Republicanos en apuros
Las nuevas acusaciones contra el líder de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, temporalmente apartado del cargo, complican más la vida al presidente Bush y añaden gravedad al caso. Tom DeLay podría ser condenado a un mínimo de veinte años de cárcel si es hallado culpable de lavado de dinero y conspiración para hacerlo, cargos recientes de un gran jurado de Tejas.
Hace ya tiempo que DeLay es una carga para los republicanos. El dinero ha constituido la base de su maquinaria política y el dinero puede acarrear su destrucción, aunque para el parlamentario tejano la investigación que se le sigue esté motivada por la inquina de un fiscal demócrata. Sólo durante el año pasado, DeLay recibió tres advertencias del comité de ética de la Cámara de Representantes por supuestas irregularidades financieras vinculadas al ejercicio de su cargo, nepotismo incluido. Los atribulados conservadores, con Bush a la cabeza, tienen poco que ganar haciendo piña en torno a un personaje que no es, además, la única de sus luminarias bajo el escrutinio de la ley. Los problemas éticos del partido gobernante afectan también, entre otros, al líder de la mayoría en el Senado, Bill Frist, y al supremo estratega presidencial, Karl Rove. Parece una venganza de la historia que a la formación -dirigida por Bush y DeLay- que asaltara el Congreso en nombre de la ética y la lucha contra la corrupción le hayan bastado unos años para verse en el ojo del huracán por los mismos escándalos que pretendía combatir.
El caso DeLay añade puntos a la creciente impopularidad de Bush y agudiza la crisis republicana. Sobre la derecha estadounidense gravitan no sólo los fallos y la incompetencia demostrados en Irak -una guerra de la que ya nadie prácticamente en Washington espera salir airoso- o en el manejo de los huracanes del golfo de México. Está también penalizada por la naturaleza contradictoria de un conservadurismo, el de Bush, que gasta el dinero público en una escala desconocida desde Johnson, en parte en proyectos sin justificación económica, y con el mismo fervor recorta impuestos. Este desorden se produce menos de un año después de que Bush fuera reelegido con un número récord de votos.
Con tres años de mandato por delante, el presidente de EE UU comienza a dar la impresión de que no es capaz de manejar las tensiones desatadas en su partido, en el que algunos notables comienzan a pedir sin rubor una estrategia de salida ante tanto desmán. Para su consuelo, sin embargo, la caótica oposición demócrata no muestra signos de saber aprovechar el apagón republicano para recuperar el Congreso el año próximo.
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