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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empleo y competencia

La evolución del empleo en España sigue pautas extremadamente favorables, propias de una economía que atraviesa por un periodo de crecimiento económico próximo al 3%, aunque con tasas de productividad relativamente bajas. El último dato conocido del paro registrado -el que se mide en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (Inem)- muestra una disminución del paro en 32.533 personas en junio, cifra que reduce el número total de parados por debajo de los dos millones (1.974.860 parados exactamente) y un crecimiento sustancial del número de contratos (en junio se firmaron 1.566.969, el 12,6% más que en junio del año pasado).

Pero la prueba de la dinamización del mercado laboral en España es el espectacular crecimiento de las afiliaciones a la Seguridad Social. En junio crecieron en 153.270 personas y dejaron el número total de afiliados en el récord de 17.942.395 inscritos. Más activos, más contratados, más ingresos para la Seguridad Social y una prueba de que la regularización de inmigrantes articulada por el Gobierno funciona razonablemente bien. El lado oscuro de este panorama está en la baja productividad de la economía, lastrada por los déficit en infraestructuras y capital tecnológico.

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Este agujero competitivo se traduce en un modelo de crecimiento descompensado, sostenido por la construcción y el consumo, que explican en parte el progreso del mercado laboral. A cambio, los productos españoles no resisten la prueba de los mercados exteriores, como demuestra el desmesurado déficit comercial español, en torno al 6% del PIB y uno de los mayores de la OCDE. La relativamente intensa pulsación de la demanda interna es en parte responsable de ese desequilibrio, pero la causa principal está en la insuficiencia de ventajas competitivas de nuestras exportaciones.

España retrocede significativamente en los indicadores mundiales de competitividad. Según el IMD World Competitiveness Yearbook 2005, la economía española pasa a la posición 38, desde la ya rezagada 31 del pasado año, de entre las 60 analizadas. El escenario que se abre con el mantenimiento del alto nivel del precio del petróleo oscurece aún más las proyecciones a medio plazo. La economía española es de las más dependientes de los hidrocarburos. Y nuestra eficiencia energética es relativamente baja. Son razones para que, junto a decisiones tendentes a un mayor ahorro y eficiencia energética, se aceleren aquellos otros cursos de acción de impacto menos inmediato, pero no menos urgentes, que corrijan el abandono competitivo en el que ha derivado la excesiva dependencia del crecimiento de sectores poco intensivos en tecnología y escasamente abiertos al exterior.

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