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'Mens sana in corpore sano'

Un 'chef' británico logra que el Gobierno de Londres destine 400 millones de euros para mejorar la calidad del menú escolar

La campaña para mejorar la alimentación de los escolares promovida por Jamie Oliver, el más célebre de los cocineros británicos, ha surtido efecto. De 29 años, y con dos hijas en edad preescolar, el popular chef ha conseguido con una serie de televisión el compromiso del Gobierno de Tony Blair de invertir 280 millones de libras (unos 400 millones de euros) en los comedores de los colegios estatales de Inglaterra durante los próximos tres años. La ayuda adicional se anunció poco antes de que Oliver entregara al primer ministro una petición firmada por 271.677 personas. De momento no hay ayudas extras para Gales, Escocia o Irlanda del Norte.

La inyección de capital asegurará un gasto mínimo de 50 peniques (72 céntimos de euro) en los ingredientes del menú de un escolar de primaria y de 87 céntimos en secundaria. Sondeos recientes indican que el 75% de las autoridades locales inglesas, responsables de la administración escolar, gastan menos de 72 céntimos de euro en ingredientes por alumno, y en algunos casos no superan los 50 céntimos. El precio medio de la comida ronda 1,75 euros.

Organiza juegos para familiarizar a los alumnos con los productos naturales
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Oliver demostró en su programa de televisión que se puede mejorar la calidad del menú escolar aun con un presupuesto limitado. Con su delantal de cocinero, se hizo cargo de los fogones en las escuelas de Greenwich, en Londres, y ayudó a las encargadas de la cocina a preparar platos simples y nutritivos elaborados con productos frescos. Los ingredientes procesados mecanicamente y los alimentos basura quedaron prohibidos del menú.

La experiencia fue dura. En las cantinas escolares se ha perdido la costumbre de cocinar y algunas no disponen siquiera de cocinas en regla. El trabajo se limita a recalentar comida procesada, a freír patatas congeladas o servir bocadillos y otros alimentos fríos. Frente a las cámaras, Oliver tuvo que reeducar a las cocineras y, más difícil aún, convencer a los pequeños de que los guisos y la verdura pueden ser tan sabrosos como los sucedáneos de carne o el puré de sobre. Los niños lloraban, uno incluso vomitó sobre el plato, y gran parte de la comida terminó en la basura los primeros días.

Con la ayuda del profesorado, Oliver aplicó remedios creativos en su cruzada por cambiar hábitos adquiridos. Organizó juegos y fiestas para familiarizar a los alumnos con productos naturales, como el tomate o el brécol. Convenció a los más reacios a probar "esa comida tan rara" con un ejemplo práctico: echó piel de pollo y restos de huesos en una batidora para demostrarles el origen de unas croquetas que acostumbran a comer los niños ingleses. Nadie volvió a probarlas y, según los profesores, los colegiales mejoraron en disciplina y concentración a los pocos días de imponerse el nuevo régimen alimenticio.

"Llega con un retraso de 20 años, pero es una ayuda adecuada", dijo Oliver respecto a la inversión prometida por la ministra de Educación, Ruth Kelly. Parte de los 400 millones de euros se destinarán a la fundación School Food Trust, un ente asesor para la mejora de la calidad en el menú escolar. Además, la comida será objeto de una inspección regular por parte del Gobierno y todos los colegios deberán servir alimentos calientes y nutritivos. La comida basura no desaparecerá todavía de las cantinas escolares, pero al menos se ofrecerá a los niños ingleses una alternativa más sana.

El <i>chef</i> británico Jamie Oliver en una imagen de su serie.
El chef británico Jamie Oliver en una imagen de su serie.ASSOCIATED PRESS

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