Pseudoprofesionales
El pasado martes día 14 acudí a mi primera sesión de fisioterapia tras haber sufrido un accidente de coche y ser diagnosticada de esguince cervical traumático. Acudo desde la Policlínica de San Antonio, con la indicación de 10 días de rehabilitación fisioterápica, con mis radiografías, mi collarín y mi dolor de cuello y cabeza. Al día siguiente, y tras sufrir un claro empeoramiento, pido una explicación y solicito que me informen del perfil profesional de la persona que me atiende. Mi sorpresa llega cuando ésta afirma no ser fisioterapeuta, aunque sí poseedora de un diploma de masajista-osteópata.
Como no es mi intención jugarme el cuello, abandono el centro de masajes y solicito nuevamente en la clínica ser atendida por un fisioterapeuta, un verdadero profesional sanitario. Ante mi indignación, además de las oportunas hojas de reclamaciones, decidí consultar con el Colegio Oficial de Fisioterapeutas donde me informaron extensamente del grave problema de intrusismo profesional que llevan sufriendo. Soy consciente de que no exageran, cuando he sido derivada con la permisividad de la Inspección Sanitaria a un centro pseudoprofesional, pasando por encima de reales decretos que regulan explícitamente esta actividad sanitaria.
Supongo que otro gallo cantaría si a Sanidad le informan de que mi ginecólogo no es licenciado, sino formado por una academia no reglada de inspecciones perineales, mi cardióloga solo hubiese hecho un cursillo de anatomía del corazón o la formación de mi enfermera fuera producto de un curso a distancia. Como usuaria de servicios de fisioterapia, pongo aquí mi granito de arena y hago un llamamiento a quien corresponda. Por cierto, mi cuello, mucho mejor; gracias a Juan, mi fisioterapeuta.
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