Helado de soja
Una de las novedades más chics del verano es la posibilidad de disfrutar del rico helado de soja. Es curioso esto de la soja, de ser algo "exótico" y reservado para los menús en el "chino", ahora encontramos soja hasta en la sopa: leche con soja, yogurt con soja y qué-sé-yo con bífidus y tropezones de soja. ¿Y de dónde saldrá tanta soja?
El primer productor del mundo es Estados Unidos, pero en su mayoría está dedicada a su consumo interno. La que llega a nuestro país procede en su casi totalidad de Argentina (segundo productor mundial). Y lamento decir, a quienes ven en la soja algo ecológico y sano, que en su mayoría esta soja es transgénica.
En Argentina la moda de la soja también está causando estragos. Se están distribuyendo por el país recetarios de cosas como flan de soja, ñoquis de soja, albóndigas de soja, arroz con leche de soja y muchas sojas más. La diferencia con nuestro helado de soja es que estos "manjares" se sirven en los comedores de beneficencia, donde acuden las capas más humildes de la población, o bien se entregan en programas de ayuda alimentaria junto con saquitos de soja.
El "granero del mundo", el país que el siglo pasado cobijó miles de inmigrantes para poblar sus fértiles tierras y a las que tenemos que agradecer buena parte de las proteínas que alimentaron la posguerra española, ha cambiado su modelo agrícola. Seducidos por las necesidades de soja de los países europeos para alimentar a nuestro ganado y obli-
gados a generar divisas para saldar la deuda externa, el monocultivo de soja para la exportación ha tupido el suelo argentino. Y se ha desterrado así la soberanía alimentaria de Argentina.
El generoso negocio de la soja ha reactivado la fascinación por la tierra. Incendios intencionados de bosques, talas ilegales y compra de tierras públicas han provocado la pérdida del 70% de los bosques nativos argentinos. La agricultura -el arte de cultivar la tierra- tiene sólo una perspectiva económica, que la soja transgénica cumple a la perfección. Las labores agrarias que requiere su cultivo, gracias a la tecnología, han quedado reducidas a la mínima expresión, pues con una maquinaria muy especializada se siembra a la vez que se rotura la tierra, se fumiga en avioneta, etcétera. A tal extremo ha llevado la codicia de la soja que por miles se cuenta el número de pequeños agricultores -chacareros- que, bien porque han sido desalojados de sus tierras, bien porque han tenido que vender sus parcelas, bien porque no se pueden permitir la tecnología requerida, o porque se han perdido muchos puestos de trabajo rural, llenan hoy en día arrabales y suburbios. Son los que pasan hambre. Hambre que pretende ser aliviada con potingues a base de la causante de la misma. Hambre de soja.
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