_
_
_
_
Tribuna:EL CENTRO DE VÁZQUEZ CONSUEGRA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Revisitar Bolonia

El artículo Bolonia de Fernando Santiago, publicado en EL PAÍS Andalucía (25 de abril) defendiendo la obra del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra en la zona arqueológica de Bolonia merece algunos comentarios. Esta ciudad romana necesita un centro de recepción de visitantes y oficinas, pero el argumento de hacerlo lo más cerca posible a la excavación en un lugar sin restos debe ser matizado, ya que si este espacio es una pequeña colina en la que el inmueble que se construye adquiere mayor protagonismo visual que los propios restos, este emplazamiento ha de ser desechado. El elemento secundario -el centro de recepción- no puede sobreponerse al principal -los restos arqueológicos- y para esta lectura no hace falta ni ser arquitecto ni experto en el paisaje, sólo se requiere sentido común. Hay ciudades romanas, Segóbriga por ejemplo, en las que el trayecto entre el centro de acogida y las propias ruinas es mucho mayor que el que habrá en Bolonia. No se trata sólo de hacer la obra lo más cómoda posible, sino de que ésta se integre armoniosamente en el contexto de la zona arqueológica. Las formas duras y autistas del proyecto de Vázquez Consuegra respecto al espacio en el que se ubica proporcionan un impacto visual muy fuerte en un entorno muy frágil. Nadie duda de la tan probada capacidad profesional de este arquitecto, pero tampoco se puede omitir que en este caso su obra es prepotente y espacialmente inadecuada.

La arquitectura se divide en buena y mala según Fernando Santiago; pero, aun admitiendo esta visión un tanto maniquea, hay que añadir una variable fundamental que diferencia realmente la buena de la mala arquitectura: el dónde, el lugar en el que ésta se ubica. Un buen proyecto arquitectónico puede ser un desastre en un entorno en el que no respeta sus claves (volumetría, composición, materiales, colores...). Muchos arquitectos afamados parecen poco preocupados por contextualizar sus obras y sí mucho en preparar su formato para ser exhibidas en revistas especializadas y en catálogos. Por supuesto que se puede y se debe recurrir a la contemporaneidad en la nueva obra, pero el reto de un buen arquitecto -y hay muchos que lo entienden perfectamente- está en adecuarse al medio, sobre todo cuando éste es un ámbito de fuerte impronta histórica y natural. Cualquier intervención que se realice en el patrimonio requiere de quien la proyecta dos actitudes básicas: prudencia y humildad, dos asignaturas que no se suelen enseñar en las escuelas de Arquitectura.

El asunto de Bolonia no es una cuestión de movilización contra la estética de un edificio, como señala Fernando Santiago; al contrario es una cuestión de criterio: criterios que emanan de la abundante producción en materia de patrimonio cultural y paisaje; es una cuestión de inadecuación en escala y de ordenación del entorno de la zona arqueológica; es una cuestión de mal ejemplo, por cuanto que la Consejería de Cultura no puede ser restrictiva con quienes intervienen de forma privada en los espacios patrimoniales y al mismo tiempo encargar proyectos que, además de suscitar el rechazo ciudadano, transgreden el espíritu y la filosofía que presiden los textos legales y las cartas internacionales sobre la materia.. La gestión del patrimonio es una cuestión en última instancia de expresión democrática y de madurez colectiva. En tanto que las obras se hagan sin tener en cuenta su impacto social, además del ambiental, no se hará otra cosa que un nuevo despotismo ilustrado y el hecho de que pocos les entiendan, salvo su propio entorno profesional, debería dar qué pensar a muchos arquitectos, tan lejanamente asentados en los tronos desde los que dictan y ordenan las formas que han de tener nuestros edificios y nuestros paisajes.

Víctor Fernández Salinas es profesor titular de Geografía Humana en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla y secretario adjunto de la Junta Directiva del Comité Nacional de ICOMOS España (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_