Agosto del 45
Más de 50.000 personas recordaron ayer en Hiroshima a las víctimas de la primera bomba atómica, lanzada sobre esa ciudad japonesa, que entonces tenía unos 350.000 habitantes, a las 8.15 del 6 agosto de 1945. Más de 70.000 personas perecieron en unos segundos, y otras tantas en los días sucesivos. Tres días después otra bomba mató a 80.000 personas en Nagasaki, y una semana más tarde, cuando ya la URSS también había declarado la guerra a Japón, este país se rendía incondicionalmente, dando fin a la II Guerra Mundial.
En los 60 años transcurridos no ha cesado la polémica sobre si la terrible decisión del presidente estadounidense Harry Truman, defendida con el argumento de que era la única forma de acortar el fin de la contienda, evitando los cientos de miles de víctimas que produciría una eventual invasión terrestre, estuvo justificada. Con lo que hoy se sabe, hay razones para pensar que la rendición japonesa habría llegado en todo caso en pocas semanas, y que lo que se ahorraban eran vidas de soldados norteamericanos a costa de aumentar el número de víctimas japonesas. Pero se trata de hipótesis. Lo único cierto es que aquel día se sentó un precedente que obliga a todos los seres humanos a tratar de evitar la repetición de matanzas indiscriminadas como aquélla.
La media de edad de los supervivientes de Hiroshima es de 73 años. Muchos sienten que se les agota el tiempo y que hoy más que nunca tienen que dar testimonio del horror que vivieron: para que no se olvide, y para que no se repita. El alcalde de Hiroshima hizo ayer un llamamiento en favor del desarme nuclear, y el primer ministro se comprometió a apoyar todas las iniciativas contra la proliferación.
Pero el aniversario coincide con el despertar en el propio Japón de corrientes militaristas y nacionalistas que se oponen a las limitaciones a su propio rearme impuesto por los vencedores de hace 60 años; y con la identificación de independencia nacional con posesión del arma atómica en países como Corea del Norte, Irán, Pakistán o Israel, entre otros que ya la tienen o están en camino de ello. El aniversario de Hiroshima viene a recordar los trágicos efectos del militarismo para la propia población; pero también la nesidad de eliminar unas armas que no por ser empleadas en nombre de una buena causa dejan de tener efectos estrictamente inhumanos.
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