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Columna
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Tomate

La Unió de Llauradors i Ramaders denuncia que la hortaliza se vende hasta un 859% más cara que su precio en el campo. Esto parece surreal.

Hoy mismo iba a comprar tomates, que me gustan mucho cuando son de la huerta valenciana, y no voy a comprarlos. Se me han quitado las ganas. ¿Voy a pagar un 859% de sobreprecio? ¿Me toman por tonto? Aquí hay algún listo y siempre que hay un listo a un lado, al otro lado hay un tonto. ¿Quién entiende que, con esos fondos europeos que pronto nos quitarán, ocurran cosas así? ¿Qué es lo que falla, suponiendo que falle algo? A lo mejor no falla nada y es normal que paguemos la patata 763 veces más cara en la tienda que en el campo. O el pimiento rojo, ni siquiera asado al horno, 760 veces más caro en la verdulería que en origen.

La citada Unió de Llauradors propone la creación urgente de un Observatorio de Precios. O sea, alguien con un ojo puesto en el tomatar y otro en la caja registradora de los supermercados. Ese ojo podría ser la solución del problema, a menos que el mismo ojo se convierta en otro problema, como ocurre tantas veces con los observatorios. De tanto observar los observadores, siendo o no observados, pierden visión. Y en tal caso todos saldremos perdiendo por partida doble. Y el precio del tomate seguirá en alza. ¿Pagaremos los consumidores el Observatorio? ¿O lo harán los chinos de todo a cien?

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