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Aguilar Camín reflexiona sobre el poder en su nueva novela

'La conspiración de la fortuna' retrata el ascenso y caída de un líder

Jesús Ruiz Mantilla

No se atreve a decir con seguridad si ese vicio que tienen los escritores latinoamericanos por darle vueltas al poder es nocivo o saludable. Más bien lo segundo: "Ya somos pocos los que hacemos novela política", afirma Héctor Aguilar Camín, que ha hecho precisamente eso, un retrato de la clase política y el poder en el México contemporáneo con su nueva novela, La conspiración de la fortuna (Planeta).

La suerte de Santos Rodríguez, el protagonista de La conspiración de la fortuna, puede que estuviera escrita en su destino pero él intentó toda su vida regatearla. Tuvo ascensión, éxito, borrachera de poder, pero también vivió su caída, su desgracia, y ambas cosas las relata Héctor Aguilar Camín (México, 1946) en su nueva novela. "El poder es una pasión universal, un espectáculo en cierto modo irresistible, y es lógico que los escritores volteemos la mirada hacia él", dice Aguilar Camín.

El poder, en el caso de la tradición literaria latinoamericana, es esa sinfonía sobre la que han escrito casi todos, desde García Márquez a Carlos Fuentes, desde Roa Bastos a Vargas Llosa, que han inventado todo un género literario en torno a ese tema obsesivo. "Pero es un asunto que ha dejado de estar de moda", reflexiona Aguilar Camín. Las generaciones más jóvenes, los Volpis, los Padillas, han decidido escribir sobre otras cosas: "Prefieren los temas más privados, o el ajedrez o la ciencia", dice el autor de Morir en el golfo o Las mujeres de Adriano.

Pero los autores latinoamericanos a los que Camín se siente más cercano no son el único alimento de La conspiración de la fortuna. También están presente en ella Maquiavelo o el Ciudadano Kane de Orson Welles, la película en la que un periodista interpretado por Joseph Cotten retrata a un magnate, igual que en este nuevo libro. "No lo había pensado, pero es cierto", asegura el autor sobre la voz del narrador, presente en todo el relato, pero sin nombre: "Fue uno de los personajes que más me costó. Quería que mantuviera esa línea distante que mantiene el pulso de la narración sin que ésta se convierta en un esperpento", afirma.

Las conclusiones a las que llega Aguilar Camín en su nueva obra son bastante diáfanas, aunque no vayan a gustar a algunos profesionales del idealismo y del dogma moralizante: "La verdad es que la política y la moral creo que son cosas que no tienen que ver. De hecho, hay muchos pecados que pueden ser grandes virtudes políticas, como la avaricia. Un avaro puede llegar a ser un excelente gobernante, lo mismo que un violento puede ser un gran soldado", asegura. "Los dilemas de Maquiavelo, que siguen presentes y sin resolver. Por eso El príncipe es tan importante, porque nadie ha sido capaz de salir de ese laberinto".

Héctor Aguilar Camín, ayer en Madrid.
Héctor Aguilar Camín, ayer en Madrid.MANUEL ESCALERA

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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