma iniciada en Cataluña, aunque con las advertencias que juzgó necesarias para garantizar los principios constitucionales de igualdad, libertad y solidaridad.
El presidente del PP, Mariano Rajoy, mantuvo el discurso de su partido en las últimas semanas: estamos ante una reforma constitucional encubierta y, por tanto, debe tramitarse como tal el proyecto llegado desde Cataluña. En su opinión, este texto no es posible reformarlo, hay que devolverlo, y lo equiparó, con insistencia, al plan Ibarretxe. Su estilo irónico chirrió en el hemiciclo cuando aseguró que "por muchos parches que se le pongan seguirá siendo anticonstitucional", y que es "como pretender hacerle la permanente a un puercoespín".
Tres posibles acuerdos
Rajoy ofreció a Zapatero un pacto con tres posibilidades: la devolución del texto al Parlamento de Cataluña; su tramitación como reforma de la Constitución, o recuperar un supuesto pacto del 14 de enero pasado por el que cualquier reforma tuviera el acuerdo de los dos grandes partidos. Los suyos le ovacionaron, puestos en pie, de manera inusualmente prolongada.
En nombre de CiU, Josep Antoni Duran atacó la postura del PP recordándole su rechazo inicial a la Constitución y al Estatuto catalán de 1979, y advirtió a los socialistas de las consecuencias de un recorte sustancial del proyecto.
El turno de réplica cambió el tono de la jornada y se tornó agrio. Zapatero hizo largos y duros reproches a Rajoy, entre voces y abucheos de los populares, que provocaron la intervención del presidente de la Cámara, Manuel Marín. Zapatero citó literalmente muchas de las "descalificaciones e insultos" que viene recibiendo del líder popular desde el día de la investidura, y negó con energía que el proyecto de reforma contenga pretensiones de soberanía.
En el turno de los comisionados catalanes destacó Mas (CiU) con un agradecimiento a todos los grupos que apoyan la toma en consideración, y aseguró que es algo que queda "en el corazón". A Rajoy le dijo que su actuación la consideraba "como un desprecio" al Parlamento catalán y le acusó de hablar como "salvapatrias" y no como "servidor de la patria".
Rajoy volvió a la tribuna y empezó por referirse a Zapatero como "este buen hombre". Y mantuvo la estrategia de acusación personal dirigida a Zapatero de su discurso inicial: "Hoy, muchos españoles hemos visto que el problema es usted. Usted se ha convertido en un problema para la sociedad española".
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