Madrid mestizo
El 14% de los habitantes de la Comunidad de Madrid son inmigrantes. Según cifras oficiales, unos 840.000. El libro 'Universo mestizo' reúne 150 retratos de personas de 150 países que viven en un territorio orgulloso de su capacidad de integración.
El mundo vive hoy en Madrid. Muy poco queda de aquella ciudad y de aquella región que Camilo José Cela retrató con su colmena en blanco y negro. Sólo los recuerdos, como los que Mario Vargas Llosa utiliza para prologar el libro Universo mestizo: "Era una pequeña capital anclada en el pasado, provinciana hasta el tuétano de los huesos, desinformada de lo que ocurría más allá de sus narices".
Un recorte del periódico The New York Times nos dio la idea hace cinco años. En la capital del mundo conviven ciudadanos de todos los países del planeta. ¿Y en Madrid? Comenzamos a explorar nuestro entorno, a escudriñar entre el ruido de la metrópoli. Aquello era tan complicado como buscar una aguja en la ciudad. Aparecieron los primeros personajes. Como Andrea, la gimnasta boliviana que sueña con los Juegos Olímpicos de Madrid 2012. Como Boniface, el cuentacuentos que se ha traído a Europa las leyendas de Camerún. Como Eric van Buggenhaut, el hacker belga empeñado en luchar contra el imperio de Bill Gates.
Nuestra vuelta al mundo sin movernos de Madrid había comenzado. Universo mestizo marcaba en rojo el mapamundi que nos sirvió de guía desde el primer día. Kazajistán, Guyana, Seychelles, Togo, Haití, Nueva Zelanda, Benin Casi todos nuestros personajes eran unos desconocidos para la sociedad, acostumbrada a identificar a ecuatorianos, marroquíes o polacos, sin caer en la cuenta de que en Madrid conviven al menos ciudadanos de 150 países, que representan a más del 90% de la población mundial.
El último padrón establece que un total de 839.596 extranjeros, un 14% del censo, viven hoy en la comunidad. Pero sabemos que son más en este Madrid mestizo del siglo XXI. Y que entre ellos no sólo hay emigrantes, sino también aventureros, artistas, empresarios o refugiados. No cejamos en nuestro empeño y seguimos buscando. Así descubrimos en un local de la Gran Vía a Diva Houston, el drag queen brasileño. Al kirguizo Elmir Ibraev lo hallamos en la Puerta del Sol tras días de búsqueda en los kebabs de la ciudad. Para encontrar a Joseph Gomes, de Trinidad y Tobago, tejimos una red virtual que nacía en Honduras, proseguía por su país y Estados Unidos hasta llegar a su casa de Aravaca. Y con Edison Regino, el niño de la calle colombiano convertido hoy en abogado defensor de emigrantes, charlamos, reímos y lloramos durante horas.
Con todos ellos hemos viajado alrededor del planeta. Sobrevolamos las guerras que azotan sus países; conocimos de cerca a esas familias que les esperan; nos metimos en sus sueños, en sus pesadillas, en sus trabajos y esperanzas. Y todo ello lo intentamos plasmar con nuestras palabras y con las miradas que les han lanzado siete fotógrafos, con lentes tan mestizas como nuestros protagonistas: Francis Tsang, Sofía Moro, Alfredo Cáliz, Juan Ramón Puyol, Jesús Ubera, Carma Casulá y Diego López. Cada uno ha plasmado su ingenio sobre el nuevo Madrid universal.
Nuestro mundo madrileño seguía girando. Y nosotros viajando, cada día que duró esta aventura, a través de los ojos de nuestros personajes. Como los de Agustine Afrifa (Ghana) e Iddrish Bukary (Níger), en los que todavía se reflejaba el miedo tras cruzar el Estrecho a bordo de una patera. O a través de la sonrisa perenne de Christopher Thomas, el atleta jamaicano de los pies alados, al que vimos correr su prueba favorita, los 200 metros. O con la mirada agridulce del nicaragüense Ricardo Hernández, con quien topamos junto al Museo del Prado, en una cafetería donde ya no juega al fútbol como en su Managua natal. Ricardo fue un mojado: cruzó Centroamérica y México en los trenes de la muerte, se sumergió en el río Bravo y corrió para alcanzar Los Ángeles, el sueño latino. Pero no se conformó y se lanzó a la aventura madrileña.
Universo mestizo crecía sin parar. En la mezquita de la M-30 conocimos a su imán, el egipcio Moneir Mahmoud Aly el Messery. En el café Kilimanjaro, punto de encuentro del África francófona en el corazón de Lavapiés, escuchamos el yembé del senegalés Alassane, el gigante de Dakar. Y subidos a bordo de un avión del Ejército español compartimos los nervios de la dominicana Elva Cuevas, militar de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares.
El 11-M se nos cruzó en el camino. No queríamos olvidar la gran cicatriz que marcará para siempre la historia de Madrid. Entre los 191 muertos había 52 extranjeros de 16 nacionalidades distintas. Y por eso buscamos a Moustaphá Bonazaqui, el jardinero marroquí que se convirtió en héroe en la estación de Santa Eugenia. Y al iraní Hossein A. Fasa, técnico de emergencia del Samur que lo dio todo por las víctimas aquel día.
Fueron varios años de trabajo hasta alcanzar nuestra meta: 150 personajes de 150 países del mundo que conviven en este Madrid cosmopolita del siglo XXI. En Universo mestizo hemos contado la historia de vida de estos nuevos madrileños, un crisol de personajes que retrata a una sociedad en continua transformación. Madrid, la ciudad abierta, la comunidad abierta, es hoy Madrid mestizo.
'Universo mestizo. La vuelta al mundo en Madrid a través de 150 personajes de 150 países' (Lunwerg Editores), de Lola Delgado y Daniel Lozano, sale publicado la próxima semana. El Círculo de Bellas Artes de Madrid expone las fotografías del libro entre el 12 de julio y el 18 de septiembre.
Por el beso de un vagabundo
Betty Abdoul. Lunéville (Francia). 27-1-1973. Profesora. Ayoub Swedy Abeid. Dodoma (Tanzania). 14-7-1970. Transportista. Son matrimonio
Betty, Ayoub y el pequeño Fahmi viven en Vicálvaro. Su casa no es convencional; está dentro de un almacén de butano. La casualidad los unió en octubre de 1999. Betty había viajado a Madrid con unos amigos. "Unas horas antes de coger el tren de vuelta, decidí visitar el teatro Real, que me había quedado pendiente. Me senté sola en el césped; un vagabundo se acercó e intentó besarme de forma violenta". Pidió auxilio a gritos en inglés. Ayoub, que trabajaba pegando carteles por las calles, pasaba por allí. "Fui a ayudarla y al rato acabamos en una ventanilla de Renfe retrasando una semana su vuelta a Francia". Así empezó todo.
El cuentacuentos de Bogondo
Boniface Ofogo Nkama. Bogondo (Camerún). 16-1-1966. Cuentacuentos y mediador social
Boniface luce un impecable bubú, su traje de las grandes ceremonias. "Me siento en mi piel". Estamos cerca de su piso, en una lavandería de Hortaleza. Un sitio tan mestizo que parece Londres. Cuando Boniface habla, ya nada importa. Hipnotiza con sus palabras. "Mi presencia en Madrid es un milagro viendo de dónde procedo, una aldea entre la selva y la sabana. Bogondo es primitiva, sin luz ni agua". ¿Cómo se produjo el milagro? Boni andaba ocho kilómetros para ir al colegio, donde era el mejor estudiante. A los 12, la caminata se dobló: 16 kilómetros. Con 16 años llegó a la capital, a costa de tremendas penurias. Bachillerato, Filología Hispánica y el Gobierno español que ofreció dos becas a los más brillantes. Y el embajador que rechazó a los hijos de los corruptos y eligió a Boni. En 1988 llegó a Madrid. Hoy, Boni tiene mujer española y dos hijos. "Mi padre no cree que me paguen por contar cuentos. Dice que los blancos están locos".
El equilibrista que mira al mundo
Germán Caro Larsen. Santiago de Chile (Chile). 13-12-1978. Actor de circo
Desde adolescente se acostumbró a los equilibrios, acrobacias y malabarismos. Después, claro, siempre pasaba la gorra. "Con dos horas de espectáculo callejero puedes vivir perfectamente". Gracias a la calle, Germán lleva media vida viajando, mostrando lo que cinco artistas del Circo del Sol le enseñaron a hacer en Chile. "En 1999, cuando tenía 19 años, me fui a vivir a Cuba. Allí me enamoré. Mi novia cubana se vino a España, y yo con ella". Llegó en 2001 y casi nunca le ha faltado trabajo. El último, de asesor técnico del equipo de una película. Y cada domingo, el Rastro. "Pero quiero seguir viajando por el mundo. Mi vida no está en un solo lugar".
El niño de la calle se hizo abogado
Edison Regino. Barranquilla (Colombia). 15-5-1977. Abogado
Vivía con su abuela en Barranquilla cuando, a los ocho años, se subió en un camión para ir a Bogotá. Entonces ya esnifaba pegamento, robaba en autobuses y vivía en los basureros. "Así hasta los 14". Pero Edison no quería pasarse la vida delinquiendo. Soñaba con salir de Colombia. Se hizo amigo de unos chicos de Avianca y logró que le regalaran un billete. Aprovechó un despiste del policía y se coló. "Dios me hizo invisible". Llegó a Madrid el 12 de octubre de 1994. "Viví en la comisaría del aeropuerto dos meses, hasta que cumplí la mayoría". Edison cambió. Acaba de terminar Derecho. Trabaja en un despacho de Gran Vía ayudando a inmigrantes.
Una china en el 'ring'
Gaohui Yang. Milán (Italia). 8-10-1988. Un año después su familia volvió a Wen Zhou (China). Estudiante y boxeadora aficionada
Entre grafittis, la Escuela de Boxeo Aluche parece la ONU: rumanos, senegaleses, marroquíes, colombianos Y una china, Gaohui Yang. "Con el boxeo me divierto y estoy en forma". Ella también vive en Aluche y estudia en el instituto. Pero, cosas de la vida, no nació en China, sino en Milán, donde pasó su primer año. "Yo quiero vivir en Madrid, allí sólo volveré de turista". Con seis años, la familia Yang marchó a Granada; luego vino Madrid. Tienda de ropa, local de Todo a 100 Lo típico de la emigración china. Eso sí, Gahoui rompe muchos tópicos: habla español a la perfección; se declara atea; en su pandilla hay españoles, latinos, europeos
Juntos contra los malos tiempos
Ayad Mohamed Sharif. Mosul (Irak). 12-7-1960. Abir Chick Otman. Damasco (Siria). 23-10-1961. Antiguos dueños del restaurante-tetería Babilonia
Acaban de cerrar su negocio, una de las teterías más famosas de Lavapiés. Cerca de ella, en la plaza, posan para el fotógrafo. El dueño del pequeño sótano, por el que pagaban 2.500 euros al mes, les estaba haciendo la vida imposible. Ayad llegó a España en 1996 con su ex esposa, una española con la que se casó en la India. Había salido de Mosul en 1980; desde entonces no ha vuelto a ver a su familia. "Llevo muchos años aquí y no tengo nada, ni mis papeles en regla". Su vida ha pasado por muchos episodios dramáticos. La dulce Abir le ha dado la felicidad. Se conocieron trabajando en un restaurante. Abir había venido a España en 1999 a visitar a un hermano y se quedó. Era maestra. "Dejé allí a mi ex marido y mis cinco hijos porque sólo venía por 15 días". Tras años de espera, tres de sus hijas acaban de llegar a España por fin. Se han prometido luchar juntos.
El petrolero de Trinidad
Joseph Gomes. Arima (Trinidad y Tobago). 24-9-1964. Ingeniero de perforación en Repsol
Su familia y él se están adaptando. Llegaron a Madrid en febrero de 2004. Sabe mucho de carburantes. Es técnico de perforación, o sea, uno de los ingenieros que interviene de forma directa en la perforación de un pozo petrolífero. Ha diseñado cientos en todo el mundo. En la última década sólo ha residido un año y medio en Trinidad y Tobago, país del Caribe con millón y medio de habitantes. "Echo de menos Trinidad, pero me apasiona conocer nuevas culturas. Lo primero que hice cuando llegué aquí fue irme a Huelva porque quería ver el sitio desde donde salió Colón antes de descubrir mi país". Su vida en una urbanización de Aravaca es cómoda. "Pero hay cosas de España que no entiendo; por ejemplo, que la gente no recoja las cacas de sus perros".
La huida de los perseguidos políticos
Ilaja Ajmedova. Bakú (Azerbaiyán). 28-10-1964. Ingeniera industrial. Trabaja en un 'kebab'
La historia de Ilaja y Dzhabrail, su marido, está marcada por la persecución política. En su país, una república ex soviética en convulsión constante, Dzhabrail era un hombre fuerte del partido Musavat, opositor al Gobierno. A finales de los noventa, alguien le consideró una amenaza. "Un mal día la policía llamó para comunicarme que habían detenido a mi esposo". Ilaja ha gastado un paquete de pañuelos durante la entrevista. "Lo teníamos todo: casas, un buen trabajo, nuestro negocio". El Gobierno ya les había expropiado algunas propiedades, pero el encarcelamiento de su marido fue ya un paso insoportable. Tres meses preso. "Cuando salió, decidimos marcharnos del país". Diez días de huida en barcos, coches, aviones. Llegaron a la Cruz Roja de Barcelona. Año 2000. Por equipaje, una maleta. "No cogimos la partida de nacimiento ni el libro de familia para no levantar sospechas. Sólo lo necesario para pedir asilo". Luego, a Madrid. La contrataron para atender un kebab; el dueño acaba de hacerla responsable de otro establecimiento en Canillas (Madrid), donde posa para la foto. "Tenemos tres casas allí. Mi familia las cuida esperando nuestra vuelta, pero no saben que jamás regresaremos".
Esperando la libertad
Bailey Martin Coulter. Knoxville (Estados Unidos). 27-12-1969. Preso en la cárcel de Soto del Real
Bailey enseña su celda: "No mires mucho, que está muy desordenada". Montones de ropa sin doblar y una pila de libros encima de la mesa. En la cima, El señor de los anillos. "Mi familia no sabe que estoy aquí desde 2001. Un día, mientras hablaba con mi madre por teléfono, el funcionario empezó a llamar a los presos por megafonía. Le dije que estaba en un bingo". Confiesa que está nervioso por la entrevista; después de más de 20 viajes por el mundo cargando droga, sorprende que este momento le inquiete. "Traía un kilo de éxtasis desde Holanda. Medio en la suela de cada zapato. La Guardia Civil me paró. Me pidieron el pasaporte. Estaba lleno de sellos de muchos países y sospecharon". Bailey estudiaba comercio internacional en EE UU. En 1996 se tomó un año sabático y se fue a Londres. De allí, a Holanda, y de ahí, al tráfico de drogas. "La Guardia Civil me metió en una habitación. Encontraron el polvo y me dijeron: coge tu maleta y vete. Querían ver si alguien me esperaba fuera. Aproveché, corrí y me metí en un baño para vaciar el contenido de mis zapatos en el inodoro. Por fin me cogieron. Nueve años por 296 gramos". No quiere que nadie le visite en la cárcel: "Es muy triste". Estudia física en una universidad británica a distancia y hace un curso de panadería en la cárcel.
Soñando con volar alto
Hafiz Mohamed Ramzan. Hafiz Abad (Pakistán). 10-10-1972. Operario del aeropuerto de Barajas
"Cuando llegué a España me gustaba ir al Retiro. Me sentaba por las tardes en un banco y miraba a las muchachas que pasaban con falda corta". Hafiz Mohamed tenía 28 años. Acababa de aterrizar en un país no musulmán, estaba desbordado. Trabaja en el aeropuerto de Barajas. Ayuda a supervisar el contenido de las maletas a través de los rayos X, un empleo por el que gana 480 euros al mes en media jornada. Divertido y risueño, dedica la otra media a vender gafas de sol por la calle. Su sueño es abrir un negocio, "un locutorio; necesito 10.000 euros; mi padre me prestará algo y me haré rico". Antes de salir de Pakistán, Hafiz Mohamed se ganaba la vida como comerciante al por mayor. Iba a comprar telas a Islamabad y aprovechaba para mirar en la Embajada de España la lista con los visados concedidos. Cuando apareció su nombre, se sintió libre por fin. No era el primero de la familia. Dos hermanos ya vivían en Madrid y el cuarto está por llegar en unos meses. Se casó en 2002, cuando ya estaba instalado en España. "No conocía a mi esposa. Me la buscó mi madre en cuanto salí de mi país. Fui a Pakistán y nos casamos". Así de simple. Está arreglando los papeles para traerla.
La 'drag queen' de São Paulo
Diva Houston. São Paulo (Brasil). 8-9-1979. Artista transformista
Diva Houston y Felipe Marques son dos en un mismo cuerpo. Como Felipe le tiene miedo a las fotos, la drag queen posa para el fotógrafo en los baños de la discoteca Ohm. Felipe: "La Diva es muy agresiva, quiere impresionar. Mira que está gorda, pero es bellísima. Mucha gente la teme, no se atreven ni a hablarla". Diva: "La profesionalidad es una obsesión para Felipe. Es muy perfeccionista. No quiere que la gente lo vea como un maricón con peluca". Diva y Felipe comparten un cuerpo de 140 kilos. Este brasileño de São Paulo es un joven dulce y tierno. Diva es un maremoto. Diva Houston nació en 1997, cuando Felipe, enamorado de las drags, se travistió en una discoteca de São Paulo. Felipe: "Le puse Houston porque soy muy fan de Whitney". Llegaron las giras por Brasil y la decepción. Felipe: "Me sentía discriminado por mi condición física, por ser tan gordo. Allí son muy delgados". Vino el salto a Europa: Italia, Suiza y, en junio de 2002, Madrid. Chueca, en pleno apogeo, recibió a ambos. Diva: "Aquí soy valorada y respetada". Ohm, Arena y Gula-Gula ofrecen sus actuaciones, en clave de house y dance. Transformismo irreverente y nada de telebasura. Felipe: "A Diva y a mí nos han ofrecido participar en programas de testimonios con guión pactado. Que le confesara a una falsa amiga que era drag".
El boxeador más dulce
Johnson Singbeh Hughes. Monrovia (Liberia). 29-11-1971. Ex boxeador, soldador y pastelero
Jonhson tiene múltiples profesiones y es capaz de reparar cualquier chapuza. Ha sido soldador, tornero y repostero. Sin embargo, hay algo por lo que luchó desde los 10 años. Fue lo que le trajo a España. Vino para subir a un cuadrilátero en Barcelona 92 y huir así de la sanguinaria guerra que destrozaba su país. La contienda comenzó en 1989. "Entonces yo era un boxeador muy conocido en Liberia. Empezaron a llamar a filas a todos los deportistas". Creyente convencido y practicante hoy en una iglesia bautista, se negaba a empuñar un fusil y a matar. Vivió más de dos años escondiéndose, hasta que unos meses antes de los Juegos Olímpicos su entrenador le llamó: "Johnson, tenemos billetes para España". Entrenó como pudo. Subía y bajaba escaleras una y otra vez para evitar correr en la calle. Todos los días esquivaba las balas camino del gimnasio. La comida escaseaba; su dieta se resentía. El equipo olímpico de Liberia no llegó a participar en los Juegos de Barcelona y Johnson se fue a Madrid. Perteneció durante nueve años a la Federación Nacional de Boxeo; tenía el mismo entrenador que Poli Díaz, El Potro de Vallecas. Pero las malas experiencias le hicieron dejarlo. Nunca olvidará su país: Liberia, el territorio de los esclavos libres que la guerra esclavizó de nuevo. Desde 1992 no ha vuelto a ver a su familia.
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