El gallinero de Yakarta
El estrecho contacto de personas y aves agrava el riesgo en Indonesia
El olor es espeso. La humedad, como en una sauna. De un caldero negro sube vapor de agua. Las paredes de tablones y las vigas están cubiertas de plumas. En las jaulas de bambú cacarean los pollos. Un charco de agua y sangre brilla en la oscuridad. Dodi Prixanto, de 21 años, lleva dos en un puesto del mercado de Pasarikan, uno de los barrios más antiguos de Yakarta. Asegura que vende 700 pollos al día, de los que mata y limpia 200, con otros dos compañeros. Pero dice no temer a la gripe aviar, que "todo son rumores", y que "en este mercado no ha pasado nada". Alrededor merodean gatos, en busca de cabezas, patas y otros restos.
Este joven originario de Kebumen, en el centro de la isla de Java, no sólo trabaja rodeado de gallinas, sino que vive y duerme a unos metros de las jaulas, en un altillo al que se asciende por cuatro escalones de madera resbaladizos. El aire está enrarecido dentro de esta gran nave de madera, en la que se acumulan los puestos de verdura, huevos y aves: el nido ideal para la propagación del virus de la gripe aviar que, si muta a una forma que se transmita fácilmente entre humanos, podría provocar una pandemia, con millones de muertos en todo el mundo, según ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un ratón se pasea entre las cajas.
"Yo sigo comiendo pollo. No tengo miedo. Alá me cuidará", dice una mujer de 50 años.
Los pollos se pasean libremente por las calles, y hurgan en las inmundicias
La ministra de Sanidad indonesia, Siti Fadillah Supari, aseguró ayer que en Yakarta hay unos 200 lugares donde se cría un gran número de pollos para consumo doméstico, y reconoció que es "un grave problema". La OMS afirma que el sureste asiático es el epicentro más probable de una potencial crisis. Desde que el virus se detectó a fines de 2003, ha provocado unas 60 víctimas mortales, tres de ellas en Indonesia.
Dodi dice que en los últimos meses sus ventas se han visto afectadas, porque "algunos clientes tienen miedo" "Antes comía pollo, pero he dejado de hacerlo", afirma en el distrito de negocios de la capital Tino Hermawan, de 28 años, que trabaja en el sector financiero.
Los expertos sanitarios internacionales consideran que Indonesia no está haciendo lo suficiente para atajar el problema. A diferencia de otros países, y pese a las recomendaciones de la OMS, ha sacrificado pocas aves en masa. Yakarta ha optado por la vacunación de los pollos como sistema de control, por el alto coste y los problemas logísticos derivados del primer método (su eliminación) en este archipiélago de 17.000 islas. El Gobierno argumenta que los demás países han registrado más fallecidos (41 en Vietnam, 12 en Tailandia y cuatro en Camboya) y que ha tomado estrictas medidas. "Tenemos un extenso programa que incluye el incremento de la bioseguridad, la vacunación de pollos, el exterminio de las aves en las nuevas áreas afectadas y la concienciación de la gente", explica Agus Herianto, responsable del departamento de vigilancia de enfermedades animales del Ministerio de Agricultura. "Además, ¿qué significa que no hacemos lo suficiente? Aquí no ha habido muchos casos".
Muchos indonesios consideran que el virus no es una potencial amenaza para la salud, y en este país de 230 millones, de gran mayoría musulmana, invocan a menudo la protección divina. "Yo sigo comiendo pollo. No tengo miedo. Alá me cuidará", dice Wati, una mujer de 50 años, en Pasarikan. Algunos ciudadanos de Yakarta incluso aseguran que es una cortina de humo del presidente Susilo Bambang Yudhoyono para desviar la atención. "El Gobierno está haciendo mucho hincapié en la gripe aviar para esconder el impacto de la subida de la gasolina
[decretada por razones presupuestarias]", dice Mutikno, un hombre de 41 años, a la puerta de su casa, cerca del mercado. "Todo esto es política, porque la gripe aviar existía hace tiempo. El Gobierno está jugando", afirma Habib Salim Bin Ali Alqodri, de 42 años, profesor en una escuela islámica y hombre influyente en el barrio. A cien metros, una vecina vende gallinas en una caseta de madera, en la que su marido guarda también un gallo de pelea. Los pollos se pasean libremente por las calles, y hurgan en las inmundicias de este barrio rodeado de canales de aguas negras y pestilentes.
El Gobierno se ha comprometido a hacer todo lo posible para combatir el virus letal, pero se queja de carecer de fondos suficientes. El secretario de Sanidad de EE UU, Michael Leavitt
anunció ayer en Yakarta la concesión de 2,6 millones de euros para reforzar los sistemas de diagnóstico temprano y de vigilancia.
Otro problema para Indonesia es que, a diferencia de otros lugares, la mayoría de los infectados (cinco confirmados y 85 sospechosos, desde el pasado julio) son habitantes de las ciudades, lo que ha vuelto la mirada de los expertos a los pequeños corrales que tienen muchas familias en casa. La OMS afirma que mientras éstos existan la enfermedad seguirá presente. Según el organismo sanitario, el estrecho contacto que hay en Asia entre población y aves es una de las principales razones por las que las epidemias de gripe siempre comienzan en la región.
Pero alertar a la población no es fácil en un país donde el contacto con las aves no se limita a las de corral. En Yakarta (10 millones de almas) adoran a los pájaros, y muchas familias tienen alguno. "Hay gente a la que le gusta tener un gallo para oírle cantar", dice un vecino. Bajo una nube de jaulas de bambú, Joko, vendedor de 45 años, arremete: "La gripe aviar no es problema. El problema en Indonesia son otras enfermedades como la malaria, la polio
[que ha afectado a 269 niños desde que resurgió en marzo pasado] y la corrupción".
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