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Reportaje:

Los ojos de Sekina

Una niña perdida en la capital de Ghana. Incapaz de enfocar bien. Un orfanato. Un encuentro afortunado entre Sekina y la Fundación Ruta de la Luz. Un mes en España para operarla de cataratas. Su mirada cambia. Su futuro, también. Más alegre, más confiada.

Ésta es la historia de cómo el futuro de Sekina, la niña ghanesa que protagoniza este relato, cambió en pocos meses. Y esta historia empieza el 27 de julio de 2004, cuando Sekina, de unos cuatro años, merodeaba por las calles de Accra, la capital de Ghana (20 millones de habitantes), país situado en el golfo de Guinea. Según el informe policial, la niña deambulaba cruzando las calles sin mirar y poniendo su vida en peligro en una ciudad que poco ha cambiado desde 1958, cuando el polaco Ryszard Kapuscinski la describe en su libro Ébano: "El centro de la ciudad está densamente edificado. Hay mucho tráfico, multitud de gente, bullicio; la vida se hace en la calle. La calle no es sino mera calzada, separada de los bordes por un arroyo-alcantarilla. No hay aceras. Los coches se entremezclan con la multitud pedestre. Todo avanza junto: peatones, automóviles, bicicletas, carros de porteadores, y también vacas y cabras. En los bordes, más halla del sumidero y a lo largo de toda la calle, se desarrolla la vida doméstica y mercantil. Las mujeres machacan la mandioca, asan a la brasa bulbos de taro, cocinan algún plato, comercian con chicles, galletas y aspirinas; lavan y secan la ropa. Y todo ello a la vista de todos, como si rigiese un orden que obliga a los habitantes a abandonar sus casas a las ocho de la mañana y a permanecer en la calle. La causa real es muy distinta: las viviendas son pequeñas, estrechas y pobres. El ambiente es sofocante, no hay ventilación; el aire es pesado, y los olores, nauseabundos. No hay con qué respirar".

Y es entre este bullicio y caos donde Sekina se perdió, una mujer la recogió y la llevó a la policía, que transfirió a la menor al Departament of Social Welfare (Asuntos Sociales). El 9 de agosto del año pasado fue trasladada a Osu Children's Home, el orfanato público más grande de Ghana, con unos 150 niños, desde recién nacidos hasta jóvenes de 18 años. El orfanato está situado en el centro de la capital y consta de tres casas de planta baja donde duermen y comen los niños, una guardería, un colegio para los más pequeños y un centro social, que desempeña varios usos: desde iglesia (más del 60% de la población de Ghana es cristiana), adonde van a misa todos los domingos ataviados con sus mejores prendas, hasta improvisado cine, donde algunos sábados por la tarde los niños se apilan alrededor de un pequeño televisor para ver películas de cine norteamericano o nigeriano. Sekina se adaptó pronto a su nuevo hogar y empezó su nueva vida como una más, con horarios rigurosos, colegio cada día y compañeros de diversa procedencia: desde niños de la calle -o niños cuya madre está en el hospital psiquiátrico o en la cárcel- hasta algunos abandonados o perdidos, como ella.

Pese a que su mirada era escurridiza y sus ojos siempre se movían, obligándola a fruncir el ceño y adoptar expresiones forzadas para poder fijar la vista, nadie la había llevado al oftalmólogo. Y es que en un país como Ghana, situado entre los 18 países más pobres y endeudados del planeta, a los que el G-8 ha acordado perdonar la deuda externa, y donde, según datos de Naciones Unidas, el 45% de la población vive con menos de un dólar al día, la sanidad no es gratuita y supone un lujo inalcanzable para muchas familias humildes. Por ello, son niños que se ven obligados a adaptarse a sus problemas, ya que nunca tendrán la oportunidad de ser vistos por un médico. La mayoría de niños de familias pobres que sufren algún problema, ya sea físico o mental, suponen una carga adicional, por lo que a menudo son abandonados. En el orfanato, con pocos recursos y abarrotado, tampoco hay dinero para casos que no son de vida o muerte como el de Sekina.

En diciembre de 2004 llegó una expedición de la Fundación Ruta de la Luz, promovida por Cione Grupo de Ópticas, una cooperativa formada por 900 ópticas españolas. La fundación, que comenzó en 1995 con una ruta a los campos de refugiados saharauis en Mauritania, realiza campañas de revisión visual a la población más necesitada en países en desarrollo detectando patologías y realizando intervenciones quirúrgicas en el país, o en España si es necesario. "Desde 2000 trabajamos con organizaciones que están en el terreno para que los proyectos tengan sostenibilidad", afirma Ricardo Moreno, presidente de la fundación. Como ejemplos cita Mozambique Sur en Mozambique, Solidaridad con América Latina en Bolivia, Por Una Sonrisa En… en Senegal y Orphanage Africa en Ghana. "Si no, haces la expedición y luego, cuando te vas, has puesto un parche, pero no has solucionado el problema", añade. Y es que ahora, además de costear los tratamientos necesarios y enviar monturas graduadas a quienes las necesitan, están instalando centros estables y talleres ópticos autónomos e instruyendo al personal local para que los proyectos sigan funcionando cuando ellos ya no estén allí.

Este viaje fue un proyecto coordinado conjuntamente con la ONG Orphanage Africa, con sede en Barcelona y otros países europeos, y que cuenta con una enfermería y varios proyectos de nutrición y educación en el orfanato. Como resultado de este viaje, Ruta de la Luz revisó a unas 450 personas entre niños y mujeres cuidadoras de varios centros donde Orphanage Africa trabaja para mejorar las condiciones de vida de los niños. Y fue entonces cuando Sekina recibió su diagnóstico: cataratas congénitas bilaterales. La fundación se ofreció a trasladar a la niña a España para llevar a cabo la intervención, ya que en Ghana no disponen de los aparatos necesarios para operar con éxito. Según Luis Cantera, el oftalmólogo de Ruta de la Luz, la visión de Sekina empeoraría con el tiempo y, si no intervenían, acabaría quedándose ciega, lo que supondría un gran obstáculo en un país donde la mayoría de disminuidos físicos sin recursos terminan mendigando por las calles.

A partir de entonces, Orphanage Africa y Ruta de la Luz empezaron a tramitar todos los papeles necesarios. Certificado de nacimiento, pasaporte, informes médicos, visado… Tras cuatro meses de papeleo luchando contra las burocracias ghanesa y española, todo estaba a punto para que Sekina viajara a España en lo que sería una experiencia que le cambiaría su futuro. Con ella iba una cooperante española que sería su acompañante las 24 horas del día. Éste es el diario de su viaje:

24 de mayo de 2005. Sekina, con el pelo rapado y un vestido tejano que deja entrever sus delgadas piernas, se sube por primera vez a un avión y parece estar muy tranquila. Antes de despegar se duerme y no despierta hasta que estamos casi en Milán. Sentada en su asiento, se apodera de la bolsa que hay enfrente (normalmente utilizada para el mareo) y empieza a meter todo lo que le dan: los cubiertos de plástico del avión, unos caramelos… ¡Es la primera vez que tiene algo que es suyo! Cuando nos bajamos del avión y esperamos la conexión con el siguiente vuelo, empieza a preguntar por todo en las tiendas del aeropuerto de Milán: "This is what? Is for who? For me?" ("¿Qué es esto, para quién es, para mí?"). De repente se ha despertado en un mundo totalmente diferente al suyo donde hay infinidad de cosas por todas partes y donde en cada sitio que va puede añadir algo a sus posesiones. Compramos un bocadillo en el bar, pero le saca el queso, nunca lo ha probado y no le gusta, así que se come el jamón; el pan que no quiere se lo mete en la bolsa.

25 de mayo. Llegamos a Barcelona, donde pasaremos unos días antes de ir a Santander, nuestro destino final. Alejandra, la hija de una amiga, le regala una rana que canta cuando le tocan la mano. Se queda alucinada y se convertirá en su amiga inseparable. Su bolsa está cada vez más repleta: desde un pastel a medias que le dieron en el avión y el posavasos de su coca-cola hasta el panecillo del restaurante. Cuando nos levantamos para marcharnos después de comer, Sekina empieza a recoger las servilletas y me dice que me las meta en el bolso. El sentido de la propiedad la tiene obsesionada. Desde el primer día, Sekina aprende a comer con cubiertos y ya no quiere comer con las manos como hacen en su país. Por la noche, la metemos en la bañera por primera vez. Al principio se asusta de la ducha; en Ghana los bañan en la calle con cubos de agua fría y sólo unos pocos afortunados disfrutan de agua corriente. Poco a poco le saca gusto. Coge la esponja y se frota sin parar.

28 de mayo. Hoy hemos ido a la piscina, primera vez en su vida, y no había manera de sacarla del agua. Después de comer unas pechugas de pollo empanadas, se dirige a la ducha con la fiambrera y la limpia con un desparpajo al que no estamos acostumbrados en niños tan pequeños. Nora, otra niña de su edad, la mira con sorpresa. Otra cosa que nos sorprende a todos es cómo se lo come todo sin parar, y sin dejar ni una miga. Sus favoritos son la carne y el petit suisse. En Ghana, los niños del orfanato no suelen tomar postre. Seguramente no había probado el yogur antes. Cada día se come dos. La leche, otro producto de consumo diario aquí, le encanta; en Ghana es un artículo de lujo, pues un litro de leche pasteurizada cuesta un dólar y medio. La mayoría de niños no toman leche tras el periodo de lactancia.

29 de mayo. Volamos a Santander, donde van a operar a Sekina. En el aeropuerto nos recibe el equipo de Ruta de la Luz y sus familias. Luis Cantera y su familia nos acogen en su casa.

30 de mayo. Por la mañana hemos ido al hospital de Laredo, donde los pediatras y el anestesista le han hecho todo tipo de pruebas. Todo en orden. Por la noche, no hay quien duerma a Sekina, parece que tiene miedo a la oscuridad o a que la dejemos sola. De repente, cuando parece que está dormida, empieza a decir cosas insólitas en inglés: "Why don't we clean the room? Where is the frog? Tomorrow, get my suitcase and let's go to Ghana" ("¿Por qué no limpiamos la habitación?, ¿dónde está la rana? Mañana cogemos la maleta y nos vamos a Ghana").

2 de junio. Día de la operación del ojo izquierdo. Vamos al hospital y le ponen anestesia total. Al cabo de unas dos horas ya está despierta. Cantera, el oftalmólogo, comenta que ha ido muy bien y nos vamos a casa.

3 de junio. Todo el mundo coincide en que a Sekina ya le ha cambiado la expresión: se muestra mucho más confiada y contenta. Incluso Cantera dice que es una de sus operaciones más satisfactorias por el cambio que ha notado en la actitud de la niña. "La veo mucho más contenta", comenta satisfecho.

6 de junio. Día de la segunda operación. También es un éxito. Sekina sigue preguntando por todo sin cesar, como cualquier niña de su edad, pero con el añadido de que está en un mundo demasiado diferente al suyo y donde hay muchas cosas que no hay forma de explicarle para que entienda. Hoy me dice que ella es marrón señalando su piel. "Why? Who made me like this?" ("¿Por qué, quién me hizo así?"). Una niña del parque le dice que es negra. Pero ella se enfada: "No, I'm not black, I'm brown". Ella no es negra, es marrón.

17 de junio. Vamos a la óptica de Germán Zubeldía, uno de los ópticos que vinieron a Ghana y que le proporcionará las gafas que necesita. Sekina ya no tiene cataratas, pero es miope. Su visión mejora todavía más. Ya no pide que la coja cada vez que bajamos las escaleras; ya no quiere ir en el carrito, sino andando; corre mucho más; cuando mira la tele u ojea una revista, acierta lo que aparece y, en general, no para de sonreír.

21 de junio. Día de regreso. Volvemos a Ghana. Sekina está contenta de ir a ver a sus amigos. Les lleva lápices y cuadernos como regalo y promete compartir todas sus nuevas pertenencias (ropa y juguetes) con los demás.

22 de junio. Llegamos a Osu Children's Home. Sekina, con su nuevo look occidental, su mochila llena de cosas y sus gafas de pasta rojas, se encuentra con sus amigos, maleducados e incontrolados, que no paran de chincharla y arrancarle sus gafas. Al principio me mira con pavor, pero en dos días Sekina vuelve a estar integrada con los suyos: anda descalza, con vestidos medio rotos y de varias tallas más grandes, y se pasa todo el día con su grupo de amigos buscando algo con que distraerse entre las cuatro vallas que encierran el orfanato. Su mundo. Pronto se olvidará de los lujos que ha vivido.

Cuando llegamos al orfanato nos dan la noticia: su madre, acompañada de un cura, ha venido a buscarla. Ella, que es vendedora de naranjas en el mercado y de apariencia muy joven, fue rechazada por su familia, musulmana, al convertirse a la Iglesia cristiana de Pentecostés. Solo habla fanti, lengua local, ya que seguramente no habrá ido a la escuela, donde los ghaneses aprenden inglés, la lengua oficial. El cura de la iglesia, que ha venido con ella y que la está ayudando, cuenta que la madre dejó a su hija con unos amigos porque no podía mantenerla y se perdió. La directora del orfanato, Helena Obeng Asamoah, sugiere que Sekina se quede en el orfanato hasta que acabe el tratamiento posoperatorio que se le suministra a diario, y la madre acepta. Sin embargo, tras acabar el tratamiento, y después de un mes intentando localizarla, los esfuerzos no han dado resultados y la directora del orfanato ha decidido transferir a la niña al orfanato de Orphanage Africa, donde sólo residen unos 40 niños y Sekina podrá ser atendida con más cuidados. Pronto se olvidará de quienes la han cuidado y mimado esos días en España. Sin embargo, su visión le recordará siempre que un día viajó a un país del Norte donde un grupo de personas le cambiaron la vida.

Más información en Internet, en la 'web' de la ONG Orphanage Africa:

www.oafrica.org.

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