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COLUMNISTAS
Columna
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Engaño y manipulación

De repente alguien te aconseja: "No grites". "No estoy gritando", te defiendes. "Vaya que sí". La advertencia se repite. Y, amiga, entonces te tienes que escuchar. Has adquirido la costumbre de gritar. ¿Qué te está pasando? Pues que te estás volviendo dura de oído, es natural. Sólo que aceptarlo no lo es tanto. Tendemos a vernos como creemos que somos, como creemos que siempre hemos sido. Los otros nos ven de otra manera. No exactamente como somos (¿quién llega, ni siquiera uno mismo, a esa última verdad?), pero sí como nos mostramos.

¿Qué ocurre cuando esa desinformación o información sesgada alcanza a gran parte de todo un país? Pues que vives en el limbo, y eso tarde o temprano se paga, y entonces no lo pagan sólo los engañados. Lo pagan todos. Eso es lo que está ocurriendo en Estados Unidos, tanto en política exterior como en política interior. En este último aspecto, el actual Gobierno de Bush ha mentido a sus ciudadanos en torno a cobertura médica, educación, medio ambiente, las implicaciones de los presupuestos y los recortes de impuestos. Pero eso puede el pueblo llegar a descubrirlo, en cuanto los resultados le toquen el bolsillo. Sin embargo, ¿qué será necesario para que una gran mayoría de estadounidenses se entere de lo que su Administración ha hecho mal, y de por qué se la aprecia tan poco en buena parte del mundo?

Un interesante artículo de Robert F. Kennedy (hijo mayor del mítico Bobby, hermano del asesinado presidente John Kennedy), publicado en la revista Vanity Fair de mayo, proporciona abundantes pistas acerca de la forma en que los votantes del presidente Bush, hijo, han sido y están siendo engañados. Según un informe realizado conjuntamente, a finales de 2004, por el Program on International Policy Attitudes (PIPA), de Washington, y el Center for International and Security Studies de la Universidad de Maryland, un ochenta y pico por ciento de los votantes de Bush cree que el resto del mundo ha mejorado sus sentimientos respecto a EE UU gracias a la invasión de Irak, y también piensa que dicha guerra cuenta con el apoyo del mundo islámico. Ello no es todo: la mayoría de los partidarios de Bush creen que su jefe está contribuyendo a los acuerdos de Kioto contra el calentamiento global, y eso les encanta.

¿Qué ocurre? El propio Kennedy, hijo, lo explica a renglón seguido. Según una investigación de Nielsen Media, fechada en febrero último, la cadena por cable que todos ven es la Fox, seguida por otras que también son finas, la CNBC y la MSNBC. Sin contar con que una abrumadora masa obtiene sus noticias a través de las redes de canales de radio de extrema derecha, plagados de tertulias cuyos héroes suelen ser gente como Oliver North (el que fue condenado por la operación Irán-Contra) y otros radicales del pensamiento conservador a ultranza. Existe, además, un laboratorio creador de noticias (una especie de FAES, pero a lo bestia) que se reúne cada miércoles bajo los auspicios de una poderosa organización antigubernamental (antisistema, en el mismo sentido en que Bush lo es: un posmoderno de extrema derecha) que se dedica a boicotear las leyes federales que coartan sus negocios.

En estas reuniones, unos 120 participantes, "incluyendo lobbystas de la industria y representantes de medios tan conservadores como The Washington Times", deciden los eslóganes a lanzar, los temas a apoyar, las reputaciones a despedazar.

Acojona, ¿verdad?

Sobre todo considerando que la prensa escrita, en algunos de cuyos mejores periódicos siguen quedando profesionales que aspiran a contar la verdad, sigue en recesión. Y que las empresas prefieren pasar la maroma a jugársela por algo tan poco prestigiado como la realidad.

El presidente de Estados Unidos y sus representantes se sorprenderían de saber cómo les vemos, si no viajaran blindados y pudieran acercarse para que les diéramos nuestra opinión. Como se la dieron a Laura Bush los palestinos, en la Explanada de las Mezquitas. O como se la darían a su marido si visitara a pie las tierras a perforar de Alaska.

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